THE OBJECTIVE
Alejandro Molina

King Kong y Yolanda 'Lanada'

«Le ha llamado a su espacio Sumar, lo que no deja de tener mérito tratándose de integrar un conjunto vacío referido a un partido que ni siquiera existe»

Opinión
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King Kong y Yolanda ‘Lanada’

Ilustración de Erich Gordon.

Cuando el director y guionista Merian C. Cooper estrenó en Europa su King Kong (RKO Pictures, 1933), un crítico cinematográfico -que debía ser francés- le preguntó en una rueda de prensa si con su película había querido hacer una alegoría de cómo el comunismo ascendente en la época, en la cinta representado por King Kong, había llegado desde la ignota isla Utopía (Tomás Moro) al corazón del capitalismo occidental (Nueva York) para ser allí enfrentado y abatido por las fuerzas militares reaccionarias del capitalismo. El cineasta, tras un instante de duda, respondió: «Sí».

Tengo para mí que algo parecido a lo que sintió Merian C. Cooper en aquella rueda de prensa debe experimentar Yolanda Díaz cada vez que, tras de su puesta de largo en la fallida moción de censura de Tamames oye o lee en los medios prolijos comentarios y análisis sobre su «discurso político», o, como lo llama Pedro Sanchez, «el espacio de Yolanda Díaz». Obsérvese que Sánchez no da puntada sin hilo, porque espacio en ese contexto es un concepto arriesgado, algo semánticamente frontero al vacío, a la nada. Así, Yolanda Lanada, consciente del horror vacui que pueden sufrir sus potenciales votantes al intentar diferenciar sus propuestas ideológicas de las de las confluencias, corrientes, mareas, reflujos, flatos y resacas que integran el caleidoscópico conglomerado podemita, le ha puesto un nombre a su espacio; Sumar lo llama, lo que no deja de tener mérito tratándose de integrar un conjunto vacío referido a un partido que ni siquiera existe.

Pablo Iglesias, tras un impagable arranque de humor -«Me voy a permitir, desde la libertad de no tener ninguna responsabilidad orgánica, dar unas cuantas opiniones»-, haciendo abstracción de cualquier distinción ideológica o propositiva, dictaba estos días desde la revista CTXT cómo de cara al año electoral habrían de articularse los pactos entre todas las corrientes y escisiones desprendidas de lo que en su día fue Podemos: Unidas Podemos, Podemos, En Comú Podem-Guanyem, En Marea, Compromís, Somos Asturies, Más País, Ahora Madrid, Más Madrid… (les juro que hasta hay una que se llama Segoviemos). Así, reclamaba una «institucionalidad» (sic), que identificaba con «unas reglas para establecer la correlación y los pesos de cada fuerza y de las eventuales figuras independientes. Esto suele plasmarse en las listas y en el peso de cada formación en el espacio unitario que decide sobre los recursos comunes». En definitiva, quién irá en las listas cerradas y bloqueadas para acceder a los cargos y cómo se repartirán los dineros, nada de distinciones ideológicas.

«Tampoco ha acertado a definir un programa que diferencie a su Sumar de Podemos»

Yolanda Lanada, aun habiendo fungido de contemporánea hermeneuta de Marx, tampoco ha acertado a definir un programa que diferencie a su Sumar de Podemos, y, consciente de la dificultad, viene haciendo una gira por España que ella llama «proceso de escucha», a ver si con ello se monta un programa para las generales. Digo yo que el iter natural es que uno proponga a la sociedad un proyecto político, el que sea, y que luego abra si acaso el «proceso de escucha» para pulirlo, hacerle a lo más un ajuste fino. Sin embargo, aquí no parece haber más proyecto que escuchar a ver lo que quiere la gente para luego prometérselo.

Por eso, cuando uno lee los análisis que los últimos días asoman a la prensa aludiendo «al discurso político» de Yolanda Lanada, no puede por menos que evocar cómo érase una vez que había dos naciones -Liliput y Blefuscu- en guerra permanente por una disputa insalvable: si debían cascarse los huevos cocidos por la parte más estrecha o por el lado más ancho. Yo, tratándose de liliputienses, que no miden -según la novela de Jonathan Swift- más de seis pulgadas de poso ideológico, de momento, me inclino por Liliput: cascando los huevos por la parte estrecha. Veremos si cambio de bando.

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