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Televisión

Luis del Val: «Las redes sociales son el refugio de los cobardes»

Escritor y periodista, sus comentarios en radio, antes con Iñaki Gabilondo en la Ser y ahora con Carlos Herrera en la Cope son pequeñas obras maestras

La ironía, la ternura y el humor son habituales en sus comentarios de Herrera en Cope. Aunque ha leído a Unamuno y lo cita con alguna frecuencia, prefiere mantenerse alejado del «sentimiento trágico de la vida». «El humor – afirma – es lo que nos alivia de las frustraciones».

Nacido en Zaragoza en los años 40, hijo único, padre por dos veces y abuelo de cinco nietas, el periodista y escritor Luis del Val presume, y con razón, de lo muy feministas que son en casa. Reivindica, además, con cierto orgullo, sus primeros trabajos de vendedor de pisos y enciclopedias a domicilio y explica cómo aprendió a bailar en el pueblo de su madre, Ateca, con la banda municipal.

El entrevistado se parte de risa cuando recuerda sus paseos por la playa de Gandía con un megáfono desde el que invitaba a los bañistas a conocer una sala de fiestas de la localidad, pues el dinero que le daban en la radio apenas le alcanzaba para pagar la pensión en la que vivía.

Quizá muchos de sus oyentes no sepan que fue diputado por UCD en las primeras Cortes democráticas y director general de Cooperativas. Luis del Val ha escrito una veintena de libros, varias piezas musicales, obras teatrales y guiones para televisión, aunque la popularidad se la debe a la radio. Sus comentarios, primero en la Cadena Ser, con Iñaki Gabilondo, y ahora en la Cope, con Carlos Herrera, son pequeñas obras maestras.

Luis del Val cuenta en Fuera de Micrófono cómo fichó a Luis del Olmo, siendo director de Radio Cadena Española, por un millón de pesetas al mes, y lo poco que le interesa pasar a la posteridad. Su razonamiento es ilustrativo: «La posteridad es una estatua de bronce sobre la que se cagan las palomas».

Crítico con Pedro Sánchez y con los independentistas catalanes, reconoce que no sería capaz de «explicarle la Transición española a una persona de veintitantos años que va con una bandera republicana a las manifestaciones y no tiene ni puñetera idea de lo que ha sido la historia de España». Tampoco quiere saber nada de lo que se dice de él en Twitter, porque «las redes sociales son el anonimato y el refugio de los cobardes».  

Al final de esta entrevista en Fuera de micrófono, Luis del Val nos adelanta en exclusiva el título de su próxima novela: La novia de mi marido.

PREGUNTA.- Los maños tenéis fama de ser algo cabezotas.

RESPUESTA.- Empecinados, mejor. Yo siempre digo que quien vive en Zaragoza puede vivir en cualquier parte del mundo porque es un clima difícil de soportar. Yo creo que de ahí nace el empecinamiento. Hablando del cierzo, los de Huesca a los de Zaragoza les llaman cheposos. Y les llaman cheposos porque al atravesar el Puente de Piedra, el cierzo alcanza velocidades de 80 kilómetros por hora y, como entonces se llevaba boina, al cruzar el puente todo el mundo agachaba la cabeza.

P.- Diputado de UCD en las primeras Cortes democráticas. ¿Cómo fue tu llegada a la política?

R.- Yo tuve la suerte de visitar París de muy jovencito y me llamaba mucho la atención la palabra grève, la huelga. Había manifestaciones… Viajando te conciencias un poco. Y de la misma manera que los alcohólicos se juntan con los borrachos, las personas que tienen inquietudes también se reúnen. En esa época estaba el catedrático Eloy Fernández Clemente, que ha muerto hace poco, José Antonio Labordeta, José Luis de Arce, que todavía sigue escribiendo en El Heraldo de Aragón, mucha gente. De pronto apareció un turolense, de Alcañiz, José Ramón Lasuén, y nos propuso formar el Partido Socialdemócrata Aragonés. Lo fundamos y luego nos juntamos con Paco Fernández Ordóñez, que había hecho la Federación Socialdemócrata.

P.- Los veranos de su infancia los pasaba en Ateca, el pueblo de su madre. ¿Qué recuerdos tiene de esas vacaciones?

R.- En Ateca aprendí una cosa muy importante: a bailar. Pero aprendí a bailar con la banda municipal, que tiene mucho mérito porque con una banda municipal de pueblecito pequeño el tango y el pasodoble casi suenan igual. Hay que tener mucho sentido del ritmo para adaptarte. Y allí conocí lo que es la naturaleza. Ni la selva de Costa Rica y Brasil me han producido la impresión que me producía descubrir el Jalón, que es afluente del Ebro, el Manubles, los anuros, los cabezudos… Todas esas cosas son el descubrimiento de la vida.

Luis del Val con Javier del Castillo en el estudio de THE OBJECTIVE. | Víctor Ubiña

P.- A principios de los 80, fue nombrado director de Radio Cadena Española. 

R.- Yo había hecho radio desde los quince años. Había estado en Radio Juventud de Zaragoza y había hecho también un programa juvenil en Radio Zaragoza. Entonces, todas las emisoras tenían que conectar obligatoriamente, a las 14:30 horas, con Radio Nacional de España para dar El Parte. Y yo hacía un comentario de cuatro minutos, antes de la conexión con Rne. Un comentario que, para los años 70, era contestatario y de una cierta rebeldía. Cuando terminé mi colaboración con Rafael Calvo Ortega en el Ministerio de Trabajo, me llamaron para ser director de Radio Cadena. Pusimos una página de publicidad en los periódicos que decía: «nuestros oyentes también votan, Radio Cadena Española, 70 emisoras». 

P.- Sin embargo, fichaste a Luis del Olmo, para hacer un programa de tarde.

R.- Le pagábamos un millón de pesetas al mes por una hora de programa.

P.- Aquello no sería fácil de justificar en una radio pública.

R.- Tenían un problema con Luis del Olmo en Radio Nacional. Era el ídolo radiofónico de toda España, pero en RNE no le podían pagar más de lo que le pagaban. Hay unos estatutos que no lo permiten y no tienen publicidad. Entonces, Carlos Robles Piquer, director general de RTVE, me llamó y me dijo: «Vosotros tenéis publicidad. Podrías hablar con alguna agencia de publicidad para que Luis del Olmo no se vaya de RNE». Porque lo quería fichar la Ser, la Cope, lo querían fichar todos. Nosotros no ganábamos dinero, pero con la publicidad podíamos pagarle a Luis del Olmo. Fue una operación rentable para las dos partes. Luego, cuando Luis terminó aquella etapa, me llamó un día por teléfono y me dijo: «He firmado un contrato todavía mejor que el tuyo, el mejor contrato de mi vida». Lo había fichado la Cope.

«Llamar a Sánchez ‘Pedro I, el mentiroso’ no es una ironía, es una descripción»

P.- En tu trayectoria sorprende el paso por la dirección general de Cooperativas.

R.- Antes de las elecciones de 1979, recibí una llamada de la secretaria del presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y me quedé turulato. ¿Cómo me va a llamar a mí el presidente? Se puso Adolfo y me dijo: «Luis, mira, te llamo para pedirte un favor». A sus órdenes. «Que no te presentes a las elecciones, porque si todos los ministros, todos los subsecretarios y todos los directores generales se presentan a las elecciones, la Administración se queda huérfana. Procuraré compensarte como pueda». Celebradas las elecciones, me llamó Rafael Calvo Ortega y, como yo había publicado un libro sobre cooperativas, lo vio en mi currículum y dijo: este me sirve para director general.

P.- Volviendo a la radio, ¿cómo fue su incorporación a las mañanas de la Ser con Iñaki Gabilondo?

P.- Iñaki pasó un día por Cita a las cinco, y se quedó en el control viendo cómo hacíamos el programa. Yo escribía un comentario, una especie de carta que empezaba diciendo «Amado Basilio…». Basilio Rogado estaba esa tarde entrevistando a Mary Carrillo. Habían puesto una película suya de los años 50 y yo hice el comentario alabando a Mary Carrillo por haber sabido salir bien de ese melodrama clásico, que casi producía sonrisa. Me escuchó Iñaki y, cuando terminó el programa, me dijo: «¿Podrías hacer esto por la mañana?» A sus órdenes. No di un salto de alegría, me contuve. Y así empezó mi colaboración con Iñaki que, con intermitencias, duró casi un cuarto de siglo.

El escritor y periodista Luis del Val . | Víctor Ubiña

P.- La ironía y el sentido del humor forman parte de tus comentarios. Pero hay quien dice que la ironía no se entiende en la radio.

R.- Es posible. El oyente de radio es de dos clases: el escuchante y el oyente. Yo, que hice un programa por la noche en la Cope (Sé que estás ahí), de doce de la noche a las tres de la madrugada, me di cuenta de que a esas horas todos escuchan. No les distrae casi nada, excepto cuando les llaman para el servicio. En cambio, la radio de la mañana la estás oyendo. Entonces, si la estás oyendo, la ironía se escapa porque es un matiz. Pemán la definía muy bien. Pemán decía que la ironía más fina era la cordobesa, porque venía Don Julián con una señora que era la más gorda de Córdoba y entonces el que estaba allí, en la plaza, decía: «Ya viene Don Julián, casi sin señora». El humor nos alivia de nuestras frustraciones.

P.- Llamar a Pedro Sánchez «Pedro I, el mentiroso», ¿es también una ironía?

R.- No, no es una ironía. Es una descripción. Yo creo que lo ha acreditado con una perseverancia impresionante. Mintió para las elecciones y ha seguido mintiendo después. A una persona que miente tanto no le puedes dejar de decir mentiroso. Unamuno decía que al que roba hay que llamarle ladrón y al que miente mentiroso. Y miente mucho.

«La posteridad es una estatua de bronce en la que se cagan las palomas»

P.- En su etapa política, durante la Transición, había diálogo y consenso. ¿Por qué ahora eso ya no es posible?

R.- En esa etapa también había navajazos. No todo era idílico.

P.- Pero menos…

R.- Menos porque, entre otras cosas, nos unía a todos el miedo a otro golpe de Estado. Ese era un miedo que ponía en la misma fila a Santiago Carrillo y a Adolfo Suárez. No hay que olvidar que hubo cuatro intentos de golpe de Estado en España. Cuatro. Aquí sólo se habla del de Tejero, pero hubo cuatro intentos. Eso une mucho. El peligro común es lo que más une, lo que más hermana. Hay que reconocer que hubo momentos en los que, sin esa buena fraternidad, aunque fuera por causa del miedo, no podrían haberse hecho muchas cosas. Por ejemplo, Ramón Tamames, que está estos días de moda, y que entonces militaba en el PCE, fue una de las personas que influyó poderosamente en que se hicieran los Pactos de la Moncloa.  

P.- Cómo buen retratista, si tuviera que retratar ahora a nuestro país, ¿qué sería, un retrato tenebrista, estilo Solana, o más estilo Sorolla?

R.- Yo creo que sería más solanesco, en este momento. Pero, un solanesco sin sentido de la tragedia. Un solanesco despreocupado y frívolo. A mí lo que más me asombra es la frivolidad. Por ejemplo, la creencia de que la democracia es como el aluminio inoxidable, que le echas lejía y cualquier ácido y aguanta. Y no es así. La democracia se rompe. Hemos visto como se rompen las democracias por ahí. A mí eso es lo que más me preocupa: que la gente se piense que no pasa nada. Sí que pasa.  

P.- ¿Herrera es muy distinto a Gabilondo?

R.- Cada uno tiene su estilo. Carlos Herrera tiene la apariencia de que trabaja poco, pero es de esas personas que trabaja muchísimo para proyectar la impresión de que no trabaja. Y, claro, eso da mucho trabajo. Parece una paradoja, pero es así. Iñaki es muy vasco, pero tiene una suerte: que a muy temprana edad fue director de Radio Sevilla. Un vasco de director de Radio Sevilla es como un yanki en la Corte del Rey Arturo. Contaba Iñaki que el primer día tuvo una comida con el personal y los directivos de la emisora y él llevaba un jersey amarillo. «Directorle dicen-, ha venido de amarillo, y en Sevilla el amarillo…». Él se carcajeaba de eso, hasta que un camarero que llevaba una sopera tropezó y le cayó la sopa encima del jersey amarillo. Luego, Sevilla fue entrando en Iñaki. Iñaki es una persona que admira profundamente a Sevilla.

Luis del Val en los años ochenta
Luis del Val en los años 80.

P.- ¿Por qué siempre ha sido segundo, sin dar el siguiente paso?

R.- El sociólogo Amando de Miguel decía: el problema de que te nombren director de un periódico es que tu futuro es ser exdirector. Yo estoy muy cómodo así.  Nunca me he visto con la responsabilidad de encargarme de un magacín. Es una carga pesadísima sobre los hombros. Me gusta mucho el diálogo, comer con un amigo, con un compañero, tomar una copa, hablar, pero estimular y dirigir nunca se me ha dado bien. Cada uno servimos para una cosa.

P.- Aquí ahora, cuando discrepas del poder establecido, enseguida te llaman facha. ¿Lo tiene asumido?

R.- Sí, sí, lo tengo asumido. De vez en cuando me llegan cosas, pero yo las redes no las empleo, en absoluto. Me bastan los medios de comunicación, porque son responsables de lo que dicen, mientras que las redes es el anonimato de los cobardes. La red, Internet, son el refugio de los cobardes. Si tú tienes que decir algo, lo dices en un medio y en una tribuna, pero no escondido por las redes. A mí me llegan cosas: «cuando estaba en la Ser no decía estas cosas…» Yo creo que el periodismo tiene que hacer de contrapeso al poder.  Había una frase de un presidente, que sería el equivalente a la Asociación de la Prensa en el Reino Unido, que decía lo siguiente: «las relaciones del poder con los medios de comunicación iban mal, están yendo mal y debemos hacer todo lo que podamos para que no mejoren».

«Haber formado un Gobierno semejante al de los preludios de la Guerra Civil me parece un error»

P.- ¿Cómo te gustaría que se te recordara?

R.- La posteridad es una estatua de bronce sobre la que se cagan las palomas. Eso es la posteridad. Viniendo a la entrevista he pasado por la calle Valenzuela, esquina Alfonso XII, donde se encuentra la placa, con un relieve, en la que se recuerda a Don José Ortega y Gasset.  La mayoría de las personas que pasan por allí ni miran, ni saben quién es Ortega y Gasset, ni les interesa, ni les importa. Yo creo que lo importante es vivir. Como dice Pedro Ruiz, somos un escupitajo galáctico que pasa en unas décimas de segundo.

P.- No siempre es así. Por ejemplo, al presidente del Gobierno le preocupa cómo pasará a la historia.

R.- Es un signo de soberbia. Y a mí me parece muy bien. Tiene que haber soberbios, humildes; tiene que haber de todo. Tiene que haber bajitos, como yo, que no puedan jugar al baloncesto.

P.- ¿Es muy distinta la radio que se hace ahora y que se hacía en tus comienzos?

R.- La radio de entonces era fundamentalmente entretenimiento. No había otra cosa. Había que entretener. Era el teatro. Yo me aficioné al teatro a través del teatro del aire, de la retransmisión de las grandes obras de teatro. La radio era un elemento frívolo, de concursos, para entretener superficialmente, y de ahí pasa a dar información. Y la información es una cosa muy seria. Entonces, la radio adquiere una importancia tremenda y también los grandes magacines.

«Los secesionistas han conseguido que Cataluña se haga antipática en el resto de España»

P.- Se me había olvidado preguntarte por tus paseos con megáfono por las playas de Gandía anunciando una sala de fiestas.

R.- «Ladies and gentlemen, ladies and gentlemen…». Era necesidad, no era vocación de hacer altavoces. Yo ganaba 1.800 pesetas al mes y pagaba de pensión completa -cama, comida y cena- 2.000. Me faltaban 200 pesetas todos los meses. ¿Qué hacía? Lo que hubiera que hacer: altavoces, colaboraba en una agencia de publicidad. Y si ganaba algo más me podía tomar una cerveza, comprarme una corbata e incluso ir al Teatro Serrano de Gandía, que tenía un acomodador que se había hecho millonario con la venta de unos terrenos. Recuerdo que le daba cincuenta céntimos de propina y cada vez que se los daba pensaba que le estaba dando cincuenta céntimos de propina a un millonario. Son las paradojas de la vida.

Luis del Val  ya tiene título para su próxima novela:
Luis del Val ya tiene título para su próxima novela: «La novia de mi marido». | Víctor Ubiña

P.- ¿Madrugas para escribir los comentarios de Herrera en Cope?

R.- Me levanto a las seis de la mañana, me ducho, leo los periódicos en la tableta, desayuno y comienzo a escuchar la radio. Y, luego, a las 8.30, me pongo a escribir. Pero no me puedo levantar y escribir. Ni puedo escribir el comentario la noche anterior. Sería una estafa.

P.- ¿Cómo percibe la respuesta a esos comentarios?

R.- Los asuntos que más trascienden son los asuntos emotivos. A pesar de la veteranía, sigo teniendo dificultades para leer sin romperme. Con lo de las chicas suicidas de doce años, que una de ellas cumplió su objetivo, lo pasé mal. Yo tengo cinco nietas, una de ellas de doce años. Todas chicas. Somos muy feministas en casa; en el Ministerio de Igualdad estarán muy contentos conmigo. Estoy rodeado de chicas por todas partes. Ahora no me han llamado machista. Esos asuntos que te llegan dentro, que los sientes como propios, a mí todavía me cuesta mucho no romperme. Cuando murió Paloma Tortajada, compañera de la Cope y paisana, estuve a punto de romperme.

«Es muy difícil explicarle la Transición a una persona de veintitantos años que no tiene ni puñetera idea de la historia de España»

P.- ¿Qué tiene que ocurrir en nuestro país para que vuelva la ilusión y el entendimiento?

R.- Yo cambiaría la división tremenda que hay. Formar un gobierno semejante, exactamente igual, al que hubo en los preludios de la Guerra Civil me parece un error. En estos momentos están gobernando el PSOE, el Partido Comunista, a través de Podemos, que son los estalinistas vintage, y luego están los nacionalismos que fueron el Frente Popular de la República. Los vascos estuvieron dudando si se iban con Franco o no, y al final se fueron con la izquierda. Pero es exactamente lo mismo. Los secesionistas catalanes han hecho una labor de destrozo en Cataluña increíble. Ni con grandes sumas de millones de dólares se habría conseguido de manera tan eficaz que Cataluña se volviera tan antipática en el resto de España. Los secesionistas han logrado que haya un rechazo en toda España hacia ellos.

P.- ¿Qué proyectos tiene en marcha o está pensando ya en la jubilación?

R.- Bueno, nos jubila la vida. Hay una señora de negro y otra cosa que se llama enfermedad. Al final te jubilas. Si yo estuviese en el túnel de una mina y llevase ya cincuenta y tantos años sacando potasa, pues a lo mejor tendría ganas de jubilarme. Pero a mí lo que hago me gusta, me entretiene, me encuentro con personas como tú… La vida es tan corta que sólo te queda tiempo de ser aprendiz. Yo sigo aprendiendo. Ahora estoy con un proyecto junto a Ernesto Sáenz de Buruaga que se llama Medicina responsable. Y también he iniciado una novela que tiene un título maravilloso:  La novia de mi marido. Promete.

P.- Muchas gracias.

R.- Me gusta hablar con personas como tú, porque no les tengo que explicar lo que fue la Transición. Es muy complicado explicárselo a una persona de veintitantos años, que va con una bandera de la República a las manifestaciones y no tiene ni puñetera idea de la historia de este país. Un país en el que hubo dos cosas que salieron bien: la Guerra de la Independencia y la Transición. 

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