THE OBJECTIVE
Javier del Castillo

Candidatos del terror

«Los 44 exetarras incluidos en las listas de Bildu son una provocación, una ofensa para las víctimas y un insulto a nuestro actual sistema democrático»

Opinión
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Candidatos del terror

«El Partido Socialista podría sentarse a negociar con la formación de Arnaldo Otegi algunas alcaldías del País Vasco y Navarra». | Europa Press

En una entrevista que publicamos esta semana en THE OBJECTIVE con Andrés Aberasturi, el veterano periodista -desde la experiencia y la libertad que le avalan– se lamenta de que estemos «en la época más baja y tenebrosa de la democracia». Es, lógicamente, una apreciación personal y probablemente bastante compartida, pero me voy a quedar con ese segundo adjetivo de tenebrosa porque encaja a la perfección con la presencia detectada en las listas electorales de Bildu de 44 candidatos condenados por terrorismo, siete de ellos con delitos de sangre, en el País Vasco y Navarra.   

A los socios parlamentarios de Pedro Sánchez lo que menos les importa en estos momentos es el dolor que pueda ocasionar la inclusión de estos individuos a las víctimas de ETA, como ya ha denunciado el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite). Bildu tampoco engaña a nadie. Para qué disimularlo.

Sus dirigentes vienen de dónde vienen y presentan a las elecciones municipales y a las Juntas Generales a quienes hasta no hace mucho ejercían la violencia y el terrorismo para conseguir el supuesto objetivo de liberar al Pueblo Vasco de la opresión del Estado español. Son, para ellos, soldados del Pueblo Vasco. Además, la ley electoral no contempla la prohibición de que exmilitantes de ETA puedan ser elegidos en las urnas, incluso en las mismas poblaciones donde dejaron rastros de sangre. 

El problema es más de imagen. Basta con repasar la hoja de servicios de los 44 candidatos exetarras incluidos en las listas de Bildu para las elecciones del 28 de mayo – según ha podido averiguar Covite – para darse cuenta de que es una provocación, una ofensa para las víctimas, además de un insulto a nuestro actual sistema democrático. Agustín Muiños Díaz, alias Tinín, cumplió condena de 29 años de cárcel por asesinato y va como número 6 en la lista al Ayuntamiento de Legutiano (Álava) sin prescindir de su nombre de guerra. Otro candidato, Juan R. Rojo, fue condenado a 30 años también por asesinato y figura en el número 21 de la lista de Irún, como algo simbólico. 

«El Partido Socialista podría sentarse a negociar con la formación de Arnaldo Otegi algunas alcaldías del País Vasco y Navarra»

Ante esta situación, y a preguntas de la portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, Sánchez ha dado la callada por respuesta y se ha centrado en presumir de su gran gestión económica. El presidente del Gobierno prefiere llevarse bien con Otegi. No quiere incomodar a sus socios preferentes porque sin ellos no habría podido sacar adelante algunos de sus proyectos legislativos y porque los puede necesitar más adelante, si los resultados de las elecciones generales le permitieran seguir gobernando con los mismos socios y aliados de la actual legislatura.

Por otra parte, aunque a veces los herederos de ETA se lo pongan muy difícil, el Partido Socialista podría sentarse a negociar con la formación de Arnaldo Otegi algunas alcaldías del País Vasco y Navarra. «Han dejado el terrorismo y tienen derecho a participar en las instituciones democráticas», es el argumento recurrente de los dirigentes socialistas en Madrid y en Euskadi. Lo que no han dejado atrás los líderes abertzales es su dependencia de exmiembros de la antigua banda terrorista, a los que van recolocando a medida que van cumpliendo sus condenas. 

Las reacciones y denuncias de quienes sufrieron en sus propias carnes o en las de sus familiares los atentados terroristas son un incordio. Pues incomodan y ponen en evidencia una realidad tenebrosa y una anomalía democrática que se procura disimular con el reiterado mensaje de que ya no existe ETA y el terrorismo ha pasado a la historia, por mucho que lo saque a relucir la derecha. 

Una historia, eso sí, tan tenebrosa como la de estos 44 candidatos juzgados y condenados por delitos de terrorismo que buscan lavarse las manos y blanquear en las urnas su pasado. Y todo ello sin haber pedido previamente perdón a las familias de sus asesinados. 

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