MyTO

Mi voto en 'Wallapop'

«Cuando se instala la idea de que todo sirve para ganarse la voluntad de la gente, y la vergüenza es un bien escaso, no es de extrañar que se pase a la subasta del voto»

Opinión

Sede del PSOE en Mojácar.

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

Este es el país del «ya te lo dije». Tenemos una tropa de listos retrospectivos muy abultada. Es casi tan larga como la de los que consideran que todos somos idiotas menos ellos y su grupo. España es así, y nos gusta. Uno puede cruzar la Península de cabo a rabo o de un punta a otra saltando de espabilado en espabilado sin tocar el suelo. Es una tradición, y las tradiciones hay que estudiarlas para guardar las buenas y rechazar las malas. El fraude electoral es una de estas últimas. 

«Me duele España», soltaba Unamuno, pero a mí más el bolsillo. Lo digo porque la creación de una red clientelar desde el presupuesto público no es característica cañí, desde Túbal a Pedro Sánchez, sino que es congénita al poder. Cualquier trono o presidencia de lo que sea lo ha hecho. Está en los estudios de liderazgo: repartir pasta, prebendas o favores de forma arbitraria para ganarse el afecto de los que aseguran el poder. Este sistema es más eficaz que la violencia legítima de la que hablaba Max Weber, consistente en el noble arte del cachiporrazo que precede al encauzamiento judicial. 

Comprar voluntades es más práctico que reprimir. Se consigue así antes la obediencia, que diría Julen Freund, y se ejerce el mando con la seguridad del aplauso general. Es por esto que los poderes públicos gastan sin freno y prometen pagar, subvencionar y financiar más y más. Lejos quedan los tiempos del caciquismo en los que el mandamás local lo hacía de su propio peculio. Hoy es con dinero público. De esta realidad procede que me duela el bolsillo. 

Ahora bien, no se confunda, es de tonto del bote comprar votos con dinero contante y sonante. Es mejor colocar a los lugareños en la administración, hacer muchas contratas públicas de obras y servicios a empresas locales, ofrecer cursos y talleres a los segmentos de votantes que interesan, subvencionar a la cultura de la tierra, ampliar el «gratis total» de los servicios públicos, o ser flexible con las tasas y permisos para los emprendedores locales. Cada beneficiario de la red clientelar se convierte en un fiel agente electoral que arrastra el voto de los suyos, ya sean familiares, amigos, trabajadores, proveedores o cualquier persona cercana. Es así como un político de medio pelo se convierte en un gran estadista; eso sí, con nuestra pólvora.

«El clientelismo es la consecuencia lógica de un gasto público siempre en expansión y sin control»

Lo otro, crear una estructura de compra-venta de votos es de memo de campeonato. La más mínima filtración por envidia o desacuerdo en el precio provoca que el chiringuito se desplome. Cuando esto sucede, si la noticia llega a un medio de información responsable y libre, se despedaza al comprador dando así por concluida su torpe carrera política. 

Quizá esto es lo que debería haber ocurrido con Pedro Sánchez cuando puso un biombo entre el comité federal y la urna en 2016. Pillaron entonces al hoy presidente cometiendo un pucherazo. Aquello tenía que haber retirado de la vida política al tramposo. Sin embargo, pasado un año, Sánchez volvió al lugar del crimen, Ferraz, en loor de multitudes socialistas. Pero, ojo, el líder del PSOE no inventó el procedimiento ni su estilo ha inspirado el fraude en Melilla, Andalucía, Canarias y otros lugares. Ya lo he dicho: el clientelismo es la consecuencia lógica de un gasto público siempre en expansión y sin control. Vuelvo al principio. Lo veíamos venir, ¿verdad?

Cuando se instala la idea de que todo sirve para ganarse la voluntad de la gente, y la vergüenza es un bien escaso, no es de extrañar que se pase a la subasta del voto. Es una medida, incluso, propia de tiempos de pobreza. Resulta mucho más barato comprar voluntades por 50, 100 o 200 euros por un día, que hacer contratos en la administración con empresas o personas para cuatro años o más. 

Cabe aquí un consuelo: esta almoneda es menos insultante para el elector. Lo zafio es tratar de ganar un voto prometiendo el cine a dos euros, o regalar 400 pavos a los 500.000 españolitos que acaban de cumplir 18 años para que lo gasten en «cultura», o prometer comedores y libros escolares «gratis» para todos, o pisos a cascoporro, y luego pedir el voto humildemente. Lo dicho. Estamos en un momento democrático, de crisis cósmica, en el que lo más inteligente es poner nuestro voto en Wallapop. Si no lo vendes al menos puedes ligar. Me lo ha contado un amigo. 

32 comentarios
  1. Grossman

    Pero esto no es obra de Sánchez, hay muchos Sanchez en el PSOE, donde intentó dar un golpe de puchero y lo volvieron a votar, y si votan a un anti demócrata es porque el PSOE no es un partido democrático y se merece desaparecer de la faz de la tierra, como sus otros partidos hermanos socialistas.

    Han hecho lo que han visto hacer y creen que eso es correcto, porque su democracia es que ganen ellos siempre, al precio que sea, al precio de nuestra libertad y nuestro país como nación.

  2. Grossman

    Cuando yo era estudiante de bachiller, ya estudiábamos en los libros de historia que todo el siglo XIX, ese que ni Dios entendía, fue el siglo de la lucha por la democracia y al parecer fracasó porque los caciques compraban los votos de miles de trabajadores del campo analfabetos y hambrientos.

    De ahí surgió la palabra pucherazo, que no era más que cocinar los resultados, como Tezanos con el CIS.

    El XX no fue mejor, siguieron las compras de votos pero entonces entró en el negocio la izquierda, que compraba los votos con el dinero de los impuestos, además sus políticas de gasto expansivas, “no es magia, son tus impuestos” les daba un auténtico río de dinero fresco para esclavizar el voto.

    La compra es variopinta, se ha olvidado de la gran obra de arte del pucherazo, los eres, casi 700 millones, conocidos, para comprar voluntades, empleo público en los ayuntamientos y regalías sanchistas en campaña aprobadas en consejo de ministros.

    El gran escándalo las papeletas por papelinas son los pequeños ajustes, ese puñadito de votos que falta para un par de concejales.

  3. Manuteide

    Describe Ud el sistema clientelar existente en España en toda España gobierne quien gobierne…quizás se escape la CAM con Díaz Ayuso ..crea condiciones de libertad para con esfuerzo crecer…y crear riqueza y bienestar…fuera de aquí no hay nada solo clientelismo cuyo mejor paradigma fue la Andalucia socialista durante los 38 años de poder. No tenemos arreglo…y camino de Argentina.

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