La izquierda, remodelación necesaria
«Cuando he oído mítines de Pablo siempre he creído estar en 1969 oyendo a un exaltado compañero trotskista de unos 20 años… Nunca veo madurez en Iglesias»
Aunque parezca ya pasado, por la convocatoria el 23 de julio -mala fecha, se dice- de Elecciones Generales, lo cierto es que en las municipales del 28-M la Izquierda, globalmente, recibió un muy serio varapalo. Una vez más (y van 500) no hay dimisiones, tan loables en estos casos, pero ello se atribuye de nuevo a las inminentes Generales. ¿A quién culpar de la debacle izquierdista? Aunque evidentemente no sea el único, la imagen de la derrota, la cara o el careto del visible golpazo, sólo puede ser la del presidente Pedro Sánchez. Precisemos un más cercano porqué. Sánchez (los «mentiroso» le han llovido) dijo muchas veces que no iba a hacer lo que hizo después sin inmutarse. Desde luego -izquierda o derecha- no es el único político que ha mentido para resguardar sus pertrechos de la tormenta, pero las mentiras de Sánchez por mantener su poltrona monclovita, han tocado muy de cerca a muchos españoles, de izquierdas también. Sus pactos o continuas concesiones a Bildu, al independentismo catalanista (y aún valenciano) y a una izquierda radical –Podemos– que a veces ha parecido, en boca de agresivos oradores -y oradoras con púa- una suerte de anticuado delirio progre-adolescente a lo mayo del 68, todo ello, menos más, le ha pasado alta factura general a Sánchez y también, pero ya particular, a quien tocara, por ejemplo, al leal seguidor del «sanchismo», Ximo Puig. Un amigo profesor en Salamanca, y muy socialista, me dijo ayer: Lo que menos le perdono a Sánchez es que me ha hecho votar a la derecha, porque no me quiero abstener, y como bueno no veo nada, voté lo menos malo. Esta idea -con infinitos matices- creo que es la de muchos votantes, que no podrán variar demasiado en mes y medio.
«¿Una izquierda nueva? Desde luego, renovada sin errores que olvidan que el muro de Berlín fue felizmente derribado»
El PSOE debe ver con urgencia qué ha ocurrido para que el muy mayoritario partido de Felipe González (al que echo de menos) haya llegado a los bajíos de Sánchez. Sánchez o la calamidad, ha dicho cenando uno de esos barones célebres del socialismo. Y otro comensal replicó: ¿y porqué vosotros no habéis hecho nada? Muy a botepronto diría yo que desde los finales ingratos de Zapatero ha surgido en esas filas una marea «gauchiste» y retroprogre que no ha causado bien al socialismo y parcialmente lo ha instalado en ideas viejas: La revolución bolchevique es un pasado infausto -si no por su impulso sí porque concluyó muy mal- y nombres como Stalin, Mao, Fidel y Raúl Castro, Chávez o Nicolás Maduro, son o han sido dictadores que además se han enriquecido entre un pueblo que seguía pobre o más pobre, y nada hay que aprender de ellos. Ché Guevara fue un mito romántico en mis iniciales años universitarios (1968) y mi amiga Ana María Moix, que sería moderna y socialdemócrata, escribió en un poema novísimo: «Eran dos sombras para siempre enamoradas: Bécquer y Ché Guevara». Ese dulce sentimiento adolescente es hoy insostenible. El argentino Guevara fue un cabal dictador que, en Cuba, encarceló o mandó fusilar a muchos que no pensaban como él. El dictador con base marxista es tan deleznable como el dictador de base fascista o nacionalcatólica. Es lógico desdeñar y repudiar a Mussolini, Hitler o Franco -ya no digo Pinochet, Videla o esa purrela- pero es igualmente lógico desdeñar y abjurar de Lenin, Stalin (más aún) Mao y de todos quienes aún comenten tropelías en sus nombres, desde Cuba a ese Gustavo Petro, colombiano, de tan pocas luces, y cuya vicepresidenta se negó en público -un programa televisivo- a decir que Cuba era una dictadura. Para salir -mal- del paso, aclaró: pero Cuba no exporta armas, exporta médicos. Sí, urge renovar el discurso del socialismo hacia una fuerte socialdemocracia de progreso, con libertades muy amplias, incluyendo la eutanasia elegible, por supuesto. ¿Una izquierda nueva? Desde luego, renovada sin errores que olvidan que el muro de Berlín fue felizmente derribado.
A la izquierda del PSOE nunca se ha ido más lejos de aquel eurocomunismo que abrieron Santiago Carrillo (que vivía sin lujos) y el italiano Berlinguer. Aquel comunismo que quería llegar al poder por el voto limpio o no por triquiñuelas o asaltando el poder, según viejo ardor leninista. El propio Lenin hubiese dicho -remedándose- que Podemos es una enfermedad juvenil del comunismo. Irene Montero da miedo, en su feroz agresividad: el que no esté conmigo, nazi. Y su compañero Pablo Iglesias– tal para cual- cuando habla siempre descalifica y maldice al opuesto. Toda oposición es para ellos mala. Señal horrenda. Por lo demás, cuando he oído mítines de Pablo siempre he creído estar en 1969 -explanada de Derecho, Madrid- oyendo a un exaltado compañero trotskista de unos 20 años… Nunca veo madurez en Iglesias.
Autocrítica y renovación en la Izquierda, urge. Los fallos de la Derecha (no pocos) son hoy el zurriago del «sanchismo» torpe, que no se aguanta. ¿Elecciones vacacionales? ¿Qué esconde este error postrero?