Defensa del guiri
Me gustan los guiris. Y me gustan, en primer lugar, porque tienen mala prensa como los pistachos, el «misionero» o las letras de los primeros Beatles (All you need is love, all together now / All you need is love, everybody…
Me gustan los guiris. Y me gustan, en primer lugar, porque tienen mala prensa como los pistachos, el «misionero» o las letras de los primeros Beatles (All you need is love, all together now / All you need is love, everybody…
Me gustan los guiris. Un inciso antes del fusilamiento (¡que me suelten les digo!) y es que leo que España ha batido un récord (otro, quicir? lo que nos gustan los récords, eh) turístico: 28 millones de turistas extranjeros han visitado el país hasta junio, 28 millones de gabachos, teutones e hijos de la Pérfida Albión, básicamente. Me gustan los guiris. Y me gustan, en primer lugar, porque tienen mala prensa —como los pistachos, el «misionero» o las letras de los primeros Beatles (All you need is love, all together now / All you need is love, everybody / All you need is love, love). Me gustan porque, salvo contadas excepciones (que no hace falta remarcar, ya las conocemos todos) el guiri es educado, discreto y funcional. Viene, pasa sus días con la panza al sol, se deja sus cuartos en tapas, guarda cola en el Prado, sube algún selfie a su Instagram (en StreetXo) da un poco la brasa con el «duende» de Andalucía y patea Gràcia con ese ánimo tan poco catalán. O sea, gastando.
Y sin embargo esta España tan puta que ya sólo sirve para poner copas los mira un poco de reojo. Con ese «toffenosed» tan inglés, tan cutre, tan paleto: que si sus cámaras de fotos, sus riñoneras, sus paellas con guisantes, sus chanclas con calcetos y su pescuezo colorao? que no, que todo mal, que se larguen por donde han venido. Y seguimos hablando (lo que nos gusta hablar) con la autoridad que da el fracaso —bendito Fitzgerald. Menudo pedazo de guiri tenías que ser.