THE OBJECTIVE
Esperanza Aguirre

Preguntas tras la exhibición de sensatez de Tamames

«¿Ha defraudado la moción a los votantes de Vox?, ¿ha fortalecido a Sánchez y a su acólita Díaz, con sus rollos interminables? Las urnas contestarán esas preguntas»

Opinión
99 comentarios
Preguntas tras la exhibición de sensatez de Tamames

Ramón Tamames y Santiago Abascal, durante la primera jornada de la moción de censura de Vox en el Congreso. | Europa Press

La experiencia nos ha demostrado que, lógicamente, todos los debates políticos de alto nivel tienen un antes y, sobre todo, un después. Eso es siempre así, por ejemplo, en los debates televisivos antes de cualquier elección, o en los de investidura, o en los del Estado de la nación, que, por cierto, con Pedro Sánchez sólo se ha celebrado una vez en cinco años. Y eso es así, aún con mayor intensidad, cuando ese debate es el de una moción de censura.

Por eso cualquier análisis que se pueda hacer del debate que ha tenido lugar el martes y el miércoles pasados también tiene que incluir el del antes y el del después. Aunque ese después, cuando esto escribo, sea sólo de unas horas. Pero no se me escapa que ese después puede durar mucho y las consecuencias tener una trascendencia en el tiempo que, quizás, ahora no podemos imaginar.

Digo esto, pensando en los resultados que, a largo plazo, han tenido, los cinco anteriores debates de moción de censura desde la Constitución de 1978. No voy a ponerme ahora analizar esos resultados ni a confrontarlos con los artículos, columnas y comentarios que se hicieron públicos poco después de finalizar aquellos debates. ¿Quién pudo adelantar, por ejemplo, que el discurso de Pablo Casado en la anterior moción de censura iba a ser uno de los principales errores que acabaron llevándole a la dimisión 15 meses después?

Por eso, porque soy consciente de la dificultad que entraña profetizar acerca de sus consecuencias, en este análisis casi de urgencia de lo que hemos vivido, visto y oído alrededor del debate entre Tamames y Sánchez, voy a ocuparme, sobre todo, de lo que hubo antes y del propio debate.

«Recordemos que Arrimadas propuso a los demás partidos constitucionalistas la presentación de una moción de censura»

El antes de este debate ha sido especialmente largo. Recordemos que, al hacerse realidad las infames y escandalosas reformas del Código Penal que, al dictado de los independentistas, Frankenstein aprobó a finales del año pasado, y que acabaron con el delito de sedición y abarataron el de malversación, Inés Arrimadas, en nombre de Cs, propuso a los demás partidos constitucionalistas la presentación de una moción de censura. Vox anunció su firme propósito de presentarla y su intención de proponer un candidato independiente que pudiera ser apoyado por otras formaciones políticas para que convocara inmediatamente elecciones generales.

Desde el primer momento este anuncio y esta propuesta se encontraron con el rechazo del PP. Y con la crítica casi unánime de la mayoría de los medios de comunicación.

El principal argumento para negarse a suscribir la moción era la imposibilidad de que triunfara en el Congreso por no contar con una mayoría suficiente y, en consecuencia, proporcionar un éxito a Sánchez. Argumento que considero muy endeble porque, por esa razón de no contar con votos suficientes, los partidos de la oposición nunca presentarían ni enmiendas a las leyes ni programas alternativos de gobierno.

La mayoría de las críticas de comentaristas y tertulianos desde la izquierda se centraron en denunciar el carácter ultraderechista de Vox y en apoyar las políticas de Frankenstein. Todo perfectamente previsible. Mientras que las provenientes desde la derecha ponían el acento en que esa moción sólo podía favorecer a Sánchez.

Así fueron pasando las semanas e incluso los meses, con Vox buscando la unión de los constitucionalistas y, también, la personalidad independiente que se atreviera a presentar una moción de censura, que, en la calle, presentan a todas horas millones de españoles, escandalizados y hartos de lo que están viviendo.

Hasta que dieron con Ramón Tamames. Entonces las críticas de unos y otros arreciaron y la palabra esperpento ocupó un lugar habitual en las objeciones que se presentaban desde PP y en los comentarios de la prensa. Sus 89 años y, para algunos, su larga militancia en el PCE, en cuyo Comité Central, presidido por la Pasionaria y con Santiago Carrillo de secretario general, estuvo 20 años, le invalidaban totalmente para el papel que se le adjudicaba.

«El anciano chocho, en vez de dedicarse a cultivar su vanidad, dio una exhibición espectacular de sensatez»

De manera que antes de que el martes pasado se iniciara el anunciado y esperado debate, ya había en el ambiente político y mediático un prejuicio completamente asentado: un partido de extrema derecha, con un líder desaforado, presentaba a un anciano chocho, muy ególatra y extravagante, para permitir al presidente del peor Gobierno de la democracia reírse de él y, de paso, tener unos momentos de gloria.

Eso creían todos y, en primer lugar, los líderes de los dos principales partidos españoles. Tanto lo creían que sus respectivos gabinetes prepararon cuidadosamente a Sánchez y a Feijóo las que tenían que ser sus actuaciones e intervenciones en este asunto.

Pero la realidad les sorprendió y descolocó. Porque no ocurrió nada de lo que todos habían augurado. Abascal no sólo no pareció un enfurecido vociferante, sino que intervino con especial mesura, calma y equilibrio. Y el anciano chocho, en vez de dedicarse a cultivar su vanidad como habían pronosticado los que van de listos por la vida, dio una exhibición espectacular de sensatez, de preparación, de respeto al Parlamento, de capacidad de análisis, de rapidez de reflejos para replicar a los tópicos, de deportividad para aguantar los insultos y, lo más importante, de patriotismo.

Sánchez, que se había creído a pies juntillas lo que le decían que iba a ser eso, se presentó con centenares de folios llenos de datos absolutamente inanes y, en muchos caso, falsos, para durante casi tres horas aburrir a las ovejas, mientras su claque le aplaudía enfervorizada. Se dedicó a atacar a Abascal en el fondo y en la forma por un fondo y una forma que nadie había visto por ninguna parte.

«El PP se mantuvo en la posición que había tomado antes de contemplar el desarrollo de la sesión, la de ningunear la moción»

Cs, con un magnífico, vibrante y muy bien documentado discurso de Arrimadas, en el que hizo inventario de más de cuarenta de los graves desafueros de este Gobierno, luego votó en contra, aunque uno de sus exdiputados sí apoyó la moción.

Y el PP se mantuvo en la posición que había tomado antes de contemplar el desarrollo de la sesión, la de ningunear la moción, por considerarla inútil para los intereses del centro-derecha y favorable para Sánchez.

Ahora llega el momento de analizar el después de la moción. Horas, cuando no minutos, después de terminar ya se han dictado muchas sentencias, incluso demoscópicas, que repiten todo lo que la mayoría de políticos y comentaristas habían pronosticado antes.

Yo no estoy dispuesta a unirme a esas sentencias y prefiero dejar abiertas muchas preguntas que la moción ha puesto encima de la mesa: ¿ha perjudicado a Vox y defraudado a sus votantes presentes y futuros?, ¿ha quedado Abascal como el principal líder de la oposición a Frankenstein?, ¿ha fortalecido a Sánchez y a su acólita Díaz, con sus rollos interminables?, y muchas más, ante las que sólo me atrevo a decir que habrá que esperar a las urnas para contestarlas.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D