THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Los viejos del Sindicato de Estudiantes

«Hay que crear el fantasma del fascismo machista que nos acecha y hacer negocio personal, labrarse una carrera política y vivir del cuento»

Opinión
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Los viejos del Sindicato de Estudiantes

El rapero Pablo Hásel. | Europa Press

Coral Latorre es una señora de 27 años. Dirige el Sindicato de Estudiantes. Lleva años haciéndose pasar por alumna de algo, lo que sea, pero es una meritoria de la política. Con todo su cuajo trotskista ha declarado a una web de izquierdas: «Hay que enviar un mensaje muy claro para que reflexionen sobre lo que han hecho. Y es que el machismo no es ninguna broma». 

La web da la noticia de forma rimbombante: «Decenas de universitarios…». Mañana, más periodismo. Hoy, no. A ver. Las universidades madrileñas tienen más de 350.000 alumnos, y el grupo de manifestantes no pasa de dos docenas. No es noticia, pero no importa. Hay que meter caña. El objetivo es echar a los pobres desgraciados del Colegio Mayor que dijeron cuatro idioteces «machistas», porque son unos «fascistas» y carecen de derechos.

Da igual que dicha señora Latorre tenga edad para confesar que lleva años sin estudiar. Es lo mismo. Hay que crear el fantasma del fascismo machista que nos acecha y hacer negocio personal, labrarse una carrera política y vivir del cuento. El episodio es uno más para añadir al historial de una organización que solo funciona como trampolín personal de sus dirigentes. 

Dicho sindicato tiene la tradición de estar dirigido por vividores y cuentistas. Tohil Delgado fue su secretario general entre 2008 y 2013 sin estar matriculado en ninguna asignatura. Vestía como un niño para dar el pego pero tenía entonces 28 años. Ana García, que lo fue entre 2013 y 2019, dejó el cargo sindical a los 33 años, una década después de licenciarse. Como no se colocó en Podemos, pidió el voto para Bildu en 2020. 

«Su preocupación por el machismo no impidió a Latorre defender en 2021 la ‘libertad de expresión’ de Pablo Hásel»

Lo mismo hizo la actual secretaria general del susodicho sindicato, la tal Coral Latorre. Recomendó un voto a los filoetarras para luchar contra la «derecha española», sacar la religión de las aulas y conseguir la autodeterminación. Aquí no acaba el historial democrático de la madura líder estudiantil que no estudia. 

Su preocupación por el machismo no impidió a Latorre dirigir manifestaciones en 2021 para defender la «libertad de expresión» de Pablo Hásel, un tipo de izquierdas muy machista. Esto es especialmente grave por tratarse de un personaje público. Voy a copiar algunos de los tuits de Hasel. Ojo, no son aptos para progres sensibles:

  • «Me ofende que esa zorra crea que voy a hacerle caso por tener coño y dos tetas» (23/9/2012).
  • «Más quisieran esas que me llaman machista por decir zorra que las trataran como trato a la chica que amo» (23/9/2012).
  • «Bukkake para todas esas piradas que nos pintan a todos los hombres como maltratadores en potencia y les gustaría que solo hubiera mujeres». (28/3/2012).
  • «Escribo poesía, sí, también puedo decirte: vete a comer pollas zorra hija de la gran puta». (11/4/2012).

Es posible que si esto mismo lo hubieran dicho los atontados del Colegio Mayor no-sé-qué, la tal Coral Latorre estaría muy ofendida, quizá azorada y atribulada, con el megáfono en una mano y la bandera antifascista en la otra. Normal, porque sería más carnaza para justificar el puestecito. 

No digo nada si el hit de Echenique titulado Chúpame la minga, Dominga lo hubiera cantado Santiago Abascal. O si Feijóo, definiéndose como el macho alfa del PP, hubiera babeado con un «los feministas follan mejor» o sugiriese que «azotaría a Mariló Montero». Arde Troya.  

El vídeo de la manifestación de dicho sindicato a la puerta del metro es enternecedor. Es un grupito bien ordenado, aseado y con su mochilita. Llaman la atención las banderas moradas con letras blancas y alguna republicana. Es mezclar churras con merinas, y no me refiero solo a los manifestantes. Corean lo de siempre porque la Universidad es suya, como la calle, el barrio y la libertad, y de nadie más

«Esos estudiantes, dirigidos por una señora cercana a la treintena, tienen bien aprendidas las bases del pensamiento totalitario»

En el vídeo sale un cayetano de izquierdas, con sus auriculares caros al cuello, el flequillo al viento del progresismo, y la ropa de marca buena y a la moda. Es uno de esos chiquilicuatres que tuitean sobre la clase obrera mientras el chófer de papá busca un atajo en Aravaca. «Habla tú, Borja Lenin, que tienes más facilidad de palabra». Y le ponen cuatro micrófonos y cinco móviles de currante cerca de la boca. 

«¿Qué diría Errejón?», piensa Borjita para inspirarse, y lo suelta: «Hay que cambiar los valores de esta gente, para que piense como nosotros, que pensamos muy bien. Y si no quieren, se les obliga. Porque ahí estudió Pablo Casado, ¿sabes?». Tiene un aire a Woody Allen que hace sonreír, sobre todo cuando levanta los deditos para dibujar comillas en el aire al decir la palabra «élite»

Bueno es saber que esos estudiantes, dirigidos por una señora cercana a la treintena, tienen bien aprendidas las bases del pensamiento totalitario. He aquí lo que defienden: «No es admisible alguien que no piense, actúe y hable como nosotros. Deben ser reeducados o expulsados de la sociedad los que no comulguen con la corrección política». En fin, basta, porque es tan perfecto que ya sobran los eslóganes del Gran Hermano. 

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