THE OBJECTIVE
Marta Martín Llaguno

Expectativas y esperanzas

«He escuchado en el Congreso discursos bochornosos que hacen pensar que, con la degradación de estos últimos años, en política apenas queda dignidad»

Opinión
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Expectativas y esperanzas

Erich Gordon

Dicen que solo se necesita una buena razón para volver a un lugar.

La semana pasada, después de dos años exactos de dejar mi acta de diputada, regresé al Congreso en una visita con mis alumnos de Comunicación Política de la Universidad de Alicante.

Fue una experiencia única.

Entrar en la Cámara Baja me evocó muchos recuerdos: algunos malos, pero la mayoría buenísimos.

La más dura reminiscencia es, sin duda, la de las presiones que sufrí para que renunciara al escaño de las que nunca he hablado.

Corría marzo de 2021. Gente que se creía muy lista (y que luego ha demostrado tener cero aptitud y actitud), jugando a la política, debió negociar cositas, a saber: en el plano autonómico y municipal, las famosas mociones de Mortadelo y Filemón de Murcia y Madrid y, en el plano nacional, una «mayoría alternativa» de apoyo al Ejecutivo, al menos, para los presupuestos.

Esta es la parte del pack menos conocida.

No sé qué les contaron, ni cuál fue la contrapartida ni, lo que es peor, cómo se lo pudieron creer. Pero el caso es que hubo quien debió pensar que Sánchez haría saltar de su banda a nacionalistas (ERC y JxCat) y a Bildu, si en el lote le «ofrecían» 10 obedientes y «reconvertidos» diputados de Ciudadanos, a algunos de los cuales, como a mí, no se había informado de nada.

Cuantitativamente, el acuerdo daba: PSOE (120)+UP (35)+Mas País (2)+PNV (6)+CCanaria (1)+Compromis (1)+Nueva Canaria (1)+Cs (10) =176. Pero, cualitativamente no.

Y es que había quien, como yo, tenía clarísimo que su escaño se había obtenido con el compromiso con los votantes de preservar y respetar el Estado de Derecho, de combatir el nacionalismo y la corrupción y de no dar alas al populismo.

Nada más percatarnos del tema, Pau Cambronero se fue al grupo mixto… y yo me quedé sola con la tensión: todo dependía ya de mi escaño.

La situación fue enrevesada.

«Un compromiso con mis votantes, me obligaba a respetar las promesas que les había hecho»

Por una parte, la carta ética que había firmado me conducía a renunciar a mi acta por discrepancias con la dirección de mi partido (que, a la sazón, no tenía nada que ver con la que había conseguido los votos y con la que yo había trabajado). Por otra, un compromiso, para mí más importante con mis votantes, me obligaba a respetar las promesas que les había hecho cuando me votaron.

No podía consentir que mi escaño se utilizara en ningún caso –ni directa ni indirectamente- para apuntalar el comunismo, el secesionismo, la dilución de las instituciones o la corrupción. No podía consentir que se usara como muleta del sanchismo.

Si permanecía en el grupo parlamentario apoyando determinadas cuestiones –como el último estado de alarma, inconstitucional– era una traidora; si me quedaba con el acta, una tránsfuga; y si me marchaba a mi casa, y dejaba mi escaño para apoyar a Sánchez, una cobarde.

No fue fácil decidir.

Después de mucha reflexión, llegué a la conclusión de que la opción menos mala era renunciar a mi acta, no sin haber obtenido antes la promesa de la dirección de Cs de que con mi escaño no se votaría nada que traicionara en lo básico a los votantes. Tuve que esperar días para poder reunirme con la que era entonces la presidenta del partido (a quien mandé semanas antes una carta pública para que no hubiera dudas).

Sobre el cumplimiento de las promesas (no bastan los discursos) me reservo la opinión. Allá cada uno con su conciencia.

Este viernes, mientras recorría algún rincón de la Cámara Baja, vino a mi mente lo sucia y dura que puede llegar a ser una parte de la política y lo mal que lo pueden pasar en ella algunas personas. Yo misma sufrí muchísima presión, incluso coacciones: podría contar tremendos detalles que conservo. No voy a hacerlo, porque el enfado es un lastre y la vida es demasiado corta para estar cabreada.

Prefiero rememorar mi primera comparecencia pública en política (en el Colegio de Médicos de Alicante junto a Albert Rivera) en la que aludí a la canción de Burning «¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?», que reflejaba exactamente cómo me sentía.

«Recuerdo la ingenuidad y la verdad con la que muchos de nosotros nos acercamos a la política»

Definitivamente, cuando decidí ir en listas me compliqué voluntariamente la vida. Y aquel día tenía incertidumbres sobre si merecería la pena. Hoy, después de seis años puedo decir que la mereció.

Fui una de los 40 diputados que Ciudadanos obtuvo en su primera legislatura gracias a mucha gente valiente. Recuerdo la ingenuidad y la verdad con la que muchos de nosotros nos acercamos a la política: creíamos que debía ser un servicio a la sociedad, un oficio necesario. Algunos éramos profesionales de la sociedad civil con la esperanza de poder cambiar España a mejor. En nuestro caso, las expectativas no se han correspondido con la realidad.

Pero el viernes en las caras de mis estudiantes al entrar en el hemiciclo percibí el mismo respeto y credulidad en una institución fundamental que vi hace años en las de mis compañeros.

Estas semanas se han escuchado en el Congreso no sólo discursos bochornosos sino también edadistas, que hacen pensar que, con la tremenda degradación de estos últimos años, en política apenas queda dignidad.

Tiene que volver a haberla. Los jóvenes son el futuro, nuestra esperanza.

Pensaba de madrugada en el autobús de vuelta de un viaje relámpago de diez horas para ver las dos Cámaras que, tal y como está el panorama, quizás sea desde la sociedad civil desde donde ahora se pueda trabajar más y mejor por la democracia.

Mi compromiso actual es tratar de formar a gente para que en poco tiempo pueda volver a hacer política sana, política noble. Es una necesidad.

Ps: desde aquí quiero mandar un mensaje de enorme agradecimiento a todos los que nos trataron con tanto cariño el otro día, desde los periodistas y técnicos, hasta el personal de las Cámaras –ujieres, policías, camareros, guías, fotógrafos…-hasta la propia presidenta. Y unas gracias especiales a la Asociación de Exdiputados y Senadores por las gestiones que nos facilitaron la visita.

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