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Los enemigos de la política democrática

«Tanto los ‘woke’ como los tecnócratas creen que la política no es un proceso deliberativo sobre distintas concepciones de lo que es el ‘interés público’»

Opinión

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  • Periodista y miembro de la redacción de ‘Letras Libres’ y autor de ‘Mi padre alemán’ (Libros del Asteroide, 2023).

La política es cada vez más extrapolítica. Es decir, cada vez hay más gente que considera que hay cuestiones políticas que no admiten debate. Lo vemos tanto a izquierda como a derecha. Es algo que une, por ejemplo, a los tecnócratas con los woke. Ambos piensan que hay cuestiones que están por encima de la deliberación política. Los primeros creen que la complejidad de las sociedades postindustriales requiere de una mayor implicación de los expertos. Es verdad que yo no sé qué hay que hacer para regular la banca, y menos aún sobre cómo regular la high frequency trading. Pero hay quienes quieren extender esa visión a la mayoría de los aspectos de la política: es una especie de liberalismo sin democracia en el que las decisiones cada vez están más fuera de la disputa política o las elecciones. Era un debate constante hace una década, cuando debatíamos sobre la prima de riesgo y los hombres de negro del FMI: de qué sirve la política nacional, decían muchos, si luego afecta mucho más a la vida de las personas una subida o bajada de los tipos de interés desde el Banco Central Europeo. 

Los segundos, los woke, creen que hay cuestiones que, por su importancia moral, son intocables. Por eso insisten en convertir sus causas en derechos, que se convierten a su vez en derechos «fundamentales». Esos derechos deben «blindarse» en la Constitución para que sean intocables, como dice a menudo la izquierda en España (es curioso porque luego hablan constantemente de reformar la Constitución, que consideran manchada y que forma parte del «régimen del 78»; tan blindados no estarán esos derechos si podemos cambiar la constitución a nuestro gusto). Lo que consigue esto es sacar esas cuestiones de la deliberación pública: no cabe otra interpretación. Es cierto que existen aspectos sobre los que no debería existir deliberación: no me gustaría saber los resultados de un referéndum en España sobre la pena de muerte a asesinos y violadores, especialmente en esta época de populismo punitivo. Tampoco quiero vivir en un Estado donde la justicia y los tribunales son populares. Pero asumir que todos tus posicionamientos políticos son incuestionables y no admiten debate es arrogante y peligroso. 

«Para los tecnócratas, la deliberación es una distracción. Para los ‘woke’, es un pecado»

Como escribe David A. Bell en un ensayo en la revista Liberties, donde reflexiona sobre este tipo de antipolítica, para estos actores «la única respuesta posible es restringir aún más el espacio de lo político, situar franjas cada vez más amplias de la vida fuera del alcance de la deliberación y la toma de decisiones colectivas, reducir aún más el espacio de tolerancia y paciencia sin el cual no puede florecer ninguna política responsable». Tanto los woke como los tecnócratas creen que la política no es un proceso deliberativo sobre distintas concepciones de lo que es el «interés público», sino que tienen claro lo que es ese interés público: lo que pienso yo. 

Son dos tipos de antipolítica. Para los tecnócratas, la deliberación es una distracción. Para los woke, es un pecado. Ambos creen, como dice Bell, que la política ha fracasado, y que para preservar el bien común la única manera son medios «extrapolíticos». «Y, por supuesto, la lucha política cada vez más encarnizada que generan al perseguir estos medios extrapolíticos convierte la convicción en una profecía autocumplida, ya que la indignación y la polémica constantes ahogan el sistema político y lo llevan cada vez más a la parálisis. Al desvelar el fracaso de la política, provocan el fracaso de la política». 

3 comentarios
  1. Fedeguico

    La democracia entendida como deliberación política ha fracasado porque, efectivamente, existen concepciones radicalmente incompatibles e irreconciliables de lo que es el interés público. Mejor dicho: no se trata de que diferentes grupos o facciones confundan sus contrapuestos intereses particulares con el de todos y se enfrenten entre sí de manera simétrica, sino que el verdadero pulso de fondo está entre quienes sabemos que no existe más interés general que el imperio de la ley, lo cual implica Estado mínimo y soberanía individual, y los enemigos de la libertad y de la dignidad humana que simplemente quieren imponer una dictadura socialista más o menos encubierta. Y no se trata de dos tipos de antipolítica igualmente condenables (esa es una retórica muy confusa y parcial), sino que se puede argumentar con facilidad que el Estado de derecho y los derechos fundamentales (y no la pena de muerte para asesinos atroces) deben ser innegociables, mientras que pretender convertir el asesinato (aborto) en un derecho humano y pretender blindar los postulados ideológicos más delirantes en constituciones que por definición deben garantizar, entre otras, la libertad ideológica son prueba de no estar bien de la cabeza.

  2. JaimeRuiz

    Ayer contaban en RNE que la imputación de Trump había despertado oleadas de apoyo entre los votantes republicanos y el tono del locutor no podía ser más elocuente: ¡son tan tontos esos paletos que se dejan arrastrar por un personaje tan despreciable! Bueno, exactamente lo mismo que este columnista cuando alude a la pena de muerte. Son cosas de esos bárbaros, los refinados europeos cultísimos no podrían discutir eso, salvo la chusma, que a lo mejor ganaría un referéndum. ¿Cómo comparar a esos pobres ejecutados con la nobleza de un acto como dar libertad al que mató a un niño en Lardero después de estar condenado por otro crimen atroz? Claro que hay cosas que están fuera de la discusión, como la esclavitud o la antropofagia (aunque el presidente colombiano ya habla de despenalizar el incesto para reducir la criminalidad), lo gracioso es que eso que no se puede discutir (el progresismo unánime de los que han leído un par de libros) ¡es lo que pretende denunciar! Al reivindicar la discusión excluye con suficiencia más bien cómica una cuestión como la de la pena de muerte.

  3. Klaus

    La «deliberación pública» en las condiciones actuales es una fantasía inviable.

    Veamos ¿qué deliberación está ocurriendo?

    En la derecha el PP está evitando cualquier tipo de debate «con contenido» como si mordiera. Eso sí, mientras se niega al autoanálisis ideológico coquetea con todo tipo de cosas que traicionan el pensar de muchos de sus votantes, como los desmanes autoritarios feministas o los submarinismos lingüísticos. No parece guiado por otro interés que sumar votos, los que sean, de donde vengan, para mandar nosotros ¿para qué? Pues para eso. Es un fin, no un medio.
    En la izquierda todavía más descarado. En la jaula de grillos que forman en este momento las numerosas microformaciones ultraizquierdistas (Podemos, Más Nosequé, IU, PCE etc. etc.) hay un único tema: qué culos van a qué sillones. Y se acabó. Desafío a cualquiera a busque en los interminables debates que se traen algún contenido que se pueda llamar con algo de dignidad «político».
    Y claro,los ciudadanos no se interesan mucho por discutir ni esto ni lo otro. No va con nosotros, es cosas de ellos, de la casta.

    ¿Deliberación? ¿Con estos mimbres? Venga, hombre.

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