Machismo católico
Los señores de negro de la fotografía al señor de blanco lo conocemos de sobra- son cardenales y obispos, que se han reunido con el Papa Francisco para celebrar su primer aniversario como pontífice.
Los señores de negro de la fotografía al señor de blanco lo conocemos de sobra- son cardenales y obispos, que se han reunido con el Papa Francisco para celebrar su primer aniversario como pontífice.
Miren bien a estos señores. Venerables ancianos. Quizá se hayan reunido para jugar al mus, o para recordar viejas batallitas de la mili. Quizá estén viendo una película de vaqueros en el Centro del Jubilado.
Pero no. Los señores de negro de la fotografía –al señor de blanco lo conocemos de sobra- son cardenales y obispos, que se han reunido con el Papa Francisco para celebrar su primer aniversario como pontífice. Estos señores dirigen el mundo. El mundo católico, claro, y le dicen a mil doscientos catorce millones de personas en todo el planeta (treinta y cuatro coma cinco en España) lo que está bien y lo que está mal. Lo que es aceptable y lo que no.
Pero, fíjense. ¿Qué falta en esa reunión? Mujeres. Estar están, aunque no se las ve. Porque ellas, las monjitas, estarán en las cocinas elaborando el menú del mediodía, o limpiando las habitaciones de los sacerdotes, o preparando los útiles de la eucaristía.
Como en tantos otros lugares, también en la Iglesia Católica ellas dominan en las bases pero faltan en la cúpula. En España hay 49.312 monjas por 11.615 sacerdotes (cinco mujeres por cada hombre), pero no verán a ninguna de ellas en la jerarquía de la Conferencia Episcopal, un coto cerrado de masculinidad. Son una mayoría silenciada sin acceso a las estructuras de poder. Casi nunca las vemos en actos públicos, y, cuando aparecen, muchas veces lo hacen como voz callada y servil. Recordemos si no una imagen que dio la vuelta al mundo: la consagración de la Sagrada Familia de Barcelona por Benedicto XVI, y ese grupo de monjitas que se puso a limpiar el altar que habían “ensuciado” los hombres.
“No tener en cuenta la opinión de la mitad de la humanidad es como dar una bofetada a Dios», dijo una de las sacerdotisas detenidas en El Vaticano por protestar durante las deliberaciones en las que hace un año se eligió al Papa Francisco. Es una de las 150 católicas ordenadas sacerdote y excomulgadas automáticamente por su Iglesia. Los fieles, dicen ellas, están listos para el cambio. Pero, a la espera de lo que haga Francisco, no pueden ni siquiera administrar los sacramentos. Sólo callar. Y servir.