¿Hacia un nuevo tripartito?
«Una alianza de ERC, PSC y los Comunes no será un tripartito formal sino fáctico: un bloque parlamentario que mandará en Cataluña y en el Congreso de Madrid»
Les voy a hablar de política catalana pero, por favor, sigan leyendo, intentaré no alargarme mucho. Ya sé que están muy hartos de este tema, yo también, pero uno no siempre es original, nos repetimos en otras cuestiones y quizás en esta podamos estar en un punto de inflexión que alumbre un giro relativamente nuevo. En todo caso, perdonen las molestias y vamos a ello.
Mañana por la noche se abrirán las urnas, tras dos días de una especie de referéndum interno, y sabremos si los aproximadamente seis mil militantes de Junts aprueban o no seguir en el Gobierno de la Generalitat en coalición con Esquerra Republicana. El resultado parece incierto aunque todos los pronósticos coinciden en considerar que será igualado. Otra formación política partida por la mitad, el procés devora a sus hijos.
Los que recordamos otras épocas, nos parece increíble que el partido que teóricamente es la continuación de la vieja Convergència de Jordi Pujol y Miquel Roca recurra a estos métodos populistas pero así es, los tiempos cambian y los sucesores de aquellos consistentes líderes nacionalistas ni de lejos han dado la talla de sus antecesores: su capacidad para liarla es infinita.
«ERC quiere sacarse de encima a Junts sin que se note»
Pero si el resultado es negativo, es decir, si los militantes que vayan a votar rechazan por mayoría seguir en el Gobierno y ERC queda en solitario, algunos se van a alegrar: la misma Esquerra, el PSC y el Gobierno de Pedro Sánchez. Con un cierto retraso habrán logrado lo que pretendían en las últimas elecciones: volver a formar un gobierno tripartito como en tiempos de Zapatero con Maragall y Montilla. La adhesión de los Comunes de Ada Colau se da por descontada. No será un tripartito formal e inmediato sino fáctico: un bloque parlamentario que mandará en Cataluña y en el Congreso de Madrid. ERC quiere sacarse de encima a Junts sin que se note.
En efecto, en las últimas elecciones autonómicas de 14 de febrero de 2021, Aragonés alcanzó la presidencia por mayoría absoluta en la segunda investidura gracias al apoyo de Junts tras un dificultoso pacto. Pero el auténtico deseo de ERC era pactar con el PSC para desbancar a Junts del liderazgo independentista y tener mayor influencia en el Gobierno de Sánchez. Esto último lo ha conseguido y la torpeza de un sector de Junts -con Puigdemont a la cabeza y Laura Borrás como su delegada en el interior- al dividir a su partido seguramente hará que logre lo segundo sea cual sea el resultado del referéndum interno del viernes.
Desde cierta prensa de Madrid, y también de Barcelona, próxima al Gobierno de Sánchez, se suele decir que la estrategia del PSOE ha tranquilizado la situación política catalana. A mi modo de ver, nada más erróneo. Ciertamente, no se incendian contenedores en la plaza Urquinaona como tras la sentencia del Tribunal Supremo sobre los líderes independentistas. Pero esto no es un signo de apaciguamiento, ni mucho menos. El único signo de que las posiciones nacionalistas/independentistas están debilitadas sería una derrota electoral y una Generalitat dirigida por los partidos constitucionalistas. Esto no es una quimera, puede suceder si se dan dos condiciones.
La primera es que los ciudadanos no se abstengan como en las últimas elecciones de 2021: se pasó de una participación del 79% en 2017 al 51% en 2021, con el no pequeño detalle de que apenas aumentó el voto de los nacionalistas y del PSC, mientras que descendió de forma abrupta el de Ciudadanos y menos pronunciada pero significativa el del PP. Por tanto, muy buena parte de los no nacionalistas se abstuvieron. Sólo Vox -nacionalistas españoles que votan por reacción- irrumpieron con empuje aunque limitados, de momento, por su escasa implantación. Un panorama desolador.
«En el Parlamento de Cataluña apenas hay oposición al Gobierno nacionalista»
La segunda condición, mucho más difícil de conseguir, es que el PSC se incorpore al bloque constitucionalista y deje de apoyar a ERC. Ante esta cuestión, los socialistas catalanes se dividen en dos: o bien son nacionalistas tibios, o están acomplejados ante los verdaderos nacionalistas, les entra la flojera cuando piensan que se les considerará «malos catalanes». En la actual situación, además, Pedro Sánchez necesita a ERC -que así arrastra a Bildu- para sus mayorías parlamentarias en el Congreso y el apoyo implícito de los socialistas catalanes a los de Aragonés en Cataluña es manifiesto, incluso en cuestiones tan injustificables desde un punto de vista socialista – además de manifiestamente inconstitucionales-como el apoyo a la nueva ley de inmersión lingüística en las escuelas que ha impedido, por el momento, que se incumpla una bien fundamentada sentencia judicial, ratificada por el Tribunal Supremo.
A consecuencia de todo ello, en el Parlamento de Cataluña apenas hay oposición al Gobierno nacionalista -más allá de sus propias peleas internas- porque el PSC está confabulado con ellos y los necesita en Madrid, y el constitucionalismo está todavía en horas bajas. Así van avanzando, lentos pero seguros, las huestes de Junqueras y Aragonés, con la complacencia socialista, y volverán a la carga, ho tornaran a fer, de otra manera pero ho tornaran a fer, cuando la ocasión les sea propicia.
Esta vez no se enfrentarán a un débil gobierno como el de Rajoy sino a un Gobierno cómplice como el de Sánchez, con sus vergonzosas mesas de negociación. El nacionalismo catalán no está apaciguado sino convencido de que mediante el apoyo socialista, con el nuevo tripartito de hecho, alcanzará sus fines. Que le salga bien o mal habrá se habrá de ver. ¿Cuánto faltan para las elecciones generales?