Ojalá siga ondeando la Union Jack

Tal vez sea poco respetuoso verla hoy decorar un tanga, pero algo bueno tendría la Unión Jack para que el IRA la llamara «el delantal del carnicero»

Con la cruz de San Jorge, la cruz de San Andrés y la cruz de San Patricio, la Union Jack tiene algo de “flos sanctórum”, pero por suerte se evitó la adición del dragón de Gales para evitar su degeneración en paella mixta. Desde los tiempos de Jacobo I, la bandera quiso representar que “ya no había escocés ni inglés”, sino británico: de entonces a esta parte, ha encontrado su acomodo en los pendones de Samoa o las Caimán, ha sido santo y seña de la Cool Britannia, motivo predilecto de lo pop y plantilla urbanística para ciudades como –entre otras- Jartún. Tanto fue el apego que le tuvieron los americanos que todavía la colaron en la bandera de las trece colonias, e incluso Hawaii le da uso sin haber sido siquiera posesión británica. Tal vez no sea harto respetuoso verla hoy decorar un tanga, pero algo bueno tendrá la Union Jack cuando el IRA la llamó “el delantal del carnicero”.

“Roja por la libertad y por los ancestros, blanca por pureza y honor y azul por la verdad”, puede pensarse que la Union Jack ha tenido más éxito como icono internacional que como bandera nacional. Quizá nadie aprecie ya en ella la mística “unión de los hijos de Jacob”, pero sí ha encarnado mal que bien una “hermandad británica” a ojos del mundo. Quién sabe si, después de resistir “los vientos y batallas” de los siglos, resistirá ahora la votación del 18 de septiembre. No hacerlo sería una injusticia hacia ese triunfo de la política que ha sido el Reino Unido. Y sobre todo, sería una injusticia para esos esclavos cuyos ojos –según decía la leyenda- comenzaban a brillar al ver la bandera de Gran Bretaña como el estandarte de la libertad. Ojalá siga ondeando la Union Jack.