THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Benedicto

El xiísmo hundirá China

«Un modelo que maltrata a sus expresidentes, con una economía que hace agua y políticas que ahogan la disidencia, quizá implosione antes de lo que esperamos»

Opinión
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El xiísmo hundirá China

El líder chino, Xi Jinping. | Reuters

Las imágenes del expresidente Hu Jintao sacado a la fuerza del XX Congreso del Partido Comunista Chino, sin que el supremo líder Xi Jinping se inmute ni le mire a la cara, y la de todos los delegados votando al unísono las enmiendas propuestas son un símbolo de la debilidad y del miedo que produce la dictadura comunista.

El temor infundido por el xiísmo del régimen chino corroe la política interna, la economía y las relaciones exteriores del país. El pragmatismo de Deng Xiaoping ha muerto ante la vuelta de la ideología marxista-leninista de Xi que todo lo impregna. El Partido Comunista se ha convertido en el Gran Hermano totalitario que reprime la disidencia, restringe al sector privado o da órdenes al Ejército ante una futura guerra con Taiwán. 

En cuanto a la política interna, Xi centraliza el poder y se convierte en una divinidad de culto que podría presidir la República Popular de por vida tras la supresión del límite constitucional de dos mandatos y la purga realizada en el partido que le permite tener un Politburó y un Comité Permanente a su medida. Esta manera de apretar las filas en torno al líder máximo es un síntoma de que hay división dentro del partido. Las campañas anticorrupción, que el presidente desplegó desde 2012 para supuestamente salvar al partido, no fueron más que una manera encubierta de deshacerse de los disidentes y mantener en el poder a sus fieles, que pueden enriquecerse a sus anchas siempre y cuando mantengan la lealtad al líder supremo. Pese al control de internet y las redes sociales mediante tecnologías de vigilancia social y de tener una élite nacionalista educada dentro de China, la incertidumbre sobre crecimiento económico podría hacer estallar la dictadura comunista. 

«Los empresarios críticos con el régimen son condenados a prisión o desaparecen de la vida pública»

La economía china no funciona desde hace un tiempo. El xiísmo no confía en un sector privado al que ve como una amenaza, refuerza las empresas estatales y establece el control del partido sobre las compañías privadas tanto a la hora de seleccionar a los altos ejecutivos como en la toma de decisiones, lo que ha sido contraproducente para el crecimiento. Los empresarios que se muestran críticos con el régimen son condenados a prisión o desaparecen de la vida pública. Según la universidad de Tsinghua más de tres millones de empresas privadas cerraron en la primera mitad de 2022 y el desempleo juvenil no deja de aumentar.

El Gobierno chino pronosticó un crecimiento del PIB para 2022 del 5,5%, una cifra que ya no creen ni entidades públicas como el Banco de China que habla de un 3,5% o analistas que lo sitúan en el 2%.  La crisis inmobiliaria y la nefasta estrategia de Covid cero liderada por Xi han llevado al país a la desaceleración económica. La burbuja en el sector de la vivienda, que representa más del 20% de la actividad económica y la mitad del crecimiento de China en los últimos años, pueden dar lugar a una recesión prolongada. Si a esto le añadimos las dificultades para aumentar el consumo interno debido a los problemas de movilidad y estrictos controles fronterizos impuestos por la política contra la pandemia, el destrozo de la economía es patente, pero también el malestar social que produce. Las incertidumbres en la cadena de suministros por el cierre de grandes ciudades y puertos y la falta de transparencia en los últimos tiempos sobre datos clave de comercio, PIB, propiedades y ventas minoristas, ahuyentarán a la inversión exterior. 

«En ocasiones, la manera que tienen los dictadores de ocultar sus fracasos es iniciar una guerra»

En ocasiones, la manera que tienen los dictadores de ocultar sus fracasos económicos y políticos es iniciar una guerra. Xi Jinping no solo es el jefe del partido sino también es el comandante en jefe del Ejército chino, que no ha dejado de modernizarse durante los últimos años. Durante el Congreso ha ordenado a sus militares que se prepararen para una acción en Taiwán, si la reunificación no se produce de manera pacífica. Ese tipo de amenazas también muestran la debilidad del país ante un conflicto con Estados Unidos. 

La política exterior de China cambió del perfil bajo con Deng Xiaoping a un mayor protagonismo bajo Xi Jinping con reclamaciones territoriales en el Mar de China, conflictos fronterizos con India o maniobras de bloqueo marítimo y aéreo de Taiwán. La mayor asertividad de Beijing en las relaciones exteriores se ha transmitido a sus diplomáticos que cada vez son más rudos e impertinentes a la hora de defender el modelo chino con lo que denominan diplomacia del guerrero lobo. 

El sueño chino de Xi de convertir su país en un Estado rico y fuerte en 2049, coincidiendo con los 100 años de la fundación de la República Popular, por encima de Estados Unidos y la Unión Europea podría ser una entelequia. Un modelo que maltrata en público a sus expresidentes, con una economía que hace aguas en manos del partido, y políticas que ahogan la disidencia y provocan malestar social, quizás implosione antes de lo que esperamos. El xiísmo perpetúa a su presidente en el poder, pero el barro marxista leninista que lo sujeta podría hundirle en cualquier momento.

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