THE OBJECTIVE
Manuel Arias Maldonado

Estado de la cuestión

«Dado que el PSOE necesita recuperar terreno, se espera que el siempre audaz Pedro Sánchez sorprenda con algún golpe de efecto»

Opinión
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Estado de la cuestión

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en un pleno en el Congreso de los Diputados | Eduardo Parra (Europa Press)

Acabada la exitosa reunión de la OTAN en Madrid, la política española vuelve a su convulsa normalidad: mientras el PSOE cae en los sondeos, la extrema izquierda lanza su enésimo proyecto de futuro bajo la batuta de la vicepresidenta Yolanda Díaz y lo que queda de Cs emprende un difícil proceso de refundación. Al otro lado, Vox sigue rumiando la decepción andaluza y el PP disfruta por ahora de la exitosa sustitución de Casado por Feijóo. Los nacionalistas catalanes, en fin, siguen a lo suyo: se niegan a cumplir las sentencias que les disgustan y permanecen impávidos ante las acusaciones de corrupción; bien saben que pueden contar con la indulgencia tribal de sus votantes.

Por su parte, la nueva visibilidad de Bildu (con quien el Gobierno pacta nada menos que el alcance de una ley de «memoria democrática» en pleno aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco) debe de inquietar al PNV, capaz de traicionar cualquier pacto si así conviene a sus intereses: que pregunten a Rajoy.

«Oiremos acusaciones infundadas y exageraciones tremendistas»

Bajo estas condiciones se celebra esta semana, finalmente, el Debate sobre el estado de la Nación. No conviene esperar demasiada brillantez retórica: el presidente del Gobierno es un orador discreto y nadie debate allí nunca sobre nada, empeñado cada uno más bien en colocar las frases que ha preparado el correspondiente gabinete de comunicación. Oiremos acusaciones infundadas y exageraciones tremendistas, además de no pocas mentiras y algunas medias verdades; la necesidad de movilizar a un electorado declinante quizá lleve al Gobierno a insistir en su simpática teoría de los poderes ocultos.

Tampoco espere nadie ninguna aclaración sobre cómo se introducirá una mayor disciplina fiscal (a la que como siempre nos plegamos por exigencia de Bruselas y jamás por considerarla un bien en sí mismo) mientras se aumenta el gasto militar y se incrementa la cuantía de las pensiones con arreglo al IPC: lo que se pierda en coherencia ya se recuperará en votos. 

Dado que el PSOE necesita recuperar terreno, como bien saben sus alcaldes y presidentes autonómicos a menos de un año de pasar por las urnas, se espera que el siempre audaz Pedro Sánchez sorprenda con algún golpe de efecto. Es verdad que la última crisis de gobierno resultó fallida; no está claro que hacer otra garantice mejores resultados. Y más que comunicar mejor, excusa de malos perdedores, se trata de gobernar mejor; algo difícil para un líder que carece de mayoría estable y no puede recurrir siempre al decreto. A diferencia de lo sucedido con Boris Johnson en Gran Bretaña, sin embargo, el líder socialista puede estar tranquilo; su partido se hundirá con él si hace falta, pero en modo alguno se le rebelará.

«En modo alguno puede decirse que el PSOE esté condenado a la derrota electoral»

Atención: en modo alguno puede decirse que el PSOE esté condenado a la derrota electoral, por más que esa sea la tendencia que detectan las encuestas; veremos qué nos depara el otoño. Pero ahora que Cs lucha por evitar la desaparición y al Gobierno se le acumulan los problemas, habría que preguntarse si la falta de acuerdo entre Sánchez y Rivera para pactar una coalición de gobierno tras las elecciones generales de abril de 2019 resultó tan beneficiosa para el PSOE (olvidémonos ahora de España) como parecía.

No hay necesidad de reanimar el debate teológico sobre las razones que explican aquel fiasco; digamos que ninguno de los dos puso interés en hacer posible esa coalición. Y aunque Sánchez logró acabar con Rivera, no está claro que su apuesta estratégica (la alianza entre el PSOE, la izquierda antisistema y los nacionalistas) le esté saliendo demasiado bien. «¡Con Rivera no!», gritaban los militantes. Tal vez acaben por arrepentirse.

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