THE OBJECTIVE
Ignacio Ruiz-Jarabo

¿Le pasa algo a Sánchez?

«Que no fuera capaz de tener el obligado respeto institucional al Jefe del Estado por su enfermiza incapacidad para soportar el ruido del viento levantado contra él resulta alarmante en alguien que tiene la responsabilidad de presidir el Gobierno de un país»

Opinión
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¿Le pasa algo a Sánchez?

En las últimas 48 horas, varias actuaciones de Pedro Sánchez han evidenciado que, en mi opinión, su equilibrio emocional pasa por un momento ciertamente crítico. Su conducta en los dos últimos días indica que en estos momentos se encuentra anímicamente “tocado”. 

Ya se sabía por lo sucedido en otros actos que el presidente del Gobierno carece del cuajo suficiente para aguantar unos cuantos gritos y abucheos en público. Pero desconocíamos que la dimensión de su miedo escénico le pudiera llevar a incumplir el protocolo hasta el punto de llegar después que el Rey al inicio de los actos del 12 de octubre. Que no fuera capaz de tener el obligado respeto institucional al Jefe del Estado por su enfermiza incapacidad para soportar el ruido del viento levantado contra él resulta alarmante en alguien que tiene la responsabilidad de presidir el Gobierno de un país. 

Es posible que lo descrito alterara su estado de ánimo o no, pero es lo cierto que durante el resto de la jornada volvió a dar varias muestras de una posible pérdida de control sobre sus palabras y actos. Por empezar, preguntado por los periodistas por su desaire de la mañana al jefe del Estado, desvió la culpa a la Casa Real, aduciendo que ésta fijó la hora -10,45- en la que él debía salir del Palacio de La Moncloa. Si, pero con el tráfico despejado para que su vehículo oficial rodara sin interrupción, tan solo circulando deliberadamente despacio se podía llegar al destino pasadas las 11 h. Esa reacción absolutamente infantil de echar la culpa al compañero y con una excusa tan débil que se desacredita sola es impropia de una persona adulta en condiciones psicológicas normales.

Después, y según cuentan las crónicas, en los corrillos post-besamanos aprovechó para arremeter contra el líder de la oposición y su postura de abogar por la independencia política del CGPJ.  Es evidente que no era el acto para criticar a un rival político y Sánchez lo sabe de sobra. Además, siendo Gobierno le sobran sitios y momentos para que él y los suyos critiquen a los opositores. Por ello, que lo hiciera en un acto protocolario de la fiesta nacional pone de manifiesto que le asola un estado de ansiedad más que inquietante. Pero es que, además, el contenido de su crítica no hizo sino poner palos en la rueda del posible acuerdo Gobierno-Oposición para la renovación del órgano que dirige el Poder Judicial. Que mientras Bolaños y Pons se afanen en sondear las claves del posible acuerdo, él utilice el Palacio Real para dificultarlo revela una situación de desequilibrio alarmante.

Sánchez finalizó la jornada del 12 de octubre abandonando el acto antes que el Rey, incumpliendo de nuevo una tradicional regla protocolaria. ¿Sentía la necesidad de una autoafirmación tan grosera? ¿Era incapaz de permanecer más tiempo a la vista de todos? ¿Le agobiaba tan sobremanera la prolongación de una exposición pública? Solo él y los que le rodean saben realmente lo que le sucede a Sánchez, pero todos podemos percibir que los síntomas no son nada tranquilizantes.

Pasado el día de autos y ya en la tribuna del Congreso de los Diputados, ayer Sánchez volvió a evidenciar un síntoma de su mal. Estaba refiriéndose a cuestiones de política fiscal y de repente le asaltó uno de sus demonios y, sin venir a cuento, decidió embestir contra la Comunidad de Madrid y su presidenta. Lo de menos es lo que dijo pues se trataba de una fake como pocas horas después pudo certificar el consejero madrileño de Sanidad. Lo relevante es la nueva manifestación de esa neurosis obsesiva contra Diaz Ayuso que padece Sánchez. Definitivamente, parece que necesita ayuda y cuanto antes la reciba, mejor. 

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