El salario mínimo de Franco
«Recuperar hoy lo ordenado por la dictadura de Franco hace 58 años nos llevaría a una nómina base de 1.400 euros al mes repartida en 14 pagas»
Ando estos días leyendo -y subrayando- un ensayo importante que acaba de escribir un economista importante. El libro se titula Los salarios de la ira (La Campana, 2021) y su autor responde por Miquel Puig, un graduado por el Instituto Tecnológico de Massachussets, celebrado templo mundial de la teoría económica más canónica, alto directivo empresarial que siempre ha sabido combinar la dimensión práctica de su oficio con la ambición teórica propia del investigador académico. Algo nada infrecuente entre los economistas clásicos del siglo XIX (el más grande de todos, David Ricardo, se hizo multimillonario especulando en los mercados financieros y de deuda pública, deporte de alto riesgo al que también sería muy aficionado Keynes), pero raro en el tiempo presente. El texto de Puig, al que habrá que volver en otros artículos, trata de dar con una respuesta convincente al fenómeno económico acaso más desconcertante de nuestro tiempo, a saber: la práctica congelación de los salarios en Occidente durante más de 50 años seguidos, todo al tiempo que la productividad no ha parado de crecer y crecer a lo largo del mismo periodo de tiempo. Un afán inquisitivo que ha terminado abocando al autor al terreno, por lo común tan ingrato, de la heterodoxia.
Pero yo he venido aquí hoy para hablar de la subida del salario mínimo, esos quince eurillos que han desatado todas las alarmas en la alta dirección del Banco de España, tal como su gobernador, Pablo Hernández de Cos, nos viene reiterando en los medios de comunicación. Y si he empezado mentando ese libro es porque en sus páginas (la 154 por ser precisos) he topado con un dato histórico que me resisto a dejar de compartir con los lectores. Resulta que en el Boletín Oficial del Estado del 19 de enero de 1963 apareció impreso un decreto bajo el cual figuraban las firmas de un Jesús Romeo Gorría, a la sazón ministro de Trabajo, y de cierto Francisco Franco Bahamonde, general de infantería en comisión de servicios. Mediante aquel decreto se establecía, y por primera vez en España, la figura de un salario mínimo. En concreto, la norma legal de obligado cumplimiento fijaba una retribución mínima para todos los asalariados del país de 60 pesetas diarias, esto es, 1.800 pesetas al mes. Y eso, 1.800 pesetas del año 63, ¿sería mucho o poco? Bueno, 1.800 pesetas de cuando aquel entonces venía siendo el equivalente al 29% del PIB por ocupado (el resultado de dividir el valor de todo lo que produjo España en 1963 por todos los trabajadores que había en España en 1963) Pero, ¿era mucho o era poco? Bien, era prácticamente el mismo porcentaje que había establecido Roosevelt en los Estados Unidos del New Deal cuando, en 1937, logró que el Tribunal Supremo autorizase su propio salario mínimo.
Mas hagamos un ejercicio de historia ficción para tratar de esclarecer el asunto. Imaginemos que el actual gobernador del banco central, Hernández Cos, pudiera no sólo viajar en el tiempo sino también ocupar el mismo despacho que ahora frecuenta todos los días, solo que allá por el frío invierno de 1963. ¿Le habría escandalizado el decreto del Caudillo al tener noticia de él por la prensa? Podemos afirmar, y sin ningún género de duda, que sí. Y podemos afirmarlo merced a un cálculo aritmético en extremo sencillo, el mismo que habría hecho él. Ocurre que tomar el 29% del PIB de España por ocupado, de la España de aquí y ahora, y establecerlo como nuevo sueldo mínimo, o sea recuperar hoy lo ordenado por la dictadura de Franco hace 58 años, nos llevaría a una nómina base de 1.400 euros al mes repartida en 14 pagas. Por supuesto, el gobernador del Banco de España se tiraría de los pelos. Y es que, a sus ojos, tanto en 1963 como el 2021, 1.400 euros de salario mínimo harían caer sobre el país las siete plagas de Egipto, empezando por un incremento del paro en no sé cuántos millones de personas. Pero, ¿ocurrió algo de todo eso en 1963? Lo que ocurrió fue que España, lo sabe todo el mundo, vivió la mejor época económica de su historia durante los doce años siguientes. La mejor de su historia. Lean a Puig.