Vótame, okupa
«El objetivo de Sánchez es conectar con el electorado de la izquierda demagógica, que aspira a sustituir la democracia por un Estado moral y recela de lo privado»
La protección que el Gobierno ofrece a los okupas, y no a los propietarios violentados, tiene una explicación. Este Ejecutivo se ha desentendido de la gobernanza desde el primer día, y se dedica en cuerpo y alma a la propaganda. No sorprende a nadie. Entonces, ¿a qué viene esta ley de vivienda que protege la okupación?
Mi tesis es que solo pretende distraer la atención, ofrecer a Sánchez la oportunidad de hacer populismo, y agradar a los sectores ideologizados que apoyan el sanchismo, como Podemos, Bildu y ERC. El objetivo del discurso es conectar con el electorado de la izquierda demagógica y anticapitalista de boquilla, que aspira a sustituir la democracia por un Estado moral y que recela de lo privado siempre que no sea suyo.
Lo digo porque la gente no percibe la vivienda como su problema capital. Vamos al CIS. El barómetro de abril de 2023 indicaba que solo para el 1,7% de los españoles la vivienda es el primer problema del país, a pesar de que para el 3,4% es su principal preocupación. Esto significa que la gente no lo asume como prioridad a la hora de votar frente a la crisis económica (20,6%), el paro (15,7%) o la situación política (10,9%). Por cierto, el problema okupa solo interesa a un 0,3%.
«Si la gente emplea su tiempo de charla en el quinto entierro de José Antonio, no habla de las negligencias económicas del Gobierno»
Desechada la vivienda como problema trascendental para la mayoría, aparece, en primer lugar, su utilidad como elemento de distracción. La okupación es muy vistosa, llena portadas y abre informativos cuando hay imágenes impactantes, por lo que es tema de conversación. Si la gente emplea su tiempo de charla en esta cuestión, o en el quinto entierro de José Antonio, no habla de la colección de negligencias económicas del Gobierno, o del chantaje permanente en el que vive Sánchez.
Al presidente del Gobierno, en segundo lugar, le interesan estas leyes ideológicas porque se crece haciendo demagogia. Es lo que tiene el peronismo ibérico. Sánchez es capaz de prometer cientos de miles de viviendas sin pestañear, aunque no cuadre con la realidad. Lo mismo hizo con la ley del solo sí es sí, cuando se ufanó de ser la vanguardia mundial que iban a copiar hasta los antiguamente conocidos como esquimales.
La ley de vivienda con la protección a la okupación permite a Sánchez echar la lagrimita y hablar de las familias vulnerables, de las víctimas de la desigualdad y el cambio climático por culpa de la malvada derecha neoliberal y contaminante. Esto recuerda aquel discurso de Perón en el que se presentaba como el defensor «de los descamisados, de los pobres, de los que tienen hambre y sed de justicia». Es ese discurso del argentino que acababa diciendo lo mismo que está a punto de soltar Sánchez: la única libertad que quiere la oposición para nuestros trabajadores es la de morirse de hambre.
Sánchez se siente cómodo con el populismo, y eso lo aprovechan sus socios para ir colando sus leyes ideológicas. Luego pasa lo que pasa, y los socialistas tienen que rectificar votando con el PP en el Congreso. Pero a Podemos, ERC y Bildu les da igual. Piensan que la ley no sirve para gobernar la realidad, sino para transformarla siguiendo su ideología totalitaria. De ahí que sus normas chirríen y creen más problemas de los que resuelven.
«Para esta izquierda solo lo público es moral y digno de defensa política y judicial»
La protección a la okupación no persigue el voto de los okupas, que pasan de urnas, sino de la izquierda demagógica. Detrás de todo esto hay un discurso ideológico que debería dar grima en una democracia liberal asentada. Para esta izquierda solo lo público es moral y digno de defensa política y judicial, frente a lo privado, que lo define con los típicos pecados del egoísmo y la usura. De esta manera, cuanto menor sea el espacio de la propiedad privada, más moral, digna y honesta será la sociedad. Es la idolatría del Estado en manos de un Gobierno de profetas y mesías.
Al otro lado, a la derecha, debería levantarse una férrea defensa de la propiedad privada, no por el hogar de cada uno, sino como principio vertebrador de la comunidad política. Lo privado es la manifestación de la individualidad, que es el alma de la libertad y la felicidad, el impulso de la modernización y del progreso. La defensa de la propiedad es el origen de los sistemas liberales, basados en la contención de la acción de los Gobiernos, y cuna, por tanto, del resto de derechos y libertades.
No es casualidad, en consecuencia, que los que quieren abolir lo privado poco a poco, ley a ley, sean los mismos que tanto se empeñan en eliminar y despreciar la separación de poderes, el pluralismo o las libertades. Es triste, pero esta sigue siendo la lucha de nuestro tiempo.