Sánchez, su banda y el 'Chanelazo'
«Tenemos una sociedad cada vez más crispada y polarizada. Hasta con Eurovisión»
«Albert Rivera tenía razón». Lo decía el otro día mi compañera Lupe Sánchez y es cierto: Pedro Sánchez tenía un plan y una banda para ejecutarlo. Recuerdo la feroz campaña de desprestigio que sufrió por decir lo de la banda, pero parece ser que, en realidad, Sánchez debía de pensar lo mismo, porque su Gobierno se dedicaba a espiar a sus socios. Si crees que tienes que espiarlos, resulta evidente que esas personas no son las adecuadas para formar parte de la dirección del país. Claro que tampoco había que ser del CNI para llegar a esa conclusión: en aquella época, los separatistas nos hicieron imposible la vida a los catalanes con un artefacto llamado Tsunami Democràtic.
Destrozaron Barcelona durante una semana entera de tal manera que los sufridos barceloneses salíamos de casa solo lo imprescindible porque, al caer la tarde, no sabías si podrías regresar a tu hogar ya que muchas calles se transformaban en auténticos campos de batalla e, incluso, algunos policías acabaron temiendo por sus vidas. Se estrenaron con la ocupación del aeropuerto de Barcelona y diputados de ERC y JxC animaron a la gente a ir a cometer este acto ilegal. Cómo para no sospechar de ellos, vamos.
Sin embargo, aunque Albert Rivera tuviera razón, acabó quedando como el gran culpable de la repetición electoral, pese a que Sánchez en ningún momento tuvo ninguna intención de pactar con Cs, entre otras cosas porque tenía a sus bases gritando «con Rivera, no» ante la sede. Felicitaciones a todos ellos: Sánchez pactó con populistas, separatistas y filoetarras, pero con Rivera, no, y este tuvo que sufrir una salvaje campaña de desprestigio en muchos medios de comunicación que incluía cuestionar su salud mental. Pero nada, oye, que si una mayoría, poderes fácticos incluidos, cree que es mucho mejor que la gobernabilidad esté en manos de Rufián y Otegi, pues estupendo, no hay duda de que tenemos lo que nos merecemos.
En estos dos años y medio de gobierno sanchista, España ha dejado de ser una democracia plena para ser una democracia defectuosa según el índice de The Economist y no hay institución del Estado que no hayan manoseado y degradado. Estos últimos días le ha tocado al CNI en lo que, intuyo, va a ser el principio del fin de Sánchez. Los separatistas montaron unas de sus burdas campañas para desprestigiar a España con un informe carente del mínimo rigor, dirigido por un colaborador de Puigdemont investigado por estar detrás de Tsunami Democràtic y que, además, ha mentido reiteradamente en su CV por lo que la respuesta más sensata hubiera sido desmontar el bulo.
Pero el Gobierno de Sánchez, una vez más, cedió al chantaje de los que quieren destruir nuestro país y se inmoló en público explicando que a ellos también los han espiado, dejando a nuestro país en una situación más que comprometida a poco más de una mes de que se celebre aquí la Cumbre de la OTAN. Además, han servido en bandeja de plata la cabeza de la intachable Paz Esteban como directora del CNI. Los separatistas no se van a conformar con eso, porque la caza mayor para ellos es Margarita Robles -que dilapidó todo su prestigio político en una dadaísta rueda de prensa-, y aunque de momento no la han conseguido, ya están un pasito más cerca. Y es que cuando las barbas de Ábalos veas cortar, pon las tuyas a remojar.
Pedro Sánchez sigue teniendo groupies, sin duda, pero cada vez le cuesta más mantener la ficticia propaganda de que el suyo es un Gobierno eficiente, cercano a los ciudadanos y que busca la concordia. Ya es más que evidente que nadie ha crispado tanto como ellos y no me refiero solo al desprecio insultante con el que se dirigen siempre a los diputados de PP, Vox y Cs, sino también a la polarización de cualquier aspecto de la vida. Creo que el caso más evidente es el de Eurovisión. Miembros del Gobierno apoyaron abiertamente a Rigoberta Bandini y a las Tanxugueiras y cuando Chanel se alzó con el premio en el Benidorm Fest, lanzaron tal campaña de acoso contra la pobre muchacha que tuvo que cerrar sus redes sociales.
Desde el PSOE y Podemos se la ha acusado de machista, de estar hipersexualizada e, incluso, de promover la prostitución con su canción. Los mismos que lloran porque a las mujeres no nos dejan enseñar una teta –no han debido de pisar la playa ni visto una película en los últimos 40 años- critican a Chanel por enseñar las nalgas, porque las mujeres solo podemos enseñar lo que ellos digan. Y ya, en el colmo del ridículo, Podemos llegó a cuestionar su triunfo llevando el tema de las votaciones al Congreso mientras CCOO, apéndice de Yolanda Díaz, pidió que se invalidara su victoria y que Chanel no fuera la representante de España en Eurovisión.
Pero, como a cínicos no hay quien los gane, tanto desde los perfiles oficiales de PSOE y Podemos en Twitter como la propia Yolanda Díaz, se apresuraron a arrimar el chanelazo a su sardina. Al final, esta bellísima catalana nacida en Cuba y despreciada por la izquierda patria y por racistas varios, ha lucido como nadie la bandera española y con su talento y el de su equipo nos ha dado el mejor resultado en Eurovisión en casi 30 años.
Es una pena que Albert Rivera no lograra convencer a los españoles de que tenía razón y que los que se quedaron con Ciudadanos tras su marcha se plegaran tan dócilmente a Sánchez con la ingenua idea de ser aceptados y poder rascar así algo de poder porque, a la vista está, no han conseguido ni lo uno ni lo otro. Y, mientras, España sigue en manos de Pedro Sánchez y su banda, con una democracia degradada, la peor gestión de la pandemia de toda Europa, los precios desbocados y una sociedad cada vez más crispada y polarizada. Hasta con Eurovisión.