THE OBJECTIVE
Daniel Capó

Las malas políticas tienen un coste

«Nuestros jóvenes buscan cada vez más en el norte de Europa un futuro que aquí se les niega, a pesar de los bonos culturales y sociales del Gobierno sanchista»

Opinión
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Las malas políticas tienen un coste

Erich Gordon

Tyler Cowen recogía este fin de semana, en su blog Marginal Revolution, un artículo de Ben Sixsmith para The Critic Magazine sobre la evolución económica de Polonia. Las proyecciones a futuro tienen siempre algo de azaroso –recuerden la bravata de Zapatero sobre la renta per cápita española superando a la italiana– y conviene seguir las tendencias con un punto de escepticismo. El hecho, sin embargo, es que Polonia, gobernada por los populismos de derecha, católica y casposa a los ojos de buena parte de las élites liberales europeas, ha mostrado un mayor dinamismo que el resto de países occidentales y, de seguir en una línea similar, su riqueza superará a la del Reino Unido en poco más de 12 años. De confirmarse el sorpasso, ¿asistiríamos a un ejemplo más de la decadencia de la vieja Europa o al nacimiento de un nuevo polo económico? ¿Polonia crece gracias a los fondos europeos –como sucedía en España entre los años noventa y principios de este siglo– o debido a su propia pujanza? Se dirá, y con razón, que la geografía constituye un factor clave. Junto a otros Estados exitosos del Este –como la República Checa o las tres repúblicas bálticas–, se beneficia del músculo económicamente de unos vecinos notoriamente prósperos: Alemania y Suecia, por poner dos ejemplos. La geografía cuenta porque, a la baja fiscalidad y los menores salarios, se unen la cercanía al corazón industrial del continente y sus necesidades de deslocalización. Fábricas y empresas auxiliares buscan en el este un ecosistema más favorable a sus intereses en un juego indudable de ganancias mutuas. Cuenta, además, con un sistema educativo –revalidado por los resultados de PISA– bastante más exitoso que el nuestro. Lo cual (todo hay que decirlo) no resulta difícil, por muy estupendos que se pongan los educadores españoles que defienden las últimas reformas.

«Los países que habían basado su éxito en el sector financiero –España y Reino Unido, entre otros– entraron en una crisis que se hizo sistémica»

Cowen y Sixsmith proponen la comparación entre Polonia y el Reino Unido; pero si fuera con España, la confrontación resultaría aún más dolorosa. Hace 20 años, nuestro país prosperaba con el ímpetu de un toro y nadie ponía en duda las bondades de la europeización. Cataluña aún no había iniciado su deriva populista y nada indicaba que 2008 fuera a llegar en forma de colapso. Con las fatídicas subprime todo cambió y los países que habían basado su éxito en el sector financiero –España y Reino Unido, entre otros– entraron en una crisis que se hizo sistémica. Surgieron los desafíos separatistas (hoy sabemos, además, que regados con dinero del espionaje ruso), los discursos a favor de la globalización y una atonía económica que se traduciría en malestar, desempleo y falta de expectativas. ¿Llegaremos a ver, como insinúa Sixsmith en su artículo, la emigración de trabajadores británicos a Polonia? A saber. Por lo pronto, nuestros jóvenes buscan cada vez más en el norte de Europa un futuro que aquí se les niega, a pesar de los bonos culturales y sociales con los que el Gobierno sanchista busca estimular su cartera de votos. El último disparate –ahora desde la derecha– es la propuesta de contrarrestar el bono juvenil con un bono sénior, para no quede ningún caladero electoral sin explotar. Pero, mientras tanto, unos países crecen y ofrecen futuro, y otros no.

Ya en los ochenta, el historiador Paul Kennedy reflexionaba sobre los efectos acumulativos del estancamiento secular sobre las grandes potencias. En 12 años, Polonia podría superar en renta per cápita a los británicos y antes nos habrá adelantado a nosotros, si las circunstancias no cambian. Su modelo, basado en aprovechar las oportunidades geográficas, una fiscalidad favorable y un buen sistema educativo, nos habla de la importancia de contar con un proyecto de país a largo plazo. Las malas políticas tienen un coste, como vamos sabiendo aquí demasiado bien.

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