THE OBJECTIVE
Antonio Caño

Hay que ganar esta guerra

«Si no se consigue contener a Putin en Ucrania y hacerle pagar un precio atroz por lo que ha hecho, Rusia no se parará en Ucrania»

Opinión
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Hay que ganar esta guerra

Concentración contra la invasión rusa en Ucrania. | EFE

Los expertos militares auguran que las tropas rusas pueden ocupar Kiev y otras grandes ciudades de Ucrania en las próximas horas después de haber infligido fuertes pérdidas al ejército de ese país. Eso no tiene porqué ser, sin embargo, el final de la guerra. La invasión se ha consumado, pero no la victoria de Rusia. Este acto de barbarie puede todavía salirle muy caro a Vladimir Putin y es necesario que la comunidad internacional, especialmente los países europeos, se impliquen al máximo para que así sea. Sólo de esa manera podrá evitarse que el expansionismo nacionalista del autócrata ruso se extienda más allá de las fronteras de Ucrania.

El plan de Putin no se está cumpliendo de acuerdo a sus expectativas. El avance de sus tropas es más lento de lo previsto. La resistencia encontrada está mucho mejor organizada y es mucho más fuerte de lo que se estimaba. El país ha demostrado una unidad inesperada, sus fuerzas armadas han ignorado el llamamiento de Putin a la rebelión y defienden a sus compatriotas, el presidente Zelensky se ha revelado como un verdadero líder nacional y, sobre todo, el pueblo de Ucrania, sus mujeres y hombres, están demostrando un valor épico. Todo está dejando en evidencia la patraña difundida por la propaganda rusa sobre un país sometido contra su voluntad a un régimen nazi. Si esto fuera una misión para liberar a los ucranianos, como decía Putin, las tropas rusas habrían sido recibidas con flores, no con los cócteles molotov que están fabricando las mujeres y los niños en sus escondites. Aunque la frontera con Polonia está abierta, la gran mayoría de los hombres se han quedado en su país a pelear y muchos que estaban fuera han regresado para defender su patria de esta abominable agresión.

Ucrania está resistiendo con bravura. Incluso si Rusia llega a ocupar Kiev, le será muy difícil mantener el control de la capital y del conjunto del país. Los recursos rusos son limitados, tanto los militares como los económicos. Esta guerra supone un coste muy importante para las arcas y el prestigio de Putin. Pese a no estar sometido a la opinión pública de un país democrático, la pérdida de vidas entre sus propias filas, superior a la prevista, y el empobrecimiento de la población rusa, acabará haciendo mella en su reputación y en su capacidad de conservar el poder. Si la guerra se prolonga sólo unos días más, Putin tendrá que recurrir a métodos aún más crueles para doblegar la resistencia ucraniana, lo que, a su vez, hará aún más insostenible su posición.

Es preciso aislar diplomática, económica y financieramente a Rusia, aunque ello constituya un sacrificio para los ciudadanos europeos

Con esa convicción, la comunidad internacional, especialmente Europa, debe estar a la altura del pueblo ucraniano y actuar con la mayor contundencia posible en su favor. Es preciso aislar diplomática, económica y financieramente a Rusia, aunque ello constituya un sacrificio para los ciudadanos europeos. Es necesario suministrar todos los recursos que precisen el ejército y la población de Ucrania. Los ucranianos están hoy defendiendo nuestra democracia y nuestro modo de vida. Ya que no vamos a luchar junto a ellos, lo mínimo que podemos hacer es ayudarles con todo lo que necesiten para sobrevivir en ese combate. Eso va a requerir un fuerte liderazgo dentro de los propios países europeos, donde existe escasa convicción a dar esta pelea, unos por razones ideológicas, porque siempre compartieron los motivos que ahora esgrime Putin, y otros por simple cobardía, porque no se atreven a decirle a quienes tienen que votarles que no es hora de política sino de sangre, sudor y lágrimas. Ya basta de declaraciones medrosas tranquilizando a los ciudadanos con el argumento de que a ellos no les va a pasar nada porque nosotros no nos vamos a meter con Rusia. Ya basta de infundir una falsa sensación de seguridad justificada por el repliegue y la indiferencia.  

Sí que estamos amenazados. Si no se puede ganar esta guerra, si no se consigue contener a Putin en Ucrania y hacerle pagar un precio atroz por lo que ha hecho, Rusia no se parará en Ucrania, como sabíamos que no se pararía en Crimea, como sabíamos que no se pararía en Dombass. Esta no es la guerra de Ucrania, esta es la guerra de Europa, el mayor ataque a nuestra libertad y a nuestra democracia que hemos conocido en ochenta años. Desde el último gran conflicto, Europa supo construir una paz y un modelo de convivencia ejemplares. Ahora toca defenderlos.

Nadie quiere perder calidad de vida. Es lógico pensar en las consecuencias que tendría para nosotros la ruptura completa con Rusia y quién sabe cómo podría reaccionar China a eso. He leído a expertos que advierten que la expulsión de Rusia del actual sistema de transferencias monetarias tendría un fuerte impacto en nuestras propias economías. Sería prudente, por tanto, actuar de la forma en que se puedan reducir al máximo esos efectos. Pero no habría nada más imprudente y funesto que no hacer nada. Quedarnos de brazos cruzados o limitarnos a lo que se ha hecho hasta ahora sería abandonar a su suerte al heroico pueblo de Ucrania y servirle a Putin la victoria en bandeja.

Aún estamos a tiempo. Putin no ha ganado y podemos impedir que gane. Aún es posible que esta jugada le salga mal, que Ucrania pueda de nuevo encontrar un espacio como un país libre, que la democracia europea se revalúe, que la OTAN se refuerce. Estamos a tiempo. El pueblo de Ucrania está ganando tiempo para nosotros

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