Coplillas antes del fallo
«Cuando salga la sentencia habrá telediarios, imágenes de archivo, contenedores ardiendo, Europa respaldando nuestra democracia. Mucho de lo que era sólido -que diría el otro- se pondrá a prueba»
En estos días antes del fallo salen los trenes, las farmacias funcionan. Los psicoanalistas atienden las crisis del hombre moderno, un borracho aúlla a la luna y Sánchez anda mendigando telediarios. Quizá no seamos conscientes de la importancia del fallo, pero es que tampoco nadie nos dijo que habíamos nacido para ser juristas ni para andar en el meollo del cogollo del bollo de una rebelión. Y para entonces ya habremos avisado con tiempo y tiento de que tenemos un Tribunal Supremo que no nos merecemos, y que, frente a las Lolas Delgado y frente a los Marlaska estrellitas, sí que hay, por ejemplo, un Marchena que funciona y que carbura y al que nadie le dará el homenaje que precisa y que no quiere.
Ya han dicho los violentos a diestra y a siniestra que, si la sentencia no es absolutaria, se avecina un panorama de algaradas rayano a lo insoportable. Se les vio orando en Monsterrat, compungidos, en ese despliegue de lo pusilánime que el independentismo catalán sabe mostrar como él solo. Se fueron a rezarle a la Moreneta por sus presos y la performance tenía algo -mucho- de aquelarre muy poco cristiano.
En estos días duros en funciones en que acogeremos la sentencia del ‘procés’, está España entre morcillona y recalentada. Hace calor en la Meseta y al final tendrá razón la niña satánica que nos marea con el cambio climático.
Y habrá culpables, y sabremos señalarlos perfectamente.