The Objective
Ricardo Dudda

Arte de fachas, arte de rojos

«La ideología es el recurso y el refugio de quienes tienen mal gusto, o de quienes tienen poco que decir sobre cultura y arte. Pasa a izquierda y a derecha»

Al mismo tiempo
Arte de fachas, arte de rojos

Ilustración de Alejandra Svriz.

Cuando murió el cineasta Rob Reiner, que fue asesinado presuntamente por su hijo, Donald Trump publicó un mensaje repugnante en su red social, Truth Social. En él, decía que su muerte era de alguna manera consecuencia de «la ira que causó en otros a través de su aflicción masiva, inflexible e incurable provocada por una enfermedad mental paralizante conocida como SÍNDROME DE TRASTORNO POR TRUMP». De alguna manera que se me escapa, murió no por culpa de su hijo psicópata, sino por su odio a Trump. Lo que en el fondo quería decir Trump, pero quizá no supo o no quiso formular, es: te jodes, que eras antitrumpista. Lo demás es retórica.

Cuando murió el músico Robe Iniesta, fundador de Extremoduro, no hubo reacciones tan viscerales en la política y los medios españoles, pero sí un intento obsceno de apropiación ideológica: si alguien de derechas lo reivindicaba, otro de izquierdas le reprochaba que el artista no le pertenecía y que, además, si estuviera vivo lo habría odiado. «Ahora resulta que a Feijóo y María Guardiola les gustaba el poeta Robe Iniesta. Lo admiraban. Una mierda», escribió el crítico musical de El País Fernando Navarro. Su cadáver todavía estaba caliente y ya era el centro de un juego político (porque la ideología convierte en política todo lo que toca, hasta el arte).

«La política está cada vez más presente en nuestras vidas y, al mismo tiempo, cada vez tiene menos poder para cambiarlas»

Todo es política, sobre todo aquello que nada tiene que ver con la política. Como ha escrito el ensayista Anton Jager, vivimos una era de lo que él llama hiperpolítica: la política está cada vez más presente en nuestras vidas y, al mismo tiempo, cada vez tiene menos poder para cambiarlas. Por eso el debate es más fiero cuanto menos efectos reales tiene. Ante la imposibilidad del cambio real, se aspira al cambio cultural. O, directamente, a la conversación cultural. ¿Es Rosalía facha, ahora que dice que no es, exactamente, feminista? ¿Es Los domingos una película religiosa o antirreligiosa? ¡La ambigüedad es insoportable! La política es mucho más sencilla. No hay que pensar mucho.

La ideología es el recurso y el refugio de quienes tienen mal gusto, o de quienes tienen poco que decir sobre cultura y arte. Pasa a izquierda y a derecha. Los fachas juzgan el cine de Almodóvar según sus declaraciones políticas. Los rojos juzgan a, yo qué sé, Radiohead por su posicionamiento tibio sobre Israel (aquí tibio lo digo yo; muchos los llaman directamente sionistas o, incluso, genocidas simplemente porque han tocado en Israel). Es muy aburrido hablar de arte. Es mucho más divertido hablar de política. En esa esfera, siempre tengo la razón.

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