Arráncalo, Feijóo, por Dios
«Las sesiones de control parlamentario le sientan muy mal a Pedro Sánchez. De ahí esa risa nerviosa, el discurso impermeable a las preguntas, el insulto fácil»
Eso es lo que pensaba antes de la sesión de control del Senado. Ya no. Hacía falta que el líder del PP echara un par de huevos a la sartén, que dice Hombres G. No era posible que ante tanto desmán y tropelía, frente a la diarrea legislativa del Gobierno de coalición, el jefe de los populares fuera un convidado de piedra.
Está bien que Feijóo no presente una moción de censura porque es inútil para criticar al presidente del Gobierno. Hasta es admisible que piense que cuanto más tiempo pase Sánchez en Moncloa más tardará el PSOE en recuperarse de la derrota en las próximas generales.
También vale que no repruebe a ningún ministro, no vaya a ser que metan la pata con una sobreexposición de ideas. Mejor aparentar seriedad no abriendo la boca, que abrirla para decir una tontería.
Pero era necesario reconocer que hay una parte de España que está en shock. Es muy difícil digerir tanto bodrio del Gobierno en tan poco tiempo. Esos españoles están deseando quitarse de encima la pesadilla del sanchismo. Son esos que miraban al líder del PP y decían aquello que le soltaban a Carlos Sáinz cuando paró su coche a 500 metros de la meta: «¡Trata de arrancarlo, por Dios!». Y Feijóo lo ha arrancado.
«Sánchez ha convertido el golpe de Estado en desorden público y ha alegrado la vida a los delincuentes sexuales»
Eran demasiadas cosas como para que el gallego detuviera ahora al PP en su camino al poder. En poco más de un mes, Pedro Sánchez ha convertido el golpe de Estado en desorden público, a los golpistas en víctimas, y ha alegrado la vida a los delincuentes sexuales.
No contento con esto Sánchez prepara estos días la aprobación de una ley trans que deja sin tutela efectiva y ayuda profesional a los menores, y de unos PGE tramitados gracias a la cesión a los rupturistas. De hecho, Bildu ha conseguido que la Guardia Civil casi se retire de Navarra.
Frente a esto hacía falta un PP que fuera más allá de las reconvenciones, las regañinas y el cachis en la mar. No se trata de votar al PP por resignación, sino por ilusión. Son dos categorías muy distintas aunque el resultado práctico sea el mismo. La diferencia está en que ilusionar revitaliza la democracia, da esperanza a la gente que considera que la España constitucional se esfuma ante la arrogancia y la ignorancia de las izquierdas.
El PP lo tiene todo a favor, incluso las intervenciones en el Senado, que ya es decir. Las sesiones de control parlamentario le sientan muy mal a Pedro Sánchez. No responde a lo que se le pregunta. No quiere contestar a nada de lo que sale de su Consejo de Ministros.
De ahí esa risa nerviosa, la búsqueda de la complicidad de la grey paniaguada que calienta el escaño, el discurso impermeable a las preguntas, la falta de cintura, el insulto fácil, la sudoración que no oculta el maquillaje, y la posterior relajación cuando intervienen sus socios nacionalistas.
«El presidente del Gobierno está descolocado. Le viene grande la democracia»
No importa la muestra histriónica de Sánchez, el que Miquel Iceta dé la espalda a Feijóo mientras habla, ni las risas de senadores que nadie conoce. El presidente del Gobierno está descolocado, incluso envejecido. Le viene grande la democracia. Arremete contra la prensa y hace una crítica grosera. No habla de la actualidad, que es lo que motiva la sesión de control, sino del pasado, cuando gobernaba Rajoy.
Sánchez, asustado por la pérdida del voto femenino por el fiasco de la ley del solo sí es sí, ha llegado a decir que el PP está en contra de los «derechos de las mujeres». No sabíamos que hay dos tipos jurídicos de ciudadanos: los hombres y las mujeres y, por tanto, dos compendios de derechos diferentes atendiendo a los genitales. ¿El «derecho al divorcio», como dijo Sánchez, es un derecho solo de las mujeres y por tanto el hombre tiene menos derechos? ¿Las mujeres tienen más derechos que los hombres? Esto es muy confuso, lo siento.
Luego, Sánchez se ha visto tan raquítico de argumentos que ha recurrido a Vox para criticar al PP. Ya se sabe: el comodín de la «ultraderecha». «¿Cómo se atreve a existir, Sr. Feijóo, si habla con Vox?», dice el que pacta con el brazo político de los que pusieron bombas, asesinaron, secuestraron y torturaron durante decenios. Es el mismo Sánchez que besa el suelo que pisa Junqueras.
Y para colmo, Sánchez acusa al PP de no cumplir con la Constitución por no regalarle el CGPJ y el Tribunal Constitucional. Sería enternecedor si no fuera porque el presidente del Gobierno quiere ese regalo para entregárselo a los independentistas y que se pueda celebrar un referéndum de secesión vinculante.
Bien. El coche ha arrancado por fin. Solo falta llegar a la meta con una alternativa plausible y creíble.