THE OBJECTIVE
Antonio Caño

El páramo de la democracia española

«Vivimos un proceso de descrédito de las instituciones que ha puesto a Vox con posibilidades de ser el partido más votado del país»

Opinión
2 comentarios
El páramo de la democracia española

Congreso de los Diputados | Efe

Una democracia está en problemas cuando las instituciones que la gobiernan se muestran inoperantes y la convocatoria de elecciones para renovarlas no se presenta como una solución. Me temo que esta es la situación en la que nos encontramos en España.

La semana que termina nos deja dos ejemplos alarmantes del deterioro que sufrimos: el asalto al ayuntamiento de Lorca, una prueba de los efectos que puede tener la demagogia de extrema derecha, y la triste sesión parlamentaria del jueves, de la que todo el Congreso salió desprestigiado por la confusa -y, tal vez, ilegal- aprobación de una ley que debía de haber sido paradigma del comportamiento político de España ante los fondos europeos. Estos son sólo los dos últimos jalones de un largo proceso de descrédito de las instituciones que ha puesto a Vox con posibilidades ciertas de convertirse en el partido más votado del país.

El ataque al sistema comenzó con la masiva propagación del discurso de odio de Podemos -precursor del «rodea el Congreso» y otras tácticas de intimidación-, continuó con la destrucción del Partido Socialista por parte de Pedro Sánchez, se consumó con la formación de una coalición de gobierno desleal, incoherente, frágil e impopular, se confirmó con los ataques a la justicia y el uso de la fiscalía al servicio del Gobierno, se volvió escandaloso con los sucesivos pactos con fuerzas políticas abiertamente hostiles a nuestra Constitución y acabó haciéndose casi irreversible con el estrepitoso fracaso de la oposición.

El páramo de la democracia española nos ofrece hoy el siguiente panorama: los dos partidos centrales del país están desprestigiados y con un futuro incierto -uno de ellos, bajo un régimen caudillista que lo ha dejado sin alma ni voz, y el otro, en manos de incompetentes que, en lugar de ilusión o confianza, generan burla-; el Ejecutivo camina solo, pero inexorable, hacia el abismo, sin mayoría que lo sostenga y sin más proyecto que el de salir en la foto de la próxima cumbre europea; el Parlamento se ha convertido en un mero trámite para despachar leyes, con nula capacidad como instrumento de control, aunque útil como altavoz para la propaganda.

Es probable que este espectáculo se prolongue todavía bastantes meses. Si algo ha aprendido el Gobierno en el tiempo transcurrido es que todo el mundo tiene un precio, por lo que, llegadas las circunstancias, siempre habrá alguien dispuesto a dar su voto a cambio de algo. Lo malo es que ese algo con lo que negocia Sánchez es siempre el Estado, que va así poco a poco perdiendo valor, relevancia y credibilidad entre los ciudadanos. O, tal vez, a la vista de la evolución de las encuestas y la incontenible jibarización del líder del PP, el presidente del Gobierno nos sorprenda con uno de sus tan celebrados golpes de audacia y convoque elecciones, en cuyo caso el horizonte no es más halagüeño.

Ninguna mayoría sensata se vislumbra como alternativa al caos actual. Es más, lo que empieza a asomarse es un duelo Sánchez-Vox, el primero como capitán de un ejército antifascista sólidamente unido en su odio a la derecha -a matar entre ellos en todo lo demás- y el segundo, también como un ejército, pero éste de rescate de la esencia española, aparentemente tan maltratada por estas décadas de democracia libertina y europea.

No es que uno crea que los españoles votarían mal, es que no tendrían mucho dónde elegir. Con algunas excepciones en la España interior, el PSOE es Sánchez, y Sánchez ya sabe todo el mundo lo que es: prometerá lo que sea necesario y hará lo que le interese. El candidato del PP será Pablo Casado, en quien habría que depositar una fe apostólica para augurarle como gobernante más éxitos que como jefe de la oposición. En Podemos todo son incógnitas: con qué nombre concurrirá, con qué candidato, con qué mensaje. Lo único seguro es que, aunque llevan ya tiempo pisando la moqueta del poder, tratarán de nuevo de presentarse como adalides de la rectitud moral y «la gente». Todo mentira, como se ha demostrado. Por último, el único partido constructivo que ha producido nuestra democracia en los últimos 15 años, Ciudadanos, es posible que resulte barrido por esta avalancha de despropósitos.

La democracia ha demostrado muchas veces en el mundo ser un sistema que sorprende con un vigor insospechado en las circunstancias más adversas. La democracia española está ahora asediada por el fanatismo ideológico y el oportunismo político. Hay que confiar en que esas fuerzas interiores que la mantienen con vida -el deseo de libertad, la voluntad de una convivencia pacífica, el instinto de progreso individual y de afecto colectivo- acaben imponiéndose.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D