THE OBJECTIVE
Iker Izquierdo

El Papa Fénix

El Papa Francisco visitó Corea del Sur, país de la secta Moon, de las iglesias protestantes con cruces de neón, del kimchi y de la cirugía estética como regalo de graduación.

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El Papa Fénix

El Papa Francisco visitó Corea del Sur, país de la secta Moon, de las iglesias protestantes con cruces de neón, del kimchi y de la cirugía estética como regalo de graduación.

El Papa Francisco visitó Corea del Sur, país de la secta Moon, de las iglesias protestantes con cruces de neón, del kimchi y de la cirugía estética como regalo de graduación. Allí, el Santo Padre habló a favor de la reunificación pacífica con Corea del Norte y se dio un baño de multitudes en la capital, Seúl, asombrándose muchos de la cantidad de católicos que pueblan el viejo Reino Ermitaño.

Sin embargo, nadie esperaba sus estoicas declaraciones tras el viaje, anunciando que le quedan dos o tres años de vida, no descartando incluso dimitir si le fallan las fuerzas. Con lo cual podría darse la posibilidad de tener tres papas. Si ya es inaudito tener dos, imagínense tener tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El Papa forma una clase unitaria, es decir, una clase de un solo elemento, que nunca muere, pues el Papa es como el Ave Fénix que resurge de las cenizas. Cuando muere un Papa, otro es elegido, y ninguna otra persona puede ser Papa. Así como en el cielo no caben dos soles, tampoco en la Tierra caben Darío y Alejandro.

Francisco y Ratzinger se han enfrentado a una multitud de problemas que aquejan a la Iglesia en este siglo XXI, y ambos parecen haberse visto desbordados por los acontecimientos del mundo moderno y no han podido impedir o siquiera ralentizar la decadencia en la que está sumida la Iglesia Católica desde el Concilio Vaticano II, que lejos de fortalecerla, la desnaturalizó y protestandizó, asumiendo muchos de los postulados de sus enemigos históricos.

A los próximos papas les espera la terrible tarea de gobernar la Iglesia en un tiempo de decadencia y degradación. Pero eso será, cuando Francisco y Ratzinger entreguen su alma a Dios, es decir, cuando se mueran.

 

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