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Víctor de la Serna

Historia antigua, que tanto gusta a la progresía

«Pablo Iglesias debe de estar más convencido que nunca de que hay que acabar con la prensa privada»

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Historia antigua, que tanto gusta a la progresía

Chema Moya | EFE

La pasada semana andaba furiosa la izquierda progresista de Podemos porque el periódico El Mundo —como algunos otros medios— no la dejaba en paz y recrudeció sus ataques personales e impresentables a los periodistas, tildándolos sin la menor evidencia de lacayos a sueldo del excomisario Villarejo. Como columnista especializado en medios les respondí con una andanada tampoco muy original, porque es lo mismo que dicen todos los organismos de libertad de prensa del mundo: el acoso y señalamiento de periodistas para amedrentarlos y acallarlos es intolerable. (Y delictivo, pero eso en España anda bastante olvidado).

En vista de mi respuesta, tuve el honor de mi propia dosis de ataques del dizque periódico La Última Hora, pero les salió regular: tuvieron que sacar de Wikipedia los datos sobre mi abuelo (muerto en 1958) para decir que fue falangista y de no se sabe dónde —no aparece en Wikipedia, tan modesto fue él siempre— los datos sobre mi padre (muerto en 1983) para decir que fue «franquista», definición algo imprecisa. Yo sí salgo en Wikipedia, pero, ¡horror!, mi currículo es tan aburrido que no encontraron nada digno de sus insultos. Así que por mis antepasados fui condenado. Como hacían los nazis.

En realidad hay poco que discutir. El jefe de Podemos ya alabó el control de la prensa en Venezuela, Ecuador y Argentina en aquella (¿olvidada?) entrevista televisiva de 2013 en la que dijo lo único importante sobre Podemos y la información que debemos saber para el día en que lleguen al poder, como primeros y no sólo como acompañantes: «Que existan medios privados ataca la libertad de expresión».

Pablo Iglesias debe de andar hoy un poco confuso porque el odiado diario publicaba ayer, por una parte, que ha hecho trabajar de niñera de sus hijos a una funcionaria pública y, por otra, que Bárcenas acusa a Mariano Rajoy de haber borrado la caja B del PP. ¡Fustigando a diestra y siniestra! Bueno, pensándolo bien, más que confuso, Iglesias debe de estar más convencido que nunca de que hay que acabar con la prensa privada.

Por parte de este cronista, que lleva muchos años escribiendo sólo columnas y editoriales —el sino del periodista viejo— y no informaciones, creo que ante la que se puede avecinar para lo que queda de medios independientes en España cuando el bolivarianismo europeo llegue al poder (por cierto: en los cuatro primeros meses de la actual pandemia, el admirado régimen de Nicolás Maduro cometió 129 ataques contra la prensa), vamos a completar ya un agujero en lo que La Última Hora publica sobre el diario Informaciones. El que mi padre presidió desde 1967 y en el que yo me inicié en el oficio.

Un banquero, qué horror, como Emilio Botín Sanz de Sautuola, se había dado cuenta de que una economía libre y un sistema político democrático eran la única salida para España cuando se fuese o muriese el dictador, pero no había medios de comunicación que defendiesen esa idea y el presidente del Santander convenció a otros tres bancos para comprar —barato— el pequeño vespertino, que mi abuelo ya dirigió muchos años antes. Confió la gestión de la empresa a mi padre y la dirección del diario a su hermano, Jesús de la Serna.

Lo que hicieron esos «franquistas» fue un periódico de corte anglosajón, con más información que opiniones, mientras que el otro diario prodemocrático, Madrid, era más tipo Le Monde, con muchas columnas de opinión. Cuando el régimen cerró el Madrid, nos quedamos solos, y seguimos informando sin concesiones sobre un país con muchos fallos, pero también incrementamos el peso de la opinión.

Éramos ya la única voz prodemocrática al morir Franco. Y con unos periodistas que ni la progresía podemita podría tildar de «franquistas». Apunten algunos nombres de redactores: José Luis Martín Prieto, Juan Luis Cebrián, Pablo Corbalán, María Antonia Iglesias, Felipe Sahagún, Joaquín Estefanía, Fernando Jáuregui, Fernando López Agudín. Y, en las páginas de opinión, Gonzalo Torrente Ballester, Joan Fuster, Carmen Martín-Gaite, Miguel Delibes, Forges…

En fin: historia antigua, sí, y olvidada en este olvidadizo país. Pero, como a los revolucionarios morados parece ser que les gusta lo de los antepasados, se la brindamos encantados.

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