THE OBJECTIVE
David Mejía

Lo de menos son las rebajas de penas

«El Gobierno impulsó una ley que sabía malograda, fiel al principio de priorizar la salud de la coalición y del bloque de investidura sobre la salud de la democracia» 

Opinión
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Lo de menos son las rebajas de penas

Irene Montero.

Cada vez que un ministro esputa las mentiras oficiales sobre la ley del solo sí es sí siento como si un niño diftérico me tosiera en la cara. El trumpismo es la prueba más evidente de que la institucionalización de la mentira es el monóxido de la democracia: el falseamiento de la realidad complica su gestión y alimenta la polarización. La doctrina gubernamental es una ficción desde su génesis, cuando se justificó por la necesidad de «poner el consentimiento en el centro», a su apocalipsis, cuando se ha demostrado que las rebajas de penas no son consecuencia de la disparidad de criterios entre audiencias territoriales, ni de la ideología de los magistrados, sino de la lectura literal de la ley. La alarma social provocada por las decenas de excarcelaciones de agresores sexuales y las centenas de penas rebajadas han llevado al Gobierno a la esquizofrenia discursiva de defender con la misma pasión la calidad de la ley y la urgencia de reformarla. Pero la rebaja de penas, por más que insista la oposición, no es lo más grave de este serial. De hecho, esta insistencia nos empujará a repetir el mismo error que nos trajo hasta aquí: perforar el Código Penal de forma irreflexiva, con el único fin de calmar a las masas y ganarse sus votos.  

Las rebajas de penas no son malas per se, lo son porque son un efecto indeseado de la ley. Lo son porque revelan el dogmatismo del Gobierno, que se negó a escuchar a quienes les alertaron de las consecuencias de la reforma, calificándolos de propagandistas machistas. El drama al que estamos asistiendo no es el de cientos de agresores sexuales que ven rebajadas sus condenas, sino el de un Gobierno que impulsó una ley que sabía malograda, fiel al principio que lo ha guiado en esta legislatura: priorizar la salud de la coalición y del bloque de investidura sobre la salud de la democracia. 

La reacción del PSOE contra su socio de Gobierno no la provoca la salida de los agresores sexuales beneficiados por la ley, sino la salida de los votantes escarmentados. En Pedro Sánchez no hay un ejercicio de responsabilidad, tan solo un posicionamiento electoral: «Detendremos la hemorragia provocada por la incompetencia de Podemos». Dos mentiras en una, porque ni la responsabilidad es exclusivamente de Podemos, ni la contrarreforma será el torniquete que pretenden, dado que no evitará la rebaja de una sola pena. 
Y este es nuestro principal problema, que en lugar de aprovechar el desastre para abrir un debate sosegado insistimos en la actitud populista que lo provocó. El martes pasado, en La Brújula de Latorre en Onda cero, comparaba las incursiones en el Código Penal con operaciones a corazón abierto para alertar sobre el riesgo de intervenir con ligereza uno de los pilares del Estado de Derecho. Las metáforas dan para lo que dan, pero ojalá esta valga para advertir de que algo hemos hecho mal cuando hemos naturalizado que nuestra democracia pase tanto tiempo en quirófano.

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