¿Quién teme la foto de Colón?
«Si la idea de que en la Mesa de Diálogo que Sánchez constituyó para tener el poder hubiera un ‘relator’ era grave, mucho más lo es acabar con el delito de sedición»
Hagamos un poco de historia. El 1 de junio de 2018 se consumó la moción de censura contra Mariano Rajoy que llevó a La Moncloa a Pedro Sánchez, que ni siquiera era diputado. Para eso tuvo que contar con el apoyo de todos los grupos parlamentarios de los partidos secesionistas y de los herederos de ETA. Recordemos que el PSOE solo tenía 84 escaños y que la coalición para hacerle presidente era tan disparatada que Rubalcaba (q.e.p,d.) la llamó Frankenstein.
Ese apoyo no era gratis, ni mucho menos. Los separatistas catalanes, que tenían a algunos de sus dirigentes en la cárcel (prisión preventiva) por su participación en el golpe de octubre del 17, tenían sus pretensiones, que Sánchez no podía esquivar si quería presidir el Gobierno.
En realidad no es aventurado asegurar que, desde aquel mismo momento, la política del Gobierno de Sánchez ha estado marcada por esas pretensiones. Y no hay más que ver cómo después se han producido los indultos y cómo ahora se están preparando las reformas legislativas que exigen los separatistas.
Pero, en 2018, para darle a Sánchez las llaves del Falcon y del Boletín Oficial del Estado, los separatistas catalanes exigieron la creación de una Mesa de Diálogo. En realidad era una mesa desde la que inventar la manera de dar pasos hacia la llamada autodeterminación de Cataluña sin que se notase demasiado.
«La presencia de un ‘relator’ extranjero era una violación descomunal de la soberanía nacional»
El 5 de febrero de 2019 la prensa daba la noticia de que el gobierno español aceptaba que hubiera un relator en esa mesa. Esto significaba que allí se sentarían, de igual a igual, los representantes del Gobierno de la Nación (al escribir esta palabra vienen a mi memoria las palabras de Patxi López, que, en un insólito momento de lucidez, interpeló a Sánchez preguntándole precisamente si sabía lo que era una Nación) con los del Gobierno de la Comunidad Autónoma de Cataluña, pero con la presencia de un relator, es decir, de una especie de árbitro imparcial, que tendría que ser extranjero.
Aquello era una violación tan descomunal de la soberanía nacional de España que provocó la reacción inmediata de los partidos de centro-derecha, pero mejor será llamarlos partidos defensores de la Constitución Española, que conjuntamente llamaron a los ciudadanos a concentrarse en la Plaza de Colón el domingo siguiente, día 10, para mostrar su rechazo total a esa maniobra de Sánchez.
PP, Cs y Vox, los tres juntos ante el enemigo común, convocaron y tuvieron un éxito extraordinario. Tanto que Sánchez tuvo que recular y olvidarse de la barbaridad que suponía dejar en manos de un señor extranjero el arbitraje de las pretensiones de los golpistas catalanes.
Pero sobre todo, el éxito de aquella convocatoria, que terminó con una foto en Colón de los tres líderes, Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal, acompañados de los líderes de los partidos que quisieron unirse, fue tan grande que, inmediatamente, el aparato de propaganda del sanchismo, en la línea del agitprop que ya comenté en el artículo de la semana pasada, se puso en marcha con una virulencia y una intensidad inusitadas. Demostración inequívoca de que esa foto y esa movilización auténticamente popular les habían hecho daño.
No tuvieron la menor duda de que la forma de descalificar aquella movilización era acusar de ultras y casi fascistas, o sin casi, a Vox. Y amenazar, sí, sí, amenazar, a los otros dos partidos con que serían también calificados de fascistas por ese potente aparato de propaganda, si volvían a repetir una convocatoria conjunta.
Como ha ocurrido con demasiada frecuencia, casi me atrevo a decir que siempre, esas amenazas han tenido y siguen teniendo su eficacia.
Aunque Vox, en sus ya nueve años de existencia no ha dado la menor prueba de salirse del marco constitucional, aunque no solo no ha protagonizado ni un solo incidente contra ese marco y sí ha sido víctima de numerosísimas agresiones por parte de partidos y personas que están en el gobierno de la Nación, ahí sigue la descalificación de Vox por parte de esos sectores de la clase política y de los medios de comunicación.
«Muchos nos preguntamos por qué no se repite esa llamada de todos los partidos constitucionalistas»
Y lo que es peor, ahí sigue el miedo de las demás fuerzas constitucionalistas de aparecer a su lado en ninguna manifestación que busque defender precisamente eso, nuestra Constitución.
Si la perspectiva de que en la Mesa de Diálogo que Sánchez constituyó para tener el poder en España hubiera un relator era grave, no menos grave, sino mucho más, es la pretensión sanchista de acabar con el delito de sedición para amnistiar de facto a los golpistas del 17 y, aún más importante, para dejar un marco jurídico que les invite a repetir su golpe.
En consecuencia, si en febrero de 2018 tuvo un éxito indiscutible una convocatoria conjunta contra esa Mesa de Diálogo, ahora somos muchos los que nos preguntamos por qué no se repite esa llamada de todos los partidos constitucionalistas para que los ciudadanos podamos expresar en la calle nuestro rechazo ante este tremendo fraude que se quiere cometer con la soberanía nacional.
¿Quién teme a la foto de Colón? Si alguien la teme, ese tendría que ser solo Sánchez.