Llegan los turistas
Los turistas llegan, y llegan, y llegan. Y traen dinero, que nos va muy bien. Y dan trabajo a muchas personas, que también nos va muy bien. Los de la fotografía me gustan. Tienen pinta de buena gente.
Los turistas llegan, y llegan, y llegan. Y traen dinero, que nos va muy bien. Y dan trabajo a muchas personas, que también nos va muy bien. Los de la fotografía me gustan. Tienen pinta de buena gente.
Los turistas llegan, y llegan, y llegan. Y traen dinero, que nos va muy bien. Y dan trabajo a muchas personas, que también nos va muy bien. Los de la fotografía me gustan. Tienen pinta de buena gente, que vienen, compran una guía de la ciudad, pasean, ven los monumentos que les dice la guía, hacen fotos y se hacen fotos. Se cansan mucho y paran en un bar. Y pagan. Y por la tarde, siesta en el hotel, porque es la costumbre española y porque no pueden con su alma. Tarde de turismo más relajado. Tiendas. Pagan. Cena. Pagan. Alguna juerguecilla moderada, o no tan moderada, y a dormir. Y los euros siguen viniendo. Los turistas podían gastar más, pero gastan.
28 millones de personas son muchos millones. Eso, hasta Junio. Este año podemos llegar a 60.
Los de la foto me gustan, ya lo he dicho. Otros me gustan menos, porque deben traer algo de dinero, pero no les invitaría a cenar en casa. No compran guías de las ciudades, las juerguecillas ya no son juerguecillas, dejan dinero en hoteles, en discotecas y en preservativos. Al fin y al cabo, euros. Pero no me gusta. Porque lo de animalizar a la gente no me ha gustado nunca. Y, en su estancia en España, estos mozos del sol, sexo y siesta no han visto ni un solo monumento, excepto la moza o el mozo con el que se acostaron.
Y, para colmo, estaban tan borrachos que no se acuerdan de quién o cómo era.
Ufff…