¿Hartos de la pompa británica?
«La muerte de Isabel II ha hecho revivir a los medios tradicionales y ha puesto en evidencia la frivolidad y las limitaciones de las redes sociales»
«¡Qué la entierren ya de una vez!». La exclamación, muy repetida durante los últimos días, parecía unánime en las tan poco delicadas redes. Cualquiera diría que había un empacho de información sobre la muerte y las interminables ceremonias que ayer desembocaron en la apoteosis del funeral. Paradójicamente, a la vez que nos quejábamos de tanta pompa, todo lo relativo a la familia real británica no dejaba de ser tendencia día tras día. Por su parte, las cabeceras convencionales, la prensa seria, no dejaban de informar de un asunto de indudable interés. De nuevo las redes nos han pillado en una contradicción: decimos estar hartos de un asunto, pero la curiosidad, con frecuencia malsana, nos impele a no perdernos un detalle.
La web especializada PressGazette publicó la semana pasada un interesante estudio sobre la espectacular subida de audiencia de los principales periódicos británicos en todos sus formatos. La mayoría no experimentaban una subida de ventas y de tráfico semejante desde las elecciones americanas de 2020. Poco me parece. Otros incluso batían récords sin precedentes en su historia. Ni siquiera la pandemia y la invasión de Ucrania habían alcanzado tales cotas.
La prensa seria se crece ante acontecimientos de tal trascendencia. Aquí es donde las redes sociales manifiestan más nítidamente su carácter frívolo, chistoso y chismoso. Si alguien hubiera intentado seguir la información sólo a través de una de ellas, pongamos Twitter, se habría quedado con que el nuevo rey, Carlos III, tiene un problema con los tinteros, que Meghan se toca demasiado el pelo en señal de nerviosismo y que Camila es una estirada con cara de palo.
¿Alguien con dos dedos de frente se considera bien informado con esas gracietas? Estamos hablando de un acontecimiento de enorme trascendencia. La anterior sucesión en el trono fue la primera retransmitida por televisión, en blanco y negro, claro, para los tres millones de familias británicas que tenía un aparato entonces. Setenta años después, uno de cada cuatro británicos estaba ante el televisor a la hora del óbito y 4.000 millones vieron ayer el funeral.
«Si alguien hubiera seguido la información sólo a través de las redes se habría quedado con que Carlos III tiene problemas con los tinteros y que Meghan se toca demasiado el pelo»
Que estamos ante un acontecimiento de una trascendencia histórica lo reconoce incluso la prensa de tendencias republicanas. Especialmente curioso es el caso del izquierdista The Guardian. El viernes 9, el día posterior a la muerte de la reina, el diario fue el que menos páginas de toda la prensa generalista británica dedicó al deceso real. Sin embargo, duplicó sus ventas habituales en papel. Y el día anterior, el mismo de la muerte, el tráfico en su web había alcanzado una cota de un cuarto de millón de páginas vistas por minuto, convirtiendo la noticia en la más leída de todos los tiempos.
Podrá gustar más o menos una historia. Pero lo que no puede hacer es despreciarla, minusvalorarla o frivolizarla. Hay que reconocer que hay algunas personas que no están interesadas. El mismo The Guardian se ha visto obligado a publicar cartas de lectores criticando «su propia cobertura continua» e instándolo a no «unirse a la histeria y el infantilismo del resto de los medios del Reino Unido». Pero las audiencias indican que son minoría.
La muerte de la reina y posterior coronación de Carlos han sido una gran oportunidad para los diarios tradicionales. Independientemente de su postura editorial, la mayoría de los medios han hecho una exhibición de poderío, con informaciones, perfiles y análisis rigurosos así como un gran despliegue gráfico, tanto de fotografías como de infografías. Sólo hay que repasar las portadas de Liberation, The Times o el propio The Guardian, que convirtieron sus primeras páginas en auténticas obras de arte.
La historia demuestra que los grandes acontecimientos sirven de palanca en el desarrollo de los medios. Las audiencias no se hartaron de la buena información sobre la Segunda Guerra Mundial, las investigaciones del Watergate o los atentados del 11-S. Si la coronación de Isabel II fue un gran impulso para la televisión, su muerte ha hecho revivir los medios tradicionales y poner en evidencia la frivolidad y las limitaciones de las redes sociales. Esperemos que no sea flor de un día.