El Banco Vaticano

El Vaticano tiene un banco. El edificio no es ninguna maravilla, y el negocio, tampoco. Ha ganado 86,6 millones de euros en 2012. No sé cuánto habrá ganado en 2013, pero que no cuenten conmigo para comprar acciones.

El Vaticano tiene un banco. El edificio no es ninguna maravilla, y el negocio, tampoco. Ha ganado 86,6 millones de euros en 2012. No sé cuánto habrá ganado en 2013, pero que no cuenten conmigo para comprar acciones el día en que el ministro de Economía, cardenal George Pell, decida sacarlo a Bolsa.

Supongo que los ingresos del banco provienen de las aportaciones que hacemos los católicos y de las que hacen los no católicos a los que les gusta la labor que realiza la Iglesia.

Supongo que los responsables del banco, que, como los de cualquier negocio deben ser muy competentes y muy honrados, con ese dinero hacen inversiones honradas (no armamento, no drogas, no prostitución, no…no…), que unas veces salen bien y otras mal. Si normalmente salen mal, se despide al responsable y se busca otro tan honrado como el primero y más competente.

Los rendimientos darán un margen bruto, que deberá servir para pagar todo: la luz, el agua, el alquiler, los sueldos de los que trabajen allí, y para hacer las amortizaciones correspondientes.

Margen bruto menos “todo” igual a beneficio antes de impuestos, que me parece que se pagarán al Estado de la Ciudad del Vaticano.

Los 86,6 millones son el beneficio neto, que va una parte a reservas, y otra, a dividendos para el propietario, que es la Iglesia y que los reparte por el mundo.

¿Que se hará “según las mejores prácticas internacionales”? Hombre, claro. Que el banco se gestionará “con prudencia”? Por supuesto. Y con transparencia. Y con honradez, ya lo he dicho. Y con profesionalidad, porque interesa que las inversiones sigan dando mucho rendimiento para que muchos euros lleguen a mucha gente y a muchas instituciones que puedan contar con ese dinero para hacer cosas muy buenas.

Así de simple.