THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

El turrón de Sánchez

«Los intelectuales del régimen pretenden encarnar la disidencia a pesar de que llevan la voz cantante, por eso todo el discurso se ha quedado viejo»

Opinión
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El turrón de Sánchez

Pedro Sánchez. | THE OBJECTIVE

Pues nada, resulta que el presidente nos ha salido aficionado al turrón gubernamental. Cada día nos recuerda más a un jefecillo de esos que colocan, quitan y ponen, nombran y deponen. «Turrón gubernamental, turrón dado, turrón sin fin», decían los españoles cuando se regalaban cargos políticos. Sánchez, amigo de la tradición, sigue mangoneando las instituciones, nombrando a dedillo a excargos de su Gobierno y «parejas de». El nepotismo más descarado ha llegado hasta el mismo Tribunal Constitucional, porque éstos de ahora son los hijos naturales de aquéllos y hasta el último concejalillo de pueblo es un enchufado.

El recuerdo de la II República española les hace soñar a unos con el federalismo y a otros con el turrón gubernamental. Josep Pla cuenta que los republicanos colocaron a medio Ateneo en las instituciones. Recién llegado a Madrid, constata que la política del nuevo régimen no es más que un ateneísmo agudo y casi enfermizo; pues —con pocas excepciones— estaba gobernado por ateneístas. Julio Camba charla con Pla sobre este asunto y el otro le contesta, entre grave e irónico: «No he sido nombrado. Al parecer, hay otro criterio. ¿Usted me comprende?». Pla le pregunta, en plan cándido, que cuál es ese criterio si puede saberse. «El criterio consiste en nombrar a los de siempre», responde el otro.

«El sueño de Sánchez es ser recordado como presidente vitalicio de la nueva República»

Decía Pla que el Ateneo tiene su verdad, aunque sus creencias nada tengan que ver con lo que realmente hay de cierto. Esto hoy sigue siendo así, lo he constatado viendo el homenaje del Ateneo para conmemorar a Almudena Grandes como «voz de los silenciados». El rollo republicano del Ateneo, que nos lo colocan en cada discurso pretendidamente intelectual, no conseguimos tomarlo en serio. Los intelectuales del régimen pretenden encarnar la disidencia a pesar de que llevan la voz cantante, por eso todo el discurso se ha quedado viejo. Sánchez lo ha reconocido (de forma implícita) cuando dice que pasará al lado correcto de la historia por exhumar al dictador del Valle de los Caídos. Pero además habría que llevarles el BOE al cementerio civil para que los republicanos se enteren de que están perdonados. Qué alivio, qué satisfacción moral ser la única víctima legítima del sanchismo.

El sueño de Sánchez es ser recordado como presidente vitalicio de la nueva República, en la que ya estamos a efectos fácticos. Los nombres de nuestras calles y monumentos, los actos oficiales y los premios reflejarían la ideología sanchista. Habría mucho más turrón gubernamental para los amigos, ministerios y terruños para los indepes. Los de El País, los Almodóvares subvencionados, feministas, poetas y escritoras trans, viejos republicanos, separatistas, ateneístas y cualquier intelectual afín al régimen contaría con su rotonda municipal, su estatuilla laureada. Y, por descontado, todos ellos ya tienen asegurada una parcela en el cielo republicano. Eso es casi mejor que el turrón gubernamental, es la gloria eterna para que hablen bien de uno el siglo que viene. He aquí la verdadera motivación de construir un pasado luminoso para alumbrar un futuro mejor. Los recalcitrantes, por otra parte, ya hemos asumido que ni gloria, ni carguito institucional ni rotonda en la Castellana. Nos quedaremos como Camba pero sin habitación en el Palace

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