Tinder bueno
«Mónica García quiere un Tinder del amor, uno en el que el final sea con boda, no con polvo, en el que no se quede para yacer sino para hablar del tiempo»
Mónica García está a lo importante: a encargarse de que las mujeres que utilizan Tinder no se sientan presionadas para tener sexo. Teniendo en cuenta que, hasta donde sé yo, no es obligatorio abrirse una cuenta de Tinder y que quien lo hace, de hacerlo, es porque sabe de antemano para lo que sirve, no veo la urgencia. Pero ella, preocupada por este problema de vital importancia, propone «una ley contra la violencia digital, una app pública para denunciar el ciberacoso y protocolos contra la violencia machista en apps de citas». Toma ya.
Lo inquietante de la proposición, aparte del ánimo tuitivo casi obsceno, como si los adultos en este país necesitaran de una tutela estatal en todos los ámbitos de su vida, es lo perverso en el uso del verbo «sentir». No van a defender y proteger a las mujeres adultas que han sido presionadas para tener sexo, eso lo van a hacer con las que sientan que han sido presionadas. Que no es lo mismo. Para Mónica García, médico y madre, si te sientes presionada es que has sido presionada. Aquello del «yo te creo, hermana». La cosa es de risa. Lo que me da rabia es que no detalle esos protocolos contra la violencia machista en apps de citas. ¿Se penalizará el no dar match a las fotos de mujeres con bellezas no heteronormativas por discriminación? ¿Lo harán si te niegas a concluir al descubrir que no es tan joven ni tan flaca como te había dicho? Y dar match a las guapas ¿será cosificar? Si soy yo la que tengo que redactar esa ley acababa pronto: Artículo primero.- Si no quieres nadar, pa qué te metes. Fin de la ley.
«Esa fórmula desacomplejada del ‘venga, vale’, pues a Mónica García como que no»
Pero claro, dale tú un lápiz y el BOE a un integrante de «ese espacio a la izquierda del PSOE» y verás lo que te hace. Canela fina, mel de romer. Empieza por prohibir la descarga de aplicaciones de citas a mujeres que cumplan con el estándar de belleza heteronormativo (o sea, las tías buenas) y te acaba con la obligatoriedad por contrato de salir con la que te toque sin réplica ninguna, pasando por convertir en delito insinuar siquiera que tú a Tinder te has apuntado para… eso.
En realidad, a Mónica García lo que le pasa es que es una romántica. Y esa fórmula desacomplejada del «venga, vale», pues a ella como que no. Ella quiere un Tinder pero del amor, un Tinder bueno, uno en el que el final sea siempre con boda, no con polvo. Uno en el que en lugar de quedar para yacer se quede para hablar del tiempo y antes de la quinta cita, la normativa lo exigirá, se ha debido comer al menos una vez con los padres (de ambos) y que te hayan enseñado el álbum de la primera comunión. Pero mientras tanto, mientras van al detalle y el Estado no está para tutelarte hasta en el titubeo o el incomodo, para besarte la rodillita y cantarte el cúrate sana, yo tengo un consejo bastante eficaz. Allá va:
Si te has hecho voluntariamente una cuenta en Tinder para ligar, porque eso es para ligar, y alguien se pone muy insistente intentando que hagas algo que tú no quieres, haz lo siguiente: presiona suavemente la letra N con el dedo índice para, a continuación, hacer lo mismo con la letra O, pulsando inmediatamente enter. Automáticamente, la negativa aparecerá en el terminal de la otra persona y esta sabrá, sin el menor género de dudas, lo que opinas al respecto de su propuesta. Si crees que teclear un monosílabo es demasiado audaz, que podría ser si has nacido a partir del 84, lanza el móvil lo más lejos que puedas, como si fuese a estallar. Y la próxima vez te apuntas a un curso de macramé o de leches vegetales.