THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

Una enorme transferencia al País Vasco y Navarra

«Pasar de un sistema de caja única, como la Seguridad Social, a la Administración Central supone una transferencia del resto de España a esos territorios»

Opinión
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Una enorme transferencia al País Vasco y Navarra

Bandera del País Vasco. | Unsplash

La lógica del sistema de pensiones es perversa. Las de ahora las pagan las aportaciones del momento de los trabajadores. El primer sistema se diseñó en Alemania bajo el Gobierno de Bismark. La edad de jubilación coincidía grosso modo con la esperanza de vida, una vez superada la infancia. En particular, la esperanza de vida a los 30 años en 1889, cuando se aprobó el sistema, era 63,5 años para los hombres y 65,6 para las mujeres. Y la edad de retiro se fijó en los 70 años; luego se redujo a los 65, en plena Gran Guerra, edad que se extendió a los Estados Unidos y a otros países. La base del pasivo del sistema era muy estrecha, la del activo muy ancha, por lo que el coste por trabajador era mínimo. 

A medida que nos hemos ido enriqueciendo, la previsión de cuántos años vamos a vivir no ha dejado de subir. En los años 50, Alemania alcanzaba la esperanza de vida al nacer que en 1890 tenían quienes habían superado la terrible mortalidad infantil. Hoy supera los 80 años. Eso quiere decir que allí, y en el resto del mundo, tanto el número de personas como el número de años que esa población está cobrando del sistema se han multiplicado. La pirámide de la población se ha estrechado por su base, y el peso del sistema cae proporcionalmente sobre menos hombros. 

El sistema es contributivo: el pago de las pensiones se calcula a partir de la contribución que se haya hecho al mismo. Como los sueldos han subido, quienes se jubilan hoy lo hacen con mayores pensiones cada año. Pero en España los últimos sueldos, los que hacen aportaciones ahora al sistema, se han estancado.

Calculados en euros de 2021, el sueldo medio en España en 2000 era de 27.300, y en 2021 de 27.483; es decir, que ha crecido sólo un 0,7% en 21 años (el crecimiento de los salarios en ese tiempo en Portugal ha sido del 3,7%, en la OCDE del 19,3%, y en Estonia del 154,3%).

Por otro lado, en 2000 la pensión media de jubilación era de 535 euros, que se corresponde con 821 euros de 2021. Y la pensión media el año pasado fue de 1,196 euros: un 45,7% más que hace 21 años, en términos reales. 

«Las cotizaciones a la Seguridad Social son un impuesto sobre el trabajo»

El sistema público de pensiones es insostenible. El déficit es la precisa medida del fracaso del sistema: las aportaciones al mismo quedan cada vez más y más lejos de los pagos que tiene que hacer. 

La primera reacción ante esta situación ha sido la de aumentar el peso que soporta cada trabajador. Las cotizaciones a la Seguridad Social son un impuesto sobre el trabajo. Cuando el Gobierno quiere reducir una actividad, una de las medidas que arbitra es aumentar los impuestos. ¿Qué ocurre si ese aumento recae sobre el trabajo? Pues eso mismo; que el empleo se reduce.

Queda el recurso de reducir los beneficios del sistema. Eso sería reconocer el fracaso del mismo, desmentir la mayor promesa del Estado del Bienestar. Y eso no lo quieren ni los políticos ni la opinión pública. De modo que este autoengaño masivo se resuelve haciendo que el déficit lo sostengan los impuestos, y ahí pagamos todos: trabajadores, consumidores, ahorradores, inversores…

Bueno, todos no. El profesor Juan Ramón Rallo explicó hace tiempo que pasar de un sistema de caja única, como todavía es el de la Seguridad Social, a la Administración Central del Estado, cuya caja no es única, supone una transferencia del resto de España al País Vasco y a Navarra.

Es decir, si el déficit lo asume la Seguridad Social, lo pagamos todos los españoles, dado que es un sistema único. Aunque supone cierta transferencia de renta de las regiones más jóvenes a las menos jóvenes, su cuantía es pequeña y forma parte de la lógica del sistema.

Pero si el déficit lo asume la Administración Central, la situación es distinta. Aquí, vascos y navarros hacen una aportación al sistema mucho menor. El cupo es la contribución, a la baja, que hacen sus ciudadanos al fisco. Cuando hay una transferencia del déficit de las pensiones a un fondo (la Administración Central) al que apenas contribuyen, pero que paga las pensiones de todos, incluyendo las suyas, estamos ante una gran transferencia del resto de España hacia esos territorios. Y eso que no son más españoles que nadie; ahí está el artículo 14 de la Constitución para desmentirlo. 

«Sánchez está en el poder gracias a que regala el presupuesto y las instituciones a sus apoyos políticos»

Cuando Rallo publicó su primer artículo sobre esta cuestión, un mandao le dijo que el asunto no importaba, porque la transferencia que se hacía a los territorios del cupo se tendría en cuenta con el nuevo cupo. No ha sido así. Ya saben, Sánchez está en el poder gracias a que regala el presupuesto y las instituciones a sus apoyos políticos. 

No es que el País Vasco tenga el mismo problema que el resto de España. La población creció allí década a década hasta 1980. Desde entonces, y ya con el nacionalismo en el poder, la población en aquella región no sólo dejó de crecer, sino que perdió en los dos siguientes decenios más de 150.000 personas, según Julio Alcaide Inchausti. 

Este verdadero exilio interior es un grave problema práctico derivado del nacional socialismo. Por la parte ideológica, expulsar a los resistentes tiene efectos muy beneficiosos en una democracia avanzada como la española, en su réplica vasca. Les han mandado a votar a otro lado. Pero desde el punto de vista racista, el éxito del nacionalismo vasco es más discutible. ¿Cómo se tomarán Urkullu y el resto de dirigentes del partido de Sabino Arana que la mitad de los nuevos cotizantes a la Seguridad Social sean extranjeros? Es difícil de saber; su racismo está tamizado por el tiempo, y los principios han cedido ante la conveniencia. 

Es difícil conocer, quizás sea imposible, el balance de esa expulsión sobre las pensiones allí. Al sistema le da igual, porque es común. Pero si rompemos también la caja de las pensiones, ya deja de serlo

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