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Fin del verano en Occidente

«Volviendo a ver el vídeo de Macron, me pregunto si dar malas noticias es un lujo que solo está al alcance de aquellos líderes que tienen claros sus principios»

Opinión

El presidente de Francia, Emmanuel Macron. | Europa Press

  • David Mejía es doctor por la Universidad de Columbia y profesor de Filosofía y Humanidades en IE University.

La invasión de Ucrania ha provocado dos grandes conflictos: uno bélico, que sufren los ucranianos, y uno económico, que con variable intensidad sufrimos todos. Al comienzo de la guerra, Europa y Estados Unidos impusieron a Rusia una serie de sanciones que los expertos insisten serán efectivas en el medio-largo plazo. Pero la crisis de liquidez rusa, que se pretendía casi inmediata, se hace esperar. Leo en The Economist que el PIB ruso descenderá un 6% este año, cuando se esperaba un descenso del 15%

Todo indica que, tras el shock inicial, el sistema financiero ruso se ha estabilizado, y el país encuentra en China el proveedor que necesitaba tras los embargos impuestos por Europa y Estados Unidos. Por lo demás, las ventas de energía generarán este año un superávit de 265 billones de dólares en las cuentas rusas, mientras en Europa la inflación se dispara y los gobiernos difunden variopintos planes de ahorro energético. Viendo el panorama, es legítimo preguntarse si no será Rusia quien está imponiendo las sanciones. 

El paulatino empobrecimiento de la población, el miedo al invierno, y la resignación ante una probable recesión ensombrecen los últimos días del verano en Occidente. Un verano que ha durado casi ocho décadas. Emmanuel Macron advertía hace unos días que no estamos viviendo una serie de crisis, digamos, convencionales, sino que estamos ante un giro que implica cambios radicales en nuestra manera de vivir y entender el mundo. Estamos, dijo, ante el fin de la abundancia, el fin de lo evidente y el fin de la despreocupación. 

«El fin de la abundancia se explica solo: escasez de energía, escasez de agua, escasez de materias primas»

El fin de la abundancia se explica solo: escasez de energía, escasez de agua, escasez de materias primas. El fin de lo evidente se refiere al debilitamiento de la democracia liberal en el mundo y al desdibujamiento de Europa como actor principal. El fin de la despreocupación es el sintagma más inquietante: la guerra vuelve a suelo europeo, la crisis climática golpea con toda su evidencia y a las amenazas a nuestra seguridad se suman las amenazas a nuestra ciberseguridad. 

El escenario que pinta Macron no anima al festejo, pero resulta reconfortante escuchar a un líder político dirigirse a los ciudadanos como adultos, dar malas noticias, augurar tiempos peores. Su intervención termina con una llamada al sacrificio como condición para salvaguardar nuestro régimen de libertades. Volviendo a ver el vídeo, me pregunto si dar malas noticias es un lujo que solo está al alcance de aquellos líderes que tienen claros sus principios.

6 comentarios
  1. Psilvia

    Si le digo la verdad, David, escuchar a Macron decir que asistimos al fin de la abundancia me causó bastante repelús. Se diría que todos los políticos españoles y europeos se han puesto de acuerdo en advertir que el invierno va a ser duro y que vienen tiempos difíciles, como si con ello quisieran excusar su despreocupación, desinterés, pésima gestión, cortoplacismo y su viva la vida, que, en conjunto son las negligencias que nos han abocado a la economía de guerra actual del sálvese quién pueda o «al fin de la abundancia».

    Esa supuesta advertencia, que no es más que una evidencia constatable desde hace meses, llega tarde y da la impresión que tiene un mero carácter defensivo para que los ciudadanos europeos que cada vez se van a ver excluidos del sistema en mayor número, sigan mirando el dedo de Putin y no se rebelen contra esta panda de burócratas, ineptos y vividores del sistema muy por encima de sus posibilidades intelectuales, estratégicas y de liderazgo.

  2. Grossman

    Dar malas noticias sin fuste es cosa de cretinos.

    “El fin de la abundancia” menuda melonada.

    La verdad es que Europa se ha caído del guindo, creímos, y yo el primero, que el comercio libre, la economía liberal que nos hace depender unos de otros traería La Paz.

    Mal, muy mal. La economía libre y cuanto más extensa mejor, trae la prosperidad pero no La Paz porque por encima de la estructura economía está la política y países poderosos gobernados por auténticos monstruos se ven, de pronto, con un poder económico del que carecían.

    Les importa un bledo hundir y arruinar a sus ciudadanos, miles de rusos mueren en una guerra sobre un imperio que nunca conseguirán, su poder económico se debilitará porque ya nadie confiará en Rusia ni en China.

    Hoy sabemos que pase lo que pase con la guerra el gas es una cuerda al cuello de la libertad y que todo lo que viene de China viene ensangrentado.

    Pero sí es cierto que los tiranos ganan la primera batalla, la de la propaganda, dirigentes humillados en una mesa kilométrica, hablan de nuestra futura pobreza en vez de ponerse a trabajar para cambiar este mundo en manos de sátrapas.

    Y gacetilleros, amigos de la superficialidad, nos cuentan que Rusia gana, a pesar de que un millon de rusos han abandonado su propio país victorioso.

    Putin como Hitler no ganará, además no puede ganar, el desastre energético, esperpéntico, levantado en Europa nos hará sufrir, pero hemos aprendido la lección, nunca más pondremos nuestra libertad en manos de tiranos, de políticos mediocres y de periodistas superficiales.

  3. ToniPino

    Europea lleva mucho tiempo desorientada en temas de defensa y seguridad nacional, industria, energía o tecnología. Putin, cuya única ideología es el nacionalismo y el imperialismo ruso, ha aprovechado la situación para atacar a Occidente. No es fácil hundir económicamente a un país cuando se depende de él en materia energética.

    Yo no sé si decir la verdad a los ciudadanos sobre los peligros y problemas de un país es propio de políticos con principios claros. Los dictadores tienen clarísimos sus principios y mienten impunemente. Macron ha preferido hablar claro porque es lo más realista.

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