THE OBJECTIVE
Fuera de micrófono

Andrés Aberasturi: «Estamos en la época más baja y tenebrosa de la democracia»

El periodista y escritor cautivó a millones de oyentes de radio y descubrió posteriormente la guerra de las audiencias y las incomodidades de la fama

Si pudiera empezar de nuevo, volvería a ser periodista, aunque ya no haría las mismas cosas. Meritorio en el periódico Información de Alicante, el destino le fue llevando de un lado a otro, sin perder nunca la perspectiva y sin apearse de la idea de rechazar trabajos que no le gustaban. «Es mentira –afirma en esta entrevista en Fuera de micrófonoque uno se fije un objetivo en la vida. Es la vida la que fija el objetivo y además te zarandea de una manera brutal».

Lo dice por experiencia y porque la parálisis cerebral de su hijo Cris (43 años) le ha ayudado a ser mejor persona y a reflexionar sobre la vida y la capacidad del ser humano para sobreponerse y asumir de la mejor manera posible los momentos más duros.

Desde que lo prejubilaron, Andrés Aberasturi vive en Yunquera de Henares (Guadalajara), alejado del ruido, rodeado de tomates y gallinas, y sigue colaborando, desde hace dos décadas, en el programa de Pepa Fernández en Radio 1 (RNE) No es un día cualquiera. Bohemio y soñador, se dejó patillas a lo Joan Manuel Serrat a finales de los sesenta. Más tarde se puso un pendiente y se hizo una coleta, a la vez que paseaba su alma de poeta y periodista comprometido por las redacciones de periódicos (Pueblo) y por buen número de emisoras de radio (RNE, Onda Cero, Radio Voz) y cadenas de televisión (TVE, Telecinco, Antena 3, ETB, Canal Sur y Telemadrid).

Aunque no presume de casi nada, es justo reconocer que cautivó a millones de oyentes con historias cotidianas –Así es la vida o El último gato (RNE)– y descubrió, con algún que otro desengaño, la guerra de las audiencias en televisión y las incomodidades de la fama.

Andrés Aberasturi durante la entrevista. | Víctor Ubiña

De algunos sitios se fue voluntariamente y de otros lo echaron, pero nadie le puede recriminar haber aceptado tareas bien remuneradas que no fueran de su agrado. «A mis 74 años puedo mirarme al espejo y sostener la mirada», confiesa, mientras habla de lo que pudo haber sido y no fue o de la imposibilidad de convencer a los jóvenes para que vuelvan a la España despoblada.

PREGUNTA.- Has tocado muchos palos. Cuando yo te conocí empezabas a triunfar en Radio Nacional.

PREGUNTA.- Yo nunca he sido un triunfador. He sido, fundamentalmente, un corredor de fondo. No me considero triunfador. Para nada.

P.- ¿En qué medio –prensa, radio o televisión– te sientes más a gusto?

R.- En la prensa escrita. Quería ser periodista para escribir en los periódicos. Entonces no se hacía periodismo ni en la radio ni en la televisión. Estaba El Parte y los informativos de las dos cadenas de TVE. El periódico era más atractivo. Me gustaba escribir. Yo soy fruto, como todos, de un montón de casualidades. De decisiones que tomas y que no sabes si aciertas o no, pero lo asumes.

P.- ¿Te resultó difícil asimilar la popularidad que te dio la radio y luego la televisión?

R.- Yo llegué a Radio Nacional para ser redactor de España a las ocho. No hacía micrófono porque no vocalizaba bien, ni tenía una voz radiofónica… Pero no es que lo creyera yo, es que lo creía también un jefe: «Aberasturi no puede hacer micrófono porque no se le entiende». Tenía razón, pero bueno, al final, por esas circunstancias que te digo, uno que se cae, otro que se pone enfermo; y tú te tienes que poner delante del micrófono. Ahí no me cambió la vida. Me cambió la vida cuando, en lugar de escribir la crónica de un Consejo de Ministros en dos folios, tenía que hacerlo en siete líneas para la radio. En la tele, cuando Pilar Miró dijo que presentara 48 horas, fue bastante complicado por una serie de cuestiones de libertad y de conciencia. Luego hice Por la tarde, en la época en que había sólo dos televisiones. Ahí, sí, me conoció mucha gente y fue complicado. Aquello no me gustaba mucho, la verdad. 

P.- Pero dejaste pronto el programa porque, según publicó algún medio, no te sentías bien remunerado.

R.- Salió un artículo en El País que decía: «Aberasturi deja Por la tarde por dinero». No, no dejé el programa por dinero. Lo dejé porque cobraba el sueldo de redactor y un plus por dirigir y presentar un programa de casi dos horas, de lunes a viernes, en directo. Y empezaron a contratar a gente de fuera, que se había ido de TVE, como Ángeles Caso, a la que quiero muchísimo, o Terenci Moix, pagándoles catorce veces más que a nosotros, porque éramos fijos y no podíamos ganar más. Entonces, dije: «O los contratáis por nuestro precio o nos subís el precio a nosotros. Pero yo no voy a hacer el programa por lo que estáis pagando. No me parece justo. Me voy, lo dejo». Diego Carcedo, director de Informativos, me dijo que si quería que me diera de baja en RTVE y luego negociábamos un contrato. No hubo acuerdo y me volví a la radio. Y aquí paz y después gloria. No fue por dinero, en absoluto, fue por algo que yo consideraba una injusticia.

P.- Pasaste por Telecinco, Antena 3, ETB, Canal Sur, Telemadrid. ¿Nunca te ha costado cambiar de aires? 

R.- Unas veces me he ido yo y otras me han echado. En Telecinco, injustamente, por ejemplo. De Antena 3 me fui de un programa porque no estaba dispuesto a aumentar el morbo para ganar audiencia. Yo tengo también un defecto: soy incapaz de hacer durante 25 años un programa. Envidio a gente como Luis (del Olmo) o Iñaki (Gabilondo). Cuando estaba haciendo la mañana en Radio Nacional ya estaba aburrido; era como abrir cajones y siempre salía lo mismo. Me aburro mucho. Sí, me gusta cambiar. Y eso no es bueno porque hubo veranos en los que decía: a ver qué comemos el verano que viene. Pero siempre me llamaba alguien o me ofrecían colaborar en algún sitio.

«Escuchas lo que se dice en el Congreso de los Diputados y se te cae el alma a los pies»

P.- En Antena 3 hizo un programa que se llamó En los límites de la realidad, sobre fenómenos paranormales.

R.- Yo soy bastante escéptico en todo esto. Cuando me lo ofrecieron, la única condición que puse es que en todos los programas hubiera un científico de talla, alguien que pudiera discutir o contradecir a gente que venía por allí. Hubo un médico que decía que curaba la parálisis cerebral, que para mí es una cosa muy seria. Me insinuaron en Antena 3 que tendríamos que subir un poco el nivel de morbo y dije: hasta aquí hemos llegado.

Andrés Aberasturi durante la entrevista. | Víctor Ubiña

P.- Hablando de fenómenos paranormales, ¿se puede hablar de fenómenos paranormales en la política española?

R.- Absolutamente. Extraterrestres y paranormales, misteriosos, diabólicos…, todos los adjetivos que les quieras poner. Es un disparate ponerte a leer ahora los periódicos. Escuchas lo que se dice en el Congreso y se te cae el alma a los pies. Creo que estamos en la época más baja y más tenebrosa de la democracia, desde 1975. Yo he vivido la censura franquista y la libertad de la primera época de la Transición, que fue la etapa  más libre para los periodistas y los medios. A partir de ahí, los medios empezaron a tomar partido. Ahora los periodistas son del PSOE o del PP. No entiendo por qué hay que acuchillar o insultar. Pero, ¿cómo no vas a insultar, si en el Congreso se dicen las cosas que se dicen?

P.- ¿La parálisis cerebral de tu hijo Cris te ha hecho ver la vida de otra forma?

R.- Seguramente. La parálisis de mi hijo me ha hecho aumentar o reforzar la visión que ya tenía de la vida. Es un palo que lo asumes de la mejor forma que puedes, y sin involucrar ni hacer un drama de lo que realmente lo es. Me ha hecho gracia que me conozcan por la calle; que entres en un bar y digan: hombre, el de la tele. También me ha cansado un poco, porque era complicado ir a comprar al El Corte Inglés en la época del programa Por la tarde. Pero, bueno, gracias a eso he tenido muchas cosas a cambio. Si he escrito una docena de libros, es porque he salido en la tele. Si yo hubiera ido con esos mismos originales a una editorial cuando no era conocido, me habrían dicho: el libro es muy bueno, pero no es del estilo de la editorial. La televisión y la popularidad te abren muchas puertas, pero hay que pagar un precio.

P.- Desde que te prejubilaron, vives en Yunquera de Henares (Guadalajara). ¿No echas de menos el ruido de la ciudad?

R.- Yo era un urbanita total. El campo me parecía un lugar siniestro donde, como decía alguien, se pasean desnudas las gallinas. Nunca pensé que pudiera vivir en el campo. Pero llegó el ERE, me prejubilaron, y tenía cinco años por delante en los que no podía trabajar ni hacer nada. Como teníamos la casita de Yunquera de Henares, nos fuimos a pasar allí el verano y la estancia se fue alargando, alargando… El campo me ha dado muchas cosas. La gente de Yunquera me ha enseñado a ser uno más.

P.- ¿Qué le dirías a un joven urbanita para que abandonara la ciudad y se estableciera en el campo?

R.- No le diría nada. Es que, realmente, no tengo nada que decirle. El campo tiene ventajas para un señor de 75 años o 74, como yo. Para un chaval de 20, difícilmente puede tener ventajas. Yo, cuando me iba a Alicante en un Seat 600 y pasaba por aquellos pueblos pedidos de La Mancha a las cuatro de la tarde, y no veía a nadie, salvo algún perro por la calle, me preguntaba: «Pero, ¿cómo puede vivir la gente aquí?». El maltrato que ha dado la sociedad española, y también la europea, a la gente del campo ha sido brutal. Los hemos abandonado. Los grandes movimientos sociales son muy difíciles de solucionar. Vamos a darle vida a un pueblo. Es que no se le puede dar vida a un pueblo. O se preocupan de verdad y en serio de los pueblos, o el futuro del mundo, lamentablemente, seguirá siendo la ciudad. ¿De qué vamos a comer? Pues no lo sé.

P.- ¿Ves más el campo como lugar de retiro? Precisamente, en Guadalajara se retiraron Cela, Leguineche o Carandell.

R. – Guadalajara tiene un encanto absolutamente obvio. Lo que pasa es que no lo han vendido. Y me gustaría que no lo vendieran mucho tampoco. La Sierra Norte está petada, en Brihuega no puedes comer un fin de semana con la floración de la lavanda, Sigüenza es un sitio fundamental. Se dice que Guadalajara es la gran desconocida, y es verdad. Tiene la Campiña, la Sierra, la Vega, tantos pueblos bonitos, tanta historia, tantos castillos, tantos paisajes diferentes… Si quieren venir que vengan, pero que no vengan todos de golpe, por favor.

«Es la vida la que te fija los objetivos y te zarandea de una forma brutal»

P.- ¿Cambiarías de profesión si volvieras a nacer?

R.- No. Me gusta la profesión, pero cambiaría un montón de decisiones. Cuando estuve de meritorio en el periódico Información de Alicante, no había acabado la carrera, y el director me dijo que no me quedara allí porque no llegaría a nada. Entonces, me volví con mi familia a Madrid. Luego me ofrecieron ser corresponsal en Benidorm de la Agencia Pyresa, perteneciente a la Prensa del Movimiento, y me daban una suite en un hotel y no sé cuánto dinero al mes. Era una oferta muy tentadora. Si llego a decir que sí, ahora ¿que sería? Pues no lo sé. A lo mejor el dueño de una discoteca, o con los pies por delante porque me habría metido en el narcotráfico. Tienes que estar optando continuamente y el camino te lleva a un sitio o a otro. Es mentira que uno se fije un objetivo en la vida. Es la vida la que fija el objetivo y además te zarandea de una forma brutal.

Andrés Aberasturi, en sus inicios de Radio Nacional, años 80.
Andrés Aberasturi, cuando empezó en Radio Nacional de España, años 80. | Foto: J. del Castillo.

P.- Envejecer tampoco es fácil… Sobre todo, para quienes se creen muy importantes o insustituibles.

R.- No es mi caso. Evidentemente, yo no he sido importante. He sido un señor que ha salido en televisión y punto. En el envejecimiento hay gente para todo. Gente que lo lleva fatal y gente que se agarra como sea a un micrófono. Así, entre nosotros, no tengo ningún interés en mi vida pasada, ni en lo que he hecho.

P.- ¿A cierta edad es más fácil decir lo que te da la gana y elegir a tus amigos?

R.- Yo me he callado muy pocas cosas a lo largo de mi vida. Nunca he hecho lo que no quería hacer, aunque sí he dejado de hacer cosas que me hubiera gustado hacer. Cuando te liberas de la tiranía de las empresas y vuelves a ser tú, con tu pensioncita todos los meses, haces lo que te da la gana. Y eres absolutamente libre. Es un momento fastuoso: la primera vez que te sientes del todo libre. A mis 74 años puedo mirarme al espejo y decir: «Qué feo eres, pero puedo sostener la mirada». Eso es muy importante. La fama y el dinero son muy tentadoras, pero yo vivo humildemente y no me puedo quejar.

P.- ¿Habría que recuperar el diálogo en la política española?

R.- Claro que habría que recuperar el diálogo. Lo dicen todos, desde Sumar a Podemos, la Yolanda, el otro… ¿Y por qué no lo recuperáis? Pues porque es imposible. Hemos llegado a un punto en el que habría que acabar de repente con todo esto y volver a empezar. Los partidos se han hecho dueños de todo, de todo. Es una partitocracia. Los partidos han dejado de tener ideología para tener la necesidad de conservar el poder. Sin ideología, o con una ideología que puede cambiar de un día para otro. Y luego está el culto al líder. En la época de Suárez y de Felipe nadie hablaba de nuestro presidente, mientras que ahora se habla de nuestro presidente Feijóo, nuestro presidente Sánchez. El presidente Sánchez y todos los demás.

«Twitter es una especie de bar lleno de borrachos a las cinco de la mañana»

P.- Fuiste fundador de Onda Cero, de la que también te fuiste pronto.

R.- Cuando llegó otro equipo que me quería ayudar mucho. Tomás Martín Blanco me propuso hacer un programa por la mañana, un invento más de Martín Blanco, con conexiones y no sé qué… Le dije: «No he entendido nada, Tomás, y no me apetece hacer todo esto, porque me viene grande. Yo, si quieres, te hago dos horas de nada».

P.- La credibilidad de la radio es mayor que la de otros medios ¿Por qué?

R.- Dependerá de qué radio. Será el medio más creíble, pero porque la gente no lee periódicos. Yo creo que los periódicos son más creíbles. Hay que tener un criterio propio y empezar a podar toda la información que llega, que es salvaje. Twitter es una especie de bar lleno de borrachos a las cinco de la mañana. Yo no tengo ahora ninguna red social, porque es un vertedero de suciedad, con honrosas excepciones. Antes se hacían declaraciones en radio o en prensa, y ahora se hacen en Twitter. Que el presidente del Gobierno anuncie una cosa por Twitter, pero ¿esto qué es? No es serio. Yo, cuando tenía Twitter, unas veces era un rojo peligroso y otras un facha terrible. No podemos recuperar un lenguaje de hace cincuenta años. Esto tenía que haber pasado ya.

P.- Viviendo en el pueblo, junto al palomar y el gallinero, ¿te aíslas mejor de todo esto?

P.- Me doy un repaso por todos los periódicos, pero mi gran pasión ahora es la física cuántica. Cómo funciona aquello de las cuerdas y el metaverso, que me parece un invento nefasto. La inteligencia artificial puede ser fantástica o un horror, aunque, por el camino que vamos, va a ser un horror. Y luego, me interesa mucho la nueva teología, todos los cambios que se producen en la Iglesia Católica, la separación entre la iglesia de base y la iglesia oficial, la interpretación que hacen los nuevos teólogos del Evangelio y de la figura de Jesús. En definitiva, nuestra cultura. Me da por ahí. Otros días me dará por los neumáticos de Pirelli y la Fórmula 1, pero, hoy por hoy, me interesa la física cuántica.

P.- ¿Qué tal está Cris, le ves con frecuencia?

R.- Cris está hecho un toro. Le veo todas las semanas. Lo que pasa es que no me quiere nada. Me acerco y me empuja. Cómo explicarte el mundo, Cris, ese sí que fue un libro que me gustó escribir. Desmitifiqué mucho el mundo de la dependencia. Todos dicen qué bien, cuánto te habrá enseñado.

«Para la dependencia todo el mundo promete dinero, pero nunca llega»

P.- ¿Se ha avanzado en las ayudas a la dependencia?

R.- Los del terremoto todavía están esperando las ayudas que les prometieron. A los del volcán les pasa lo mismo. Aquí todo el mundo promete dinero, pero nunca llega o llega con cinco años de retraso. Nuestros hijos son el último peldaño de la dependencia: niños que no comen, que no se comunican por el lenguaje, que no hablan, que no andan o que no controlan sus esfínteres. Son niños pequeños toda la vida, aunque tengan más de cuarenta años. Yo a mi hijo le sigo llamando «mi niño», aunque tiene ya 43. Y no puedo hablar con él, ni me puede contestar. Y como él hay muchos. De ellos nadie se ocupa, porque no son cómodos para verlos en la tele. Por eso prefieren sacar un taller de niños con síndrome de Down, que hacen cajas. Me parece muy bien, pero que piensen que existe también un grupo minoritario que es el eslabón más débil de la cadena. Yo llevo treinta años en esto de la discapacidad, pero con nosotros no cuentan. No existimos.

P.- Quizá ahora, que se acercan elecciones, la cosa cambie.

P.- Harán promesas, pero no nuevas realidades. A eso ya estamos acostumbrados.

P.- ¿Consideras que la gente más joven desconoce nuestra historia reciente?

R.- Hay cantidad de libros sobre la República, pero está tan mal explicada… La guerra civil empezó mucho antes, entre las izquierdas, que se llevaban a matar. Desde el año 34, España cayó en barrena y no podía solucionarse. A mí me da miedo, no que haya otra guerra civil, que hoy sería inviable, pero sí el enfrentamiento entre los partidos de derechas y de izquierdas, la proliferación de partidos que hace que el país sea cada vez más ingobernable, la falta de sentido común, de consenso, de diálogo y de buena voluntad. Lo importante es el país, es la gente. Con cheques de 200 euros no se solucionan las cosas. Las cosas se solucionan de otra manera. Pero es lo que hay.

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