Tamames, no, por favor
«Si Vox tuviera respeto por la cultura española, incluso por la Transición y la Constitución, preservaría al viejo catedrático del matadero parlamentario»
Este país tiene una relación muy extraña con los intelectuales. David Jiménez Torres lo cuenta en su último ensayo, La palabra ambigua: la idea del intelectual en España. Han sido chivos expiatorios, más citados que leídos, menos influyentes de lo que se cree, y siempre utilizados. Es el caso de Ramón Tamames y su candidatura en la moción de censura de Vox.
La propuesta tiene el colmillo retorcido. El propósito de presentar al excomunista es desencajar a las izquierdas, reírse de ellas, y que renieguen de uno de sus intelectuales históricos. A cambio, los de Vox están dispuestos a sacrificar la vida de un anciano, al que tratarán con displicencia los diputados de Podemos, ERC, Bildu y demás escombros.
Será una inmolación que durará horas, y que dejará deshecho a uno de nuestros intelectuales. Todo para una moción de censura que solo servirá para reforzar a la coalición Frankenstein. Es un error. Si lo que quiere Vox es criticar a Sánchez, sus cesiones al nacionalismo y a Marruecos, sus desastres económicos, los resultados de la ley del solo sí es sí, o cualquier otra barbaridad, hay infinidad de foros y micrófonos dispuestos a escuchar a Santiago Abascal.
La solución de presentar a un independiente reside en el mecanismo de resolver una crisis desde una perspectiva no partidista. La teoría es perfecta. El mundo de las ideas es muy bonito. La realidad, sin embargo, es otra cosa.
«La polarización en España siempre ha sido cainita»
No estamos en Italia. Esto es España, y la polarización aquí siempre ha sido cainita, por lo que no hay independientes. De hecho, las izquierdas no se cansan de decir, como Gramsci, que «odian a los indiferentes», es decir, a los que no están en una de las dos trincheras.
En el comité de ideas brillantes de Vox no habrá faltado quien quiera usar a Ramón Tamames para que el PP se retrate. Si creen que la abstención de los populares hará ver al electorado de la derecha que Feijóo es un «cobardica» van apañados. El efecto electoral será nulo, ni servirá para lo que llaman «guerra cultural». Será una sesión parlamentaria que nos llenará de tristeza, un episodio grotesco para la degradación personal de un viejo intelectual.
Tamames no era el favorito de Vox. Querían a Rosa Díez, Joaquín Leguina o Paco Vázquez. Pensaban en el impacto del nombre, no en el programa ni en la crítica. Afortunadamente esos tres se negaron a ser el títere de los estrategas del partido de Abascal. Dicen que fue uno de Ciudadanos, de la candidatura perdedora de Edmundo Bal, quien sugirió a Espinosa de los Monteros la idoneidad de Tamames. Qué ojo.
Si Vox tuviera respeto por la cultura española, por sus intelectuales, incluso por la Transición y la Constitución, preservaría al viejo catedrático del matadero parlamentario. Sin una visión a largo plazo de la vida cultural es imposible erigirse como su defensor. Uno no se puede agarrar a la defensa de nuestra historia, reivindicarla, y luego mandar al descabello a uno de sus intelectuales vivos solo para hacer daño al enemigo político.
La labor de oposición es complicada, más de lo que parece, sobre todo para un partido mediano como Vox. Hay que moverse entre la realidad y la atracción del votante, llamar la atención sin hacer el ridículo, no ser impulsivo, y cuidar la hemeroteca.
Los de Abascal anunciaron una moción contra Sánchez sin haber pensado nada, en una de sus horas más bajas de popularidad. La marcha de Macarena Olona estaba hundiendo la reputación de Vox al mostrar las puñaladas dentro de la oligarquía del partido, y la corriente mezquindad y envidia que existe en toda organización.
«Esta política errática de Vox, lejos de beneficiar a su formación, la deja en una posición difícil de defender y de entender»
La salida fue dar una patada al balón hacia delante y anunciar una moción. Era preciso retomar el protagonismo positivo y apretar las filas enfrentándose al enemigo, demostrar a los propios que el mal estaba fuera de sus trincheras, no dentro. Pensaron que no hay nada como una batalla para olvidar dolores pasados, como la marcha de Olona.
Esta política errática de Vox, lejos de beneficiar a su formación, la deja en una posición extraña, difícil de defender y de entender. Se han aprovechado de un intelectual ya anciano, como Ramón Tamames, hablándole del compromiso cívico de un hombre de letras, de Estado y patriota, que defendió la democracia de todos en 1978 tras haber aplaudido a Stalin décadas antes.
Los que leímos y estudiamos a Ramón Tamames cuando hicimos la carrera universitaria tampoco merecemos esto. Si Vox quiere una moción de censura tiene diputados de peso suficiente como para encarnar su proyecto político y la crítica al sanchismo.
El viejo catedrático de Economía, que transitó la disciplina histórica y ensayística, que soñó con presidir una Tercera República, y que acabó su vida política en el CDS, debería evitar estos usos espurios. Tendría que haber colgado en la puerta de su despacho un cartel con la frase: «No molesten. Genio trabajando».