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‘Las Niñas’ marroquí

«El mejor arte es el que interpela al espectador, sin sucumbir a las modas imperantes sino todo lo contrario: exhortando a la reflexión sobre lo que aparentemente todos aceptamos como normal»

Opinión

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  • Laura Fàbregas (Barcelona, 1987) se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Catalunya Ràdio, cubriendo la información política desde Madrid. También trabajó en la corresponsalía de Roma de la emisora radiofónica Cadena Ser, y posteriormente estuvo cinco años trabajando para la delegación catalana de El Español hasta incorporarse en la sección de Nacional, donde abarcó la actualidad del Gobierno. Su última etapa antes de desembarcar en The Objective fue en Vozpópuli como redactora de política.

El mejor arte es el que interpela al espectador, sin sucumbir a las modas imperantes sino todo lo contrario: exhortando a la reflexión sobre lo que aparentemente todos aceptamos como normal y corriente, destapando tabús, rebelándonos verdades o puntos de vista incómodos.

Todo lo que no hace Las Niñas, película ganadora en los Goya, que además de aburrida, tiene un halo oportunista y contemporizador con el zeitgest actual. Es decir, conformista con el presente y severa con el pasado. 

El mejor cine se hace ahora en Francia, país que abandera la lucha por la libertad, contra el puritanismo anglosajón y contra el totalitarismo de lo políticamente correcto. Películas como Una razón brillante, de Yvan Attal –marido de Charlotte Gainsbourg– dan buena muestra de ello. 

Ahora también, como candidata a los Oscar, hay una coproducción francesa, belga y marroquí, titulada Adam, que está disponible en Filmin

A veces solo la comparación sirve para abrir los ojos ante un ejercicio de revisionismo tendencioso del pasado reciente. Ambas películas hablan del estigma que genera ser madre soltera, en realidades muy distintas. 

La primera se queda en la superficie, en problemas de sociedad rica y narcisista que mira el pasado con los prejuicios actuales. La segunda es un retrato demoledor de una cohibición que no surge solo del entorno (de no poder cantar en público) y que indica cómo de profunda puede ser la autocensura.

Adam, una película donde tampoco pasa mucho pero pasa de todo, es un canto a la libertad, a la sensualidad y al amor frente al miedo al ostracismo. Una realidad que no es pasada sino actual.