Hay dos tipos de personas
«Estoy dispuesto a batirme en duelo antes de dejar que alguien encierre la compleja realidad del ser humano en una proposición binaria de este tipo»
Siempre me resisto a aceptar cualquier afirmación que empiece por esa cláusula simplista que reza: hay dos tipos de personas en el mundo… Estoy dispuesto a batirme en duelo antes de dejar que alguien encierre la compleja realidad del ser humano en una proposición binaria de este tipo, que por otro lado es un ejercicio sofista que solo beneficia a las cuentas de los bares y restaurantes donde aún existan las tertulias.
—Hay dos clases de personas, las que piensan que la tortilla de patatas siempre debe llevar cebolla y los (equivocados) que no.
—Pues mire, no, depende. Si la cebolla está caramelizada hasta el punto de cobrar un protagonismo que eclipse a los dos ingredientes principales que son patata y huevo, quizás sea mejor una buena tortilla sin cebolla de esas que defienden los gallegos. Yo soy muy partidario de proclamar que una tortilla, tenga o no cebolla, es la mejor del mundo si me provoca la suficiente alegría de vivir como para hacerme creer que en ese instante concreto ya no puede existir otra tortilla mejor que la que ya es mía. En un año pruebo seis o siete veces la mejor tortilla del mundo, y esto me hace mucho más feliz que el que solo la encuentra en un lugar y sujeta a todo tipo de apriorismos.
—Hay dos tipos de personas, las que volverán a votar a Pedro Sánchez y las que no.
—Tampoco es cierto. No todos los que votan a Pedro Sánchez están votando a Pedro Sánchez. Algunos votan simplemente al PSOE, otros votan aterrorizados contra una alianza del PP con Vox. También se puede decir que los que no votan a Pedro Sánchez, y votan a Yolanda Díaz, en realidad votan a Pedro Sánchez.
–Ya, ya, pero si atendemos únicamente a lo que pone en la papeleta, unos votan a Pedro Sánchez y otros no.
–Si nos ponemos tan técnicos, digamos que nadie vota a ningún presidente directamente, sino a una lista de diputados que votarán a su vez a un candidato.
–Esta es impepinable: hay dos tipos de personas, las que prefieren vino y las que prefieren cerveza.
–Están los abstemios.
–Esos no son personas.
–Podríamos decir que los que prefieren cerveza tampoco son personas.
–Sigo. Hay dos tipos de personas, los que prefieren la montaña y los que prefieren la playa.
–Una vez le preguntaron esa tontería a Leonor Watling de si era más de playa o de montaña, y ella contestó que era más de follar. Creo que eso resuelve bastante bien esa disyuntiva falaz. Y a propósito de esto, una digresión: a una amiga de mi abuelo le preguntaron si ella jugaba al golf, a lo que respondió que no, que ella todavía follaba. De modo que con el follar quizás se pueda llegar a afirmar que hay dos tipos de personas, los que juegan al golf, y los que todavía follan. Tiger Woods encarna como ninguno la posibilidad de compatibilizar ambas actividades, lo que no está claro es si el golf y el sexo marital se llevan bien.
–Hay dos tipos de personas, las que se emocionan cuando escuchan una gaita y las que no.
«La gaita logra emocionar cuando lo hace en su contexto, con unas colinas verdes de fondo, una fiesta patronal y con sidra a mano»
–Estoy casi a punto de conceder esta posibilidad. De hecho, matizaría la afirmación: hay dos tipos de personas en el mundo, las que se emocionan con una gaita y las que las prenderían fuego y encerrarían a los que las tocan en campos de reeducación como hacen los chinos con los uigures. Yo me encuentro entre este último grupo, además me dan dolor de cabeza las gaitas. La existencia y popularidad de la palabra soplagaitas es indicativa de que no me encuentro solo en mi fobia. Peeeeero, puedo decir que incluso el más gaitófobo puede sentirse conmovido por una gaita si lo hace en un contexto adecuado. Al igual que el órgano, que es un instrumento que solo suena bien en un contexto determinado –en la penumbra de una gran iglesia y con una nube de incienso flotando en el aire en que resuenan sus notas– la gaita logra emocionar a sus haters acérrimos cuando lo hace en su contexto, con unas colinas verdes de fondo, una fiesta patronal y con sidra a mano. Por tanto, me niego a aceptar esta división del mundo en dos.
–Hay dos tipos de personas, los hombres y las mujeres.
–Uy. No, por favor, qué aburrimiento. Este debate da mucha pereza ya a estas alturas, creo que ya hemos entendido todos que hay realidades intermedias, si quieres lo discutimos, pero mejor pasamos a otra afirmación.
–Lo afino: hay dos tipos de personas, las que tienen pene y las que no.
–A ver, eso depende de a qué cosa le llames tú un pene.
–Hay una que es incontrovertible. No admite discusión.
–Aquí te espero.
–Hay dos tipos de personas en el mundo: las que piensan que hay dos tipos de personas en el mundo y las que no.
–Touché.