THE OBJECTIVE
Marta Parreño Gala

Huérfanos

Galeano cogía las palabras y las ideas y les daba la vuelta para que se vieran mejor. Las mezclaba, les quitaba las telarañas, las colocaba de lado y al revés y de repente la realidad era otra. Por eso desde que se conoció la noticia de su muerte, las redes se llenaron de sus palabras claras.

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Huérfanos

Galeano cogía las palabras y las ideas y les daba la vuelta para que se vieran mejor. Las mezclaba, les quitaba las telarañas, las colocaba de lado y al revés y de repente la realidad era otra. Por eso desde que se conoció la noticia de su muerte, las redes se llenaron de sus palabras claras.

Ahora que somos más nadie que nunca y que nos sentimos huérfanos hasta la médula, toca despedirse de un hombre que ha transformado conciencias sin querer, pasito a pasito, a través de palabras y libros enteros repletos de abrazos. Ya lo decía él, que “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo”. Y él lo hizo demasiado bien, por eso hoy se le añora muy mucho.

Galeano cogía las palabras y las ideas y les daba la vuelta para que se vieran mejor. Las mezclaba, les quitaba las telarañas, las colocaba de lado y al revés y de repente la realidad era otra. Por eso desde que se conoció la noticia de su muerte, las redes se llenaron de sus palabras claras. Por eso convirtió un extenso delirio en uno de los textos más lúcidos que se han recitado en los últimos años. Y por eso dedicó un maravilloso poema a esos a los que nunca vemos ni oímos, un buen trozo del cuál hoy es obligatorio compartir:

“Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.

Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.

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