El otro CIS
Hay un dato del último CIS que creo que apenas se ha analizado, y que merece algún comentario. Me refiero a la estimación de voto por condición socioeconómica, y lo que ello se puede deducir de nuestro sistema de partidos.
Hay un dato del último CIS que creo que apenas se ha analizado, y que merece algún comentario. Me refiero a la estimación de voto por condición socioeconómica, y lo que ello se puede deducir de nuestro sistema de partidos.
En primer lugar, cabe mencionar el retroceso de los partidos del viejo bipartidismo entre los sectores dominados por los trabajadores urbanos. El caso del PSOE es especialmente dramático, pues solo se mantiene fuerte entre los votantes no asalariados, esto es, entre los pensionistas, los parados y las personas dedicadas al trabajo doméstico. Da cuenta del fracaso de los socialistas para ofrecer una alternativa laboral atractiva. La caída del PP es menos acusada que la del PSOE, pero su retroceso también es notorio: aguanta mejor que los de Sánchez entre los directores y profesionales liberales, entre los pequeños empresarios y, especialmente, entre los agricultores, pero cae a la tercera posición en la mayoría de las categorías.
Por su parte, los nuevos partidos compiten mejor entre los directores y los cuadros medios, pero también entre los obreros. Es fácil observar el sesgo generacional: los nuevos son fuertes entre los estudiantes y débiles entre los empleados domésticos y los jubilados. Pero destaca especialmente Ciudadanos, que puntúa primero en la mayoría de las categorías profesionales. Cabe señalar que la formación naranja lidera el segmento compuesto por profesionales liberales, cargos medios y pequeños empresarios que conforman la burguesía, pero también aventaja a los demás en voto obrero. Además, no se desploma en ningún indicador socioeconómico.
Se trata de un dato importante. Si Ciudadanos es capaz de tejer una coalición de electores que consiga agrupar a las clases medias acomodadas e ilustradas, por un lado, y a las clases trabajadoras cualificadas y no cualificadas, por el otro, estará sentando las bases de una opción de Gobierno. Esta clase de alianza fue la que proporcionó a los partidos socialdemócratas las grandes mayorías que la convirtieron en hegemónica tras la Segunda Guerra Mundial. En España, la formación de Gobierno ha pasado tradicionalmente por la capacidad de forjar esa convergencia. Sin embargo, sus protagonistas tradicionales, PSOE y PP parecen hoy muy lejos de poder reeditar sus triunfos.
El clivaje generacional está actuando con fuerza, y pesa como una losa sobre las formaciones viejas, que se muestran incapaces de renovar sus electorados. Sin embargo, en una lógica de cuatro grandes partidos, esa limitación todavía se puede traducir en un porcentaje de votos suficiente para articular gobiernos. Cuando quedan dos años para las próximas generales cabe preguntarse si Ciudadanos será capaz de mantener la competitividad que ahora demuestra, si Podemos puede recuperarse de las desventuras del procés a costa de un PSOE con escasa capacidad de respuesta a las nuevas demandas sociales, y si el PP podrá seguir construyendo mayorías en torno a una base electoral progresivamente envejecida y perdiendo apoyos entre los pensionistas.