Memoria oscura
«Ambas pulsiones sanchistas -dirigir la vida sexual de los españoles y colectivizar las instituciones- delatan un estado de ánimo próximo al desequilibrio mental»
Uno de los elementos más curiosos y extravagantes del Gobierno sanchista es la doble obsesión, de una parte, por el control sexual de los ciudadanos y de otra por la sujeción autoritaria de las instituciones. Es un doble movimiento cada vez más descaradamente despótico, como si hubiera ido aceptando la parte de psicosis franquista que se mantiene viva entre la población a la manera de una memoria inconsciente que sin embargo define muchas conductas.
El control sexual se parece cada vez más al que ejercían las autoridades eclesiásticas del nacional-catolicismo y aunque puede parecer opuesto en sus intenciones, acaba siendo coincidente en los resultados. Tengo por muy significativa la declaración de una de las obispas de Podemos cuando dijo que le escandalizaba la preferencia de las mujeres por la penetración y el menosprecio de la masturbación. Desde su autoridad eclesiástica, esa señora aseguraba que era más progresista masturbarse que dejarse penetrar por un varón (o lo que sea). Era, en realidad, una recomendación muy similar a la que en los tiempos de Franco se presentaba como el peor de los pecados: la fornicación pura y simple. El onanismo preservaba del peligro más recio para la hembra: quedar preñada. El consejo de la autoridad podemita es el mismo, cualquier cosa antes que recibir el demoníaco semen masculino. Ya San Agustín había señalado al esperma como el lugar por donde se trasmite el pecado original.
«Todo debe obedecer al caudillo en quien se concentra el nudo de los recursos colectivos»
Si se obtiene el control sexual de la población, a un buen autócrata sólo le queda ir atando y oprimiendo las instituciones económicas y financieras para tener un país atado y bien atado. Esa es la segunda y poderosa pulsión del sanchismo, no es que sean comunistas disimulados es que detestan que alguna fuerza social actúe por su cuenta con libertad individual. Todo debe estar sujeto al Estado, todo debe obedecer al caudillo en quien se concentra el nudo de los recursos colectivos.
Como las nacionalizaciones son imposibles en la Unión Europea, los sanchistas han optado por ir poniendo esbirros y vasallos en cada una de las grandes firmas que compran o agarran, sea Indra, Correos, el CNI, la Fiscalía, la Abogacía del Estado o cualquiera de los organismos que antes se suponían neutrales, por no hablar de las maniobras para encadenar al Poder Judicial. Y cuando la empresa es demasiado libre (así ha sucedido con el señor Del Pino), se la ataca como en los periodos estalinistas machacando en persona a los empresarios. Es una posición próxima tanto a los gobiernos fascistoides, tipo Latinoamérica, como a las satrapías africanas e islámicas.
Ambas pulsiones, la de dirigir la vida sexual de los españoles y la de colectivizar las instituciones empresariales y financieras, delatan un estado de ánimo próximo al desequilibrio mental, fruto de una inseguridad enfermiza y un terror pánico a la libertad individual. La figura paterna totaliza el poder. Y ese poder es, además, asexuado. Un fantasma onírico que exige constante venganza y represión. Imagino que dentro de unos años aparecerán tesis doctorales muy interesantes sobre la deriva neurótica del caudillismo español y el fantasma del padre de Hamlet.