THE OBJECTIVE
Ignacio Ruiz-Jarabo

Los luditas de Sánchez

«Todo lo que amenaza con perjudicar la permanencia de Sánchez en el poder ha de ser destruido, ya dañe la credibilidad de las instituciones o la imagen de España»

Opinión
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Los luditas de Sánchez

Pedro Sánchez. | EP.

Es inconcebible estudiar la historia de la Revolución Industrial sin aproximarse a conocer lo que fue el ludismo, movimiento rebelde contra la tecnificación de los procesos productivos por la amenaza que suponía en términos de reducción del número de empleos. Así, dado que el progreso tecnológico provocaba la sustitución parcial de trabajadores manuales por máquinas perjudicando así el acceso al empleo para aquéllos, los luditas decidieron destruir la maquinaria industrial, objetivo al que se dedicaron con entusiasmo y frenesí, siendo elevado el número de máquinas que lograron destruir. La concepción de su lucha era tan sencilla como simple: los inventos nos perjudican, pues destruyamos los inventos, sin mas miramientos. Un movimiento tan primitivo y tan antagónico con el desarrollo histórico de la humanidad no podía estar sino condenado al fracaso más absoluto. Y así fue, la Revolución Industrial triunfó y los luditas no quedaron sino para ser estudiados como especímenes irracionales.

Quiere la casualidad ¿o no? que la sencillez, simpleza, primitivismo e irracionalidad que caracterizaron antaño a los luditas resultan hogaño fácilmente detectables en la estrategia política de Sánchez y los suyos, por la que todo aquél y todo aquello que amenaza perjudicar su permanencia en el poder ha de ser destruido. Es indiferente que su destrucción dañe el funcionamiento del Estado, afecte a la credibilidad social de sus instituciones o perjudique la imagen de España en el exterior. Si algo o alguien dificulta el objetivo de Sánchez de resistir en La Moncloa, debe ser destruido.

«La obsesión de Sánchez con la presidenta madrileña daría para un tratado de psiquiatría»

Sucede así, y hasta cierto punto es lógico, con sus rivales políticos, llámense Casado, Feijóo o Díaz Ayuso, aunque en este último caso la obsesión enfermiza que padece Sánchez con la presidenta madrileña daría para un tratado monográfico de psiquiatría. Pero también sucede, y ya no resulta lógico, con el resto del mundo que por no comulgar con las tesis del sanchismo, se convierten en objetivo de los luditas de Sánchez y de su finalidad destructora.

Lo saben bien los medios de comunicación y los periodistas que no se avienen a ser juglares de Sánchez. A modo de ejemplo ¿A cuantos programas radiofónicos ha concedido entrevistas el presidente? Solo a los de una emisora determinada, a una y nada más. Lo saben bien los tertulianos y partícipes en los debates televisivos y radiados. Si no eres sanchista, los luditas de Sánchez van a por ti. Pero no se acaban aquí las víctimas de este nuevo ludismo, pues las instituciones y los que en ellas trabajan son también víctimas.

Lo saben bien los magistrados del Tribunal Constitucional que se atrevieron a sentenciar la inconstitucionalidad de los Decretos-leyes que proclamaron los Estados de Alarma durante la pandemia, pues los ministros y los juglares de Sánchez salieron en tromba a criticarles. Lo saben bien los magistrados del Tribunal Supremo que se han atrevido a condenar a Griñán por prevaricador y malversador, pues de nuevo la sanchezería– ministros y juglares- han ido a por ellos. Lo saben bien los vocales del Consejo General del Poder Judicial que han osado cuestionar el calendario que el Gobierno ha tratado de imponerles para la elección de dos magistrados del Constitucional. Lo sabe bien el comisario europeo de Justicia que, por no comulgar con el 100% de las pretensiones sanchistas, fue apriorísticamente acusado de “estar vendido” al PP.

«Las personas que discrepan del sanchismo son chamanes o brujos»

En la diana de los luditas de Sánchez también hay un hueco para las entidades e instituciones que osan manifestar dudas sobre las previsiones económicas del sanchismo. Es indiferente que se trate de organismos públicos o privados, nacionales o internacionales, todo aquel que no participa del Sí señor a lo que hace y dice el Gobierno, es un vendido al capital y, por tanto, objetivo para el ludismo sanchista. Y si son opiniones personales, ya se sabe: las personas que discrepan del sanchismo son chamanes o brujos.

Pero a estos nuevos luditas les pasa como a su jefe, que no tienen límites. Y esta ausencia les lleva a disparar incluso contra los suyos, contra aquellos que participan de su ideología y que militan en su mismo partido. Basta con que no participen de las creencias sanchistas para que ellos también sean objetivo del nuevo ludismo. Lo saben bien los veteranos del PSOE que no comulgan con Sánchez, véase Joaquin Leguina, Nicolás Redondo Terrenos, José Luis Corcuera, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Eligio Hernández… entre otros. Pero lo sabe bien especialmente Alfonso Guerra, copartícipe básico del arrollador triunfo socialista en 1982 y ninguneado en los actos de su conmemoración. Ninguneo que no trae otra causa que no cantar loas a Sánchez y no prestarse a ser actor del guion sanchista.

El auténtico drama para España es que su decidida voluntad de destruir como sea a todo aquel y a todo aquello que consideran perjudicial para la permanencia de Sánchez, convierte a sus luditas en instrumentos ciegos de destrucción masiva con el riesgo más que evidente de acabar destruyendo a España y a la democracia española. De momento, han recorrido ya una buena parte del camino y, si no ponemos remedio los españoles, nada impedirá que recorran el que falta. Todo sea por Sánchez y por su permanencia en el poder.

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