La victoria de Salvini y la de Sánchez
La felicitación por la decisión del presidente del Gobierno Pedro Sánchez de acoger al buque Aquarius, que transporta 629 inmigrantes procedentes de Libia, ha sido generalizada. El primero en felicitarse ha sido el propio Gobierno. Es lo que tiene empezar los fuegos artificiales por una gran traca en el nombramiento de los ministros, que mantener el asombro no resulta sencillo. Sánchez está pensando en acudir a Valencia a recibir al buque, como quien inaugura un teatro o un pantano. Se han sumado, en cascada, los medios de comunicación y multitud de ciudadanos que sufren con la situación de los migrantes. Por otro lado, Quim Torra es un hombre sin principios, como muestra el hecho de que está dispuesto a acallar su volcánico racismo con tal de acaparar él, y el Gobierno regional de Cataluña, los titulares por cada uno de los tripulantes del Aquarius.
La felicitación por la decisión del presidente del Gobierno Pedro Sánchez de acoger al buque Aquarius, que transporta 629 inmigrantes procedentes de Libia, ha sido generalizada. El primero en felicitarse ha sido el propio Gobierno. Es lo que tiene empezar los fuegos artificiales por una gran traca en el nombramiento de los ministros, que mantener el asombro no resulta sencillo. Sánchez está pensando en acudir a Valencia a recibir al buque, como quien inaugura un teatro o un pantano. Se han sumado, en cascada, los medios de comunicación y multitud de ciudadanos que sufren con la situación de los migrantes. Por otro lado, Quim Torra es un hombre sin principios, como muestra el hecho de que está dispuesto a acallar su volcánico racismo con tal de acaparar él, y el Gobierno regional de Cataluña, los titulares por cada uno de los tripulantes del Aquarius.
Sánchez ha dejado a José Borrell, ministro de Exteriores, en una situación complicada. Ha tenido que defender la medida explicando puntualmente por qué no debería haber actuado al margen de la Unión Europea: “Las fronteras de Europa son las fronteras de los europeos, no solo de un país determinado”, el de los refugiados “es un problema de todos, no un año de Grecia, al año siguiente de Italia y puede que nos toque a nosotros dentro de poco”. Un problema demasiado complejo como para interesarle en realidad a Pedro Sánchez. ¿Los inmigrantes salen de Libia porque es un país en guerra y no hay control efectivo? ¿Los llamados traficantes se han aliado en ONG para que su tráfago humano cuente con las simpatías del ciudadano televisivo europeo? ¿La llegada de personas que buscan una vida mejor asegura que van a encontrar aquí oportunidades de prosperar? ¿La presión sobre el Estado de Bienestar llevará a más millones de europeos a votar a partidos xenófobos? ¿Nos saltamos una política europea mientras ponemos a parir a Italia por saltarse la misma política europea? Nada de eso tiene cabida en la mente mudable y dúctil de Pedro Sánchez.
Lo más llamativo es que, en plena celebración, nadie se ha felicitado con Matteo Salvini, ministro del Interior italiano y líder de la Liga Norte, que es el único que hasta el momento ha cantado “¡Victoria!”. Les votaron precisa y exactamente para impedir la llegada de nuevos inmigrantes.
La decisión del Gobierno italiano de cerrar las puertas al Aquarius es, al fin, una victoria de la democracia.