THE OBJECTIVE
Adrián Vázquez Lázara

El futuro está en la dirección opuesta

«España es una anomalía europea en las políticas de gasto»

Opinión
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El futuro está en la dirección opuesta

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Mal negocio lo de ser joven en España. No basta con sufrir el desempleo en un porcentaje muy superior al de la media europea o haber padecido los efectos de la pandemia en el mercado laboral y en su situación económica. A un presente complicado hay que añadirle un futuro hipotecado por las medidas que se adoptan y por la deuda que se acumula.

Con duras y, sobre todo, inciertas campañas electorales en el horizonte, el Gobierno acaba de anunciar (con el apoyo del PP, entre otros) una nueva subida de las pensiones del 8,5%. Es obvio que forma parte del objetivo de seguir en La Moncloa cueste lo que cueste, y eso incluye el futuro de las nuevas generaciones. 

España tiene uno de los sistemas de pensiones más generosos de la UE en comparación con los salarios. Aún así, el Gobierno sigue aumentando esa parte del gasto público en una proporción muy superior a la media europea. Ahora, con la reforma planteada por el Gobierno, nuestro país disparará su gasto anual en pensiones por encima del 16% del Producto Interno Bruto en 2050, según los datos del Banco de España. ¿Resultado? España se convertirá en el país que destine una parte más significativa de su PIB al pago de pensiones.

Los ingresos de los trabajadores entre 25 y 49 años apenas han aumentado un 8% en los últimos 14 años, mientras que en Alemania lo han hecho en un 35% y en Francia han crecido un 22%. En el caso de los jóvenes entre 18 y 24 años, sus ingresos han aumentado un 7%, frente al casi 40% de los mayores de 65. De nuevo es una anomalía frente a los ingresos de los más jóvenes en las economías europeas de relieve: un 29% más en Alemania, un 11% en Italia.

Comparemos ahora con la educación, otra clara inversión de futuro. De las cuatro grandes economías de la zona euro tenemos el gasto educativo más bajo. España gasta el 12,7% del PIB en el pago de pensiones, pero solo un 0,94% en su sistema universitario o un 0,75% en su sistema educativo secundario. Estamos por debajo de la media europea en inversión en educación, y el paro juvenil es, junto al de Grecia, el más alto de la UE. 

Para colmo, la propuesta de revalorización de las pensiones es injusta en términos de progresividad e igualdad. Es una subida generalizada que no discrimina entre los niveles de renta de los pensionistas, de forma que el 20% de los pensionistas más acomodados van a ver aumentados sus ingresos en 4.528 millones de euros, mientras que el 20% de los más pobres los aumentarán en solo 681 millones de euros.

Es evidente que la reforma de las pensiones elaborada por el Gobierno, que incluye la indexación por la ley de las pensiones en general, es una anomalía entre las cuatro grandes economías de la zona euro. En Alemania no existe automaticidad para el ajuste de las pensiones en función de la inflación. De hecho, los ajustes anuales dependen básicamente de la evolución de los salarios de los trabajadores. En Francia hay una indexación solo parcialmente automática. Por ejemplo, en 2019, la revalorización se fijó en el 0,3% (en lugar de 1,6%) y en 2020, las pensiones superiores a 2.000 euros se incrementaron solo un 0,3% (frente al 1% para pensiones bajas).

«La cruda realidad de España es que la inversión en futuro es más raquítica porque no vale para ganar las elecciones a corto plazo»

Más ejemplos: en Portugal se acaba de limitar la subida media de sus pensiones al 4%, a pesar de tener una situación económica más favorable que España en términos de déficit. Además, el Gobierno diferenciará las subidas de las pensiones en función del valor de la prestación recibida. De este modo, las pensiones más bajas recibirán la subida más alta. En Italia solo las pensiones bajas están sujetas a una indexación automática por parte del gobierno. Incluso en países con dificultades financieras, como Grecia, las pensiones han permanecido congeladas hasta 2022.

La cruda realidad de España es que la inversión en futuro es más raquítica porque no vale para ganar las elecciones a corto plazo. Por eso se prefiere invertir en los pensionistas, que son más y votan más, y lo hacen tanto el PSOE como el PP. Un análisis de Sociométrica del estudio postelectoral del CIS de las generales de abril de 2019 reveló que la edad media del votante del PSOE es de 56 años, solo por detrás de la del PP, con 59 años. Por eso ambos se permiten disparar el gasto y no ser sensibles con la suerte de las generaciones futuras. Por eso la mitad del presupuesto de 2023 servirá para pagar pensiones y alimentar los intereses de la deuda generada por estas medidas populistas.

Es una triste ironía que el fondo europeo de recuperación contra los efectos de la pandemia se llame Next Generation UE porque está diseñado para lograr una economía más sólida en la que los jóvenes puedan tener acceso a un empleo de calidad, no para que crezca el gasto con pensionistas y funcionarios. 

Ignorar la gigantesca brecha generacional que se está creando es suicida. Todo lo que no pase por forjar un pacto de rentas intergeneracional y progresivo, toda política que no tenga altura de miras y visión de futuro será una apuesta contra los jóvenes. Contra el futuro. 

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