De Cercas a Rocío Carrasco: juzgue aquí, juzgue ya
«En estos tiempos del aquí y el ahora, del quererlo todo para ayer, de las prisas y las urgencias, de la trituradora informativa, esperar es de torpes. De culpables. Y el tiempo ya es la sentencia»
El segundo round del asalto a Javier Cercas ha llegado de flancos inesperados. «Tarde», Cercas, le han dicho algunas voces al escritor después de que independentistas intolerantes le hayan llamado «criminal de guerra». El autor extremeño-catalán afirma que su abogado está estudiando si hay delito en montarle un bulo e insultarle a tal nivel. Él mismo reconoce que igual no es fácil porque en España existe libertad de expresión. Cosas de esta nuestra democracia que él defiende: hay que tener claro cómo y cuánto incurre en delito la parte atacante.
Como no sé dónde ponen la línea los críticos del tiempo, recordaremos aquí que su libro sobre el Golpe de Estado, en el que defiende el papel del Rey Juan Carlos, Anatomía de un instante, se publicó en 2009. El mismo autor ha explicado que los intentos de vetarle en Cataluña no son nuevos y habla de una década en la búsqueda de su «muerte civil». Y así, mientras asegura que no se va a callar, salen los del «tarde», acusando a una parte de la intelectualidad catalana de haberlo hecho. Una especie del «te lo dije» -procuren decírselo poco o nada a su pareja, es odioso- que viene a ser el nuevo «¿por qué no denunció antes?».
Es lo mismo que espetan algunos a Rocío Carrasco. Hemos pasado del «¿cómo iba vestida?» al «si no lo contó antes, entonces, es que…» Si el tiempo es la nueva culpa, la revictimización tiene cabida en todas las jurisdicciones. Porque lo importante para nuestro juicio rápido no son los hechos sino el cuándo. En todas las escuelas de periodismo se estudian las 5-W básicas para una noticia. El qué, el quién, el cuándo, el dónde y el por qué, por sus siglas en inglés: what, who, when, where y why. Pero creer es cuestión de fe. Y, a veces, de fe temporal.
Un estudio de la Federación de Mujeres Rurales, Fademur, recoge que las mujeres de los pueblos tardan de media 20 años en denunciar -las que lo hacen- el maltrato y la violencia de género. Pero claro, Rociíto no es de pueblo. Y, además, y ésta es otra, en este tiempo, ha manifestado sentirse feliz. Qué osadía: si una es víctima tiene que parecer víctima. Ya se sabe: si te han violado y te vas de fiesta, la violación desaparece. Para la teoría contraria lean a Virginia Despentes.
En periodismo sucede que hay que contrastar los hechos. Y hablar con las partes. Sobra decir que el llamado documental de Rocío es el documental de Rocío. Ante él es innecesario repartir carnets: esto es periodismo, esto no lo es. Aunque igual todos hemos juzgado de más alguna vez. ¿No condenamos, por ejemplo, a la Infanta en titulares? Y va el tribunal y la absuelve. Por cierto, ¿no me digan que no les gustaría un documental sobre su «verdad»? Igual que haber escuchado a Anna Caballé, autora de la biografía de Umbral en el fabuloso documental sobre el escritor, «Anatomía de un dandy». Ni un documental sin su laguna.
Ocurre que la verdad tiene aristas, que no siempre se deja conocer fácilmente y que el tiempo corre en su contra. Imaginen, con este mix, lo osado de opinar de lo que pasa o, mejor dicho, lo que pasó, en casa ajena. A veces no sé si lo que nos preocupa es el periodismo o el ruido y la audiencia. De ser válida esta última opción, hemos picado todos.
Ahora, la verdad judicial tiene que estar atada por pruebas y hechos y encajar en la tipología de los delitos previstos. En ello trabaja el abogado de Cercas. Como la periodística: mínimo tres fuentes, enseñaban en mi facultad. Por eso escuchar y contrastar voces es la tarea del juez. Y del periodista. Pero en estos tiempos del aquí y el ahora, del quererlo todo para ayer, de las prisas y las urgencias, de la trituradora informativa, esperar es de torpes. De culpables. Y el tiempo ya es la sentencia.
Ya lo decía Faulkner, pionero en hacernos estallar contrastando voces, en El Ruido y la Furia: «Un hombre es la suma de sus desdichas. Se podría creer que la desdicha terminará un día por cansarse, pero entonces es el tiempo el que se convierte en nuestra desdicha». Que cada uno cuente la suya, la creamos o no, nos parezca pronto o tarde, cuando considere.