THE OBJECTIVE
José Rosiñol

La convivencia, la(s) mentira(s) y la autodeterminación

«Si estamos mejor en Cataluña es porque el Estado de derecho actuó como debía actuar y la ciudadanía catalana estuvo a la altura de una sociedad democrática»

Opinión
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La convivencia, la(s) mentira(s) y la autodeterminación

THE OBJECTIVE

«¿Qué Cataluña prefiere usted, la de octubre de 2017 o la de 2022?», esta fue la pregunta que lanzó el presidente del Gobierno al líder de la oposición en sede parlamentaria el pasado 19 de octubre. Esta podría ser de aquellas oraciones perlocutivas que nos decía Austin, perversamente perlocutivas, que pretenden generar un dilema argumental al oponente, un colocarlo contra las cuerdas argumentalmente hablando. El silencio, en este caso, significaría una victoria de la narrativa populista, de aquella de trazo grueso y carente de ningún atisbo de ética ni de calidad humana. Naturalmente, esta es una de las sombras que se vislumbran en nuestra cueva platónica llamada España.

La desinformación es algo que necesita mucha elaboración, me refiero a que no es enfrentarse a una simple mentira, se basa en una lógica estratégica en la que el campo de batalla a conquistar es lo cognitivo, el marco mental de la ciudadanía, se trata de crear un escenario de plausibilidad en el que poder aterrizar suavemente las ideas y necesidades subyacentes del populismo en las mentes de los ciudadanos. A mi parecer, estamos ante una (nueva) ventana de Overton con un objetivo muy claro, del objetivo hablaré al final del artículo. Por ahora, trataré de responder a la pregunta inicial, a sabiendas de que, muy probablemente, será una batalla casi perdida.

Desde luego, la pregunta planteada podría ser ejemplo en cualquier manual del buen cínico, básicamente porque se basa en responder al qué, obviando algo tan básico como el «por qué» y el «para qué». Trataré de explicarme. Si me hacen esa pregunta, la respuesta lógica es sí, pero si analizamos el porqué de ese sí, es cuando supura el cinismo de esta. Si estamos mejor en Cataluña es, básicamente, porque el estado de Derecho actuó como debía actuar, porque la ciudadanía catalana estuvo a la altura de lo que se debe suponer a una sociedad democrática que no se deja arrastrar por los cantos de sirena del populismo (separatista en este caso); si estamos mejor es porque las instituciones, empezando por su majestad Felipe VI, hicieron lo que debían hacer: defender el orden constitucional que no es otra cosa que defender nuestros derechos y libertades.

«Hacer creer que la violencia política, jurídica y social fue algo espontáneo no es más que otra mentira del Gobierno»

Todo esto viene dado por la tendencia al autoensalzamiento que tanto demuestra el actual Ejecutivo, estas autoalabanzas se basan en haber logrado la convivencia en Cataluña. La cuestión es que, en esto, también hay que tener claro que unos buscaban el enfrentamiento civil y la violencia, mientras otros trabajábamos por la convivencia real. Hacer creer, aunque sea indirectamente, que la violencia política, jurídica y social fue algo espontáneo o provocado por «las dos partes» no es más que otra mentira más del Gobierno que deja a la mayoría de catalanes (de nuevo) sin voz ni legitimidad en el espacio público y político catalán. Hay que tener claro que el separatismo creó estructuras para activar episodios de violencia y estos se daban (y se darán) en función de su interés político. Esto se demostró en los episodios de enfrentamientos callejeros de 2019. Hacernos creer que lo mejor que se puede hacer para lograr la «paz» es ceder y claudicar frente a los agresores es una tomadura de pelo.

Por otro lado, cabría preguntarse: ¿qué hubiera ocurrido en Cataluña si, en vez del Gobierno de Mariano Rajoy, hubiese estado el Gobierno Frankenstein de Sánchez? ¿Para lograr esa «convivencia» (y el apoyo parlamentario separatista) qué hubiese estado dispuesto a ceder? ¿Más impuestos? ¿Más competencias? ¿La cabeza de la sociedad civil no separatista? ¿La soberanía de nuestro país? ¿Hubiese aplicado el 155? ¿Hubiese permitido la activación de las llamadas «leyes de desconexión»? ¿Hubiese aceptado la declaración unilateral de independencia? Lo cierto es que, en aquél entonces, el partido socialista hizo lo que debía hacer, que no es otra cosa que la defensa de nuestra democracia frente al separatismo. Sin embargo, una vez llegado al poder y asumidas unas tremendas hipotecas con los separatistas, parece ser copartícipe de la nueva hoja de ruta escrita por un separatismo herido pero reforzado por la coyuntura propiciada por el sanchismo.

Y, si me permiten, trataré de responder al objetivo final de todo esto que planteaba al inicio del artículo. La pregunta sería: ¿cuál es el destino de esta ventana de Overton? ¿Cuál será la resolución final que nos propondrá el sanchismo (si revalida su estancia en la Moncloa)? Pues ya están empezando a surgir las voces que reclaman que no hay otra solución, al modo fatalista, que un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Paradójicamente, esta entrada en el debate público no solo viene dada por actores políticos, también parece que tenemos a parte de la élite catalana (y probablemente madrileña) que parece haber abrazado la causa plebiscitaria. Este sería el capítulo final, el desenlace de este nuevo y forzado escenario en Cataluña. Naturalmente, como bien debe saber John Major, en escenarios azotados por narrativas populistas, los referéndums los carga el diablo. Y, como no podría ser de otra manera, un cargo, por muy presidente del Gobierno que sea, no merece poner en riesgo a un país y la libertad de millones de ciudadanos (catalanes en este caso).

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