¡Qué escándalo, aquí se juega!
«El PP no debe caer en una actitud contemplativa. Debe presentar una alternativa al sanchismo sin entrar a guisa de polémica en todos los charcos»
Yo creo que debemos observar la campaña electoral comiendo unas patatas fritas, porque mientras se mastica la patata no se habla, lo cual evitaría conversaciones tensas y conflictos. Lo que revela el clima ambiente es que el españolito ha ido impregnándose de toda la bronca política y está más frito que una patata quemada. Feijóo ya avisa de que Vox y el sanchismo se retroalimentan y llama a las urnas al centroderecha tranquilo, al ciudadano con cansancio pasajero de la izquierda.
Hemos arrancado el año electoral con la comisión de la verdad del Gobierno, por un lado, y el debate sobre el aborto, por otro. Yo creo que si hemos de ser un país serio habría que crear una tipificación especial para el delito de hacer campaña con los derechos de las personas, ya sea de las mujeres o de los no nacidos. En el sótano de la Moncloa, entre las comisiones y departamentos de bulos y boludeces, han creado un departamento ad hoc con un individuo especializado en campañas destructivas por un precio astronómico. El fichaje del killer electoral, comenta alguno, es una «declaración de intenciones». ¡Qué escándalo, aquí se juega!
La lectura es que la guerra entre PSOE y Vox hace pinza al PP. Vuelve la pinza, lo cual puede parecer una nota costumbrista. Vox va abriendo debates para testar al PP en todos los frentes, pero una y otra vez demuestra que es un partido de nicho; tal y como está construyendo su ideario no puede llegar a las clases populares. Es un movimiento que tiene tal irrefrenable deseo inmoderado de llevarlo todo al extremo que no puede ser un gran partido. Por otro lado, toda la gallardía del señor Gallardo no es otra cosa que una campaña superficial e impostada; esto es lo que se ha percibido en su entrevista con Ana Rosa.
«Este país es tan rico en dogmatismos que tenemos hasta extremistas de la prudencia»
Una vez sorteamos a los fanáticos del Estado sanchista y a los guardianes de las esencias de Vox tenemos a los adalides de la moderación. Este país es tan rico en dogmatismos que tenemos hasta extremistas de la prudencia y la mesura. Yo creo que no hay que caer en el conformismo ni quedarse contemplando la guerrilla electoral desde la grada donde reparten patatas fritas. La España de las patatas bien fritas, con su pellizco de sal, y el vermú matutino que entra ligerito después del paseo está bien, pero hay que tener un ideario para no acabar siendo como Cs.
Es decir, el PP no debe caer en una actitud contemplativa y ponerse a mirar con los prismáticos desde la grada. Debe presentar una alternativa al sanchismo sin entrar a guisa de polémica en todos los charcos. Un programa que nunca será lo suficientemente radical para el español machamartillo de la grada —ese hombre de ideas fijas e inalterables que está bajo el influjo de la ideología sin matices y ante el cual nos esmeramos por no bostezar— pero que pueda llamarse alternativa. Algunos nos quedaríamos en ese margen de la nobleza de la grada y creemos que debemos dar ejemplo a la gente de lo que no hay que hacer. Pero alguien en esta grada comodona tiene que arremangarse y bajar al barro. Sudar la camiseta para que haya una alternativa al socialismo clara y perceptible. Porque la cuestión no es gobernar, sino para qué.