¿Quién paga todo esto?
«Usted y yo, los desdichados que pertenecemos a la ‘fachosfera’. Somos muchos más que ellos porque, si no, no podrían darse tantos lujos los progresistas»
I tot això, qui ho paga? Esta fue la pregunta que se hizo un escandalizado Josep Pla cuando vio los rascacielos de Manhattan, en su primera noche neoyorkina, iluminando con sus millones de luces la isla entera. Es una pregunta pertinente, pero que los ciudadanos suelen hacerse con escasa frecuencia.
En los últimos meses, vuelan ríos de dinero alrededor del Gobierno socialista y progresista de España, como serpientes de oro que ondulan y bailan con el descaro de las mejores coristas antiguas, las de los tiempos de Franco.
Serpientes de oro que a veces llegan de Venezuela seguramente en maletas, a la manera de aquellas películas de espías de la Guerra Fría. Aunque también pueden ser serpientes doradas en forma doméstica que bailan alegremente en la propia casa del marido de Begoña, o en la de su hermano, o en la de la novia del hermano y así sucesivamente. Aunque la parte mayor de esos ofidios encantadores (y encantados) bailan en torno al cuello de varios ministros, sus cien asesores y sus mil amigos. Una estampa arcaica.
La enorme cantidad defraudada, sin embargo, no le preocupa a nadie porque, como dijo aquella inverosímil ministra socialista y progresista, el dinero público «no es de nadie». Quería decir que el dinero público era suyo y de sus camaradas socialistas y progresistas, claro.
Debemos suponer que todo ese oro se contabiliza en muchos y diversos departamentos para luego ajustar los precios, los aumentos de sueldo y, sobre todo, los impuestos. ¿Quién paga todo esto? Pues los mismos panolis que pagan la colosal cantidad que se les da a los miles de asesores del gobierno y de cada uno de los interminables agujeros negros y cloacas de la administración.
«Un gobierno que arruina sin mirar a quien, siempre que no sea familia, amigo, enchufado o miembro de los carlistas vascos y catalanes»
Por esta razón ha dicho el ministro de Hacienda que van a subir los impuestos, una vez más, «para cumplir con las ordenanzas europeas». Fenomenal. La deuda española, la gigantesca serpiente, mayor que la que asfixió a Laocoonte y a toda su familia, que nos tiene estrujados a los mayores y detenidos en casa de sus padres a los menos viejos, es una espantosa fiera que nunca podrá devolverse o liquidarse, por lo que seguirá estrujando a los que ahora son niños y hasta su muerte. Porque el problema no es el futuro de la deuda, sino su presente: los intereses que se pagan cada mes y que erizan los pelos de la nuca, ¿quién los paga?
Debe de ser eso lo que entienden por un gobierno progresista y socialista, es decir, un gobierno que ahoga y empobrece por igual a toda la población, un gobierno que arruina sin mirar a quien, siempre que no sea familia, amigo, enchufado, militante, ministro, conmilitón, artista del gobierno, capricho de algún jefe, o, en áreas más extensas, miembro de los carlistas vascos y catalanes. Todos los cuales están exentos de pago o incluso subvencionados. Los hay incluso que reciben en premio un chalet, unos viajes, unas ricuras, unas estancias lujosas, además de toda suerte de carísimos juguetitos electrónicos, chóferes, comilonas, o cocaína, como aquel inolvidable enchufado de los socialistas andaluces que podía asar una vaca con los billetes que tenía en casa, según dijo su madre. Estampa quevedesca.
Bueno, pues, eso, ¿quién paga todo el derroche? Asúmalo: usted y yo, nosotros, los desdichados que pertenecemos a la fachosfera. Somos muchos más que ellos, evidentemente, porque, si no, no podrían darse tantos lujos los socialistas y progresistas, pero no tenemos ni padre ni madre ni perrito que nos ladre.